El triple homicida de Ciutat Vella, condenado ahora por agredir a cinco funcionarios de prisiones
John Musetescu causó heridas y lesiones a diversos trabajadores mientras se negaba a recibir a su familia cuando estaba en prisión preventiva
John Musetescu Werberg, el joven sueco que mató a tres personas en menos de una hora en el centro de Barcelona el 20 de enero de 2020, cumple una condena de 95 años por los tres asesinatos. A esa pena debe sumar otra que acaba de dictar un juzgado de Barcelona. Musetescu ha sido condenado a un año de cárcel y al pago de una multa de 2.930 euros por agredir a cinco funcionarios de prisiones, según la sentencia a la que ha acc...
John Musetescu Werberg, el joven sueco que mató a tres personas en menos de una hora en el centro de Barcelona el 20 de enero de 2020, cumple una condena de 95 años por los tres asesinatos. A esa pena debe sumar otra que acaba de dictar un juzgado de Barcelona. Musetescu ha sido condenado a un año de cárcel y al pago de una multa de 2.930 euros por agredir a cinco funcionarios de prisiones, según la sentencia a la que ha accedido EL PAÍS. La agresión se produjo mientras estaba en prisión preventiva a la espera de juicio en Brians 2 (Sant Esteve Sesrovires), donde protagonizó diversos incidentes violentos mientras se negaba a recibir a su familia, que viajó en diversas ocasiones desde Uppsala (Suecia) para reunirse con él, tratar de ayudarle con el proceso penal y buscar una explicación a unos asesinatos cuyo móvil sigue siendo un misterio.
La mañana del 22 de mayo de 2022, Musetescu se enrolló en un brazo la chapa del respirador de la celda número 13 del Departamento Especial de Régimen Cerrado (DERT), el de máxima seguridad, reservado para los presos peligrosos. Cuando dos funcionarios entraron para trasladarle de celda, el joven propinó “una fuerte patada contra el pecho” de uno de los trabajadores y le provocó un corte con la chapa en el antebrazo; al segundo, le dio “varios puñetazos”. Otros cuatro funcionarios irrumpieron entonces en la celda para auxiliar a sus compañeros y fueron igualmente agredidos en un episodio de enorme violencia: Musetescu propinó “indiscriminadamente puñetazos y patadas” que les causaron heridas y lesiones de diversa consideración.
La sentencia ha sido dictada por el juzgado de lo penal 28 de Barcelona de conformidad con Musetescu, que aceptó ser el autor de las agresiones. El joven “ejecutó directa, material y voluntariamente los hechos” y ha asumido una pena de un año de prisión por un delito de atentado a agentes de la autoridad y penas económicas por cinco delitos de lesiones (uno calificado de “menos grave” y otros cuatro de delitos “leves”). Además de la pena de prisión, ha sido sentenciado al pago de una multa de 2.450 euros de indemnización por los daños causados al primer funcionario (el que recibió las patadas y el corte en el antebrazo) y otros 480 euros por las lesiones a otros dos trabajadores. El sindicato de prisiones CSIF lamenta que no acudiera ningún abogado de la Generalitat al juicio para asesorar a los funcionarios.
El rapto de violencia en prisión recuerda al que sufrió también la tarde del 20 de enero de 2020, cuando en menos de una hora mató a tres personas en Barcelona. Primero asestó más de 250 puñaladas al cuerpo de Héctor Núñez, de 30 años, en su apartamento, trató de prender fuego a la vivienda para deshacerse del cadáver y se dio a la fuga a través del balcón. Durante su huida, mató a otras dos personas. A Rosa Díaz, de 77 años, la encontró en un portal y la agredió brutalmente en la cabeza. Y a David Caminada, de 52 años, le asestó dos puñaladas en el pecho cuando este salía del trabajo en el Ayuntamiento de Barcelona. Opuso gran resistencia a su detención.
Uno de los debates del juicio fue evaluar si Musetescu estaba en plenas facultades mentales. La Fiscalía sostuvo que sí (por más que no hallara razones que expliquen los crímenes) y el jurado popular le declaró culpable. Aunque había padecido enfermedades mentales en Suecia y era adicto a sustancias farmacológicas y a la cocaína, el triple homicida fue siempre consciente de lo que hacía, según declaró el jurado. En el juicio, sin embargo, mantuvo un comportamiento errático y desafiante (escupió a su padre cuando éste se le acercó), se negó a que su salud mental fuera esgrimida como motivo de absolución y dijo que estaba siendo víctima de un proceso injusto.
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