Anisa Yousaf, superviviente de un matrimonio forzado: “Los padres han de dar a sus hijas libertad de elegir”
La sentencia de un tribunal de Pakistán declara ilegal el enlace orquestado por su padre desde Barcelona y contra su voluntad con un hombre
![Jesús García Bueno](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F2a95ea9a-3806-4e49-b344-7870552767e7.jpg?auth=5b6ee7135931598e0443380ca8368e66f5ee3099a65ffc08ad5bba50f0310e6e&width=100&height=100&smart=true)
Anisa Yousaf ya es libre de casarse con el hombre al que quiere. Un tribunal de familia de Lahore (este de Pakistán) ha anulado el matrimonio forzado al que intentaron someterla. En las vacaciones de verano de 2021, Anisa viajó a su país desde España para asistir a la boda de su hermana. Pero su padre le había tendido una trampa: le comunicó que debía casarse con un sobrino suyo que, de esa forma, podría aspirar a un visado para viajar a España. Anisa se negó a convertirse en un instrumento económico y a renunciar al amor. Su padre la sometió entonces a malos tratos psicológicos y físicos que casi le cuestan la vida. Logró escapar y pidió ayuda a Acesop, una entidad de Barcelona que ayuda a las mujeres víctimas de una práctica todavía frecuente en comunidades rurales de India y Pakistán. Los llamados “crímenes de honor” se cobran anualmente la vida de medio millar de mujeres.
Anisa, que ahora tiene 24 años, acude a la sede de la entidad, en el corazón del Raval, acompañada por su pareja actual y el bebé de ambos, de dos meses, para explicar su historia: “Los padres deben dar libertad de elección a sus hijas. Las mujeres han de poder casarse con el hombre que elijan. Si se impone el matrimonio, ni la esposa ni el marido pueden ser felices y surgen los problemas. Fui muy infeliz, pero ahora estoy muy contenta de haber elegido la pareja por mi propia voluntad, gracias a Dios”, cuenta en urdu. Los tres han llegado en autobús desde un pequeño pueblo donde viven escondidos, en una casa de acogida. Anisa está feliz tras conocer una sentencia pionera que la libera, definitivamente, del yugo de un enlace que nunca aceptó. Pero aún se siente insegura: “No puedo venir a Barcelona porque mi padre vive aquí. Y tengo miedo de volver a Pakistán”, cuenta la joven, que ha solicitado asilo político en España.
Cuando Anisa escapó de Pakistán, denunció el caso y solicitó asilo político. La Policía inició una investigación y, al cabo de un tiempo, acabó deteniendo al padre, que también residía en Cataluña, por un delito de trata de seres humanos con fines de matrimonio forzado. No ha vuelto a hablar con él. Tampoco con el resto de miembros de su familia, una herida que no cura. “Mi familia somos mi marido, mi hijo y yo”, dice, y mira a su pareja, que da el biberón a un bebé que entorna los ojos, a punto de caer rendido al sueño. La pareja se conoce desde la infancia. Su enlace, de hecho, había sido concertado inicialmente por las familias. Con el tiempo, se enamoraron. “Pero mi padre cambió de opinión. Me utilizó para que alguien obtuviera los papeles. Es algo que está normalizado aquí”.
La mujer no quiere recordar demasiado aquellas semanas de 2021 en Pakistán, que sin embargo recoge con detalle la sentencia que le ha dado la razón. Cuando el padre le informó de que estaba preparando un nikah (contrato matrimonial) con un sobrino suyo del distrito de Gujrat (a unas tres horas en coche al norte de Lahore), Anisa entró en shock y se negó a firmar los papeles. El padre intentó convencerla. Pero al ver que no iba a ser posible, trató de doblegar su voluntad. Le robó el pasaporte y el permiso de residencia español y amenazó con romperlo para que no pudiera regresar a España. Al final, con la ayuda de algunos mayores de la comunidad, logró recuperar los papeles, escapar a Lahore y, desde allí, tomar un vuelo de vuelta.
![Tarjeta roja que acredita la condición de Anisa Yousaf como solicitante de asilo.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/EBRIOUQ4ENEVVKUAY55Q36ZDLA.jpg?auth=776eaa06e83169460ab57ae9a2d2e727a511fc694e7a351d1db4ad6394d64eda&width=414)
Una firma falsificada
El padre, Muhammad Yousaf, estampó la firma (falsificada) de Anisa en el contrato matrimonial, lo que le sirvió al sobrino para proclamar, en público y en privado, que estaban casados. Unas afirmaciones que causaron “confusión” en la comunidad y dañaron la “reputación” y la “consideración social” de Anisa, según la demanda que, una vez que ella estuvo a salvo en España, interpuso la asociación Acesop en Pakistán para lograr que el matrimonio fuese declarado nulo.
La sentencia, dictada por una jueza del tribunal de familia de ese distrito, Misbah Ul Ain Ayesha, accede a su petición y concluye que nunca hubo enlace ni consumación del matrimonio, pues ella no prestó el consentimiento ni firmó ningún documento, tal como ratificó en el juicio a través de una videoconferencia por Skype. Su abogado agregó, en la demanda, que el matrimonio no solo atenta contra la sharía (ley islámica), sino también contra las leyes de familia de Pakistán, que exigen que la nikah se haga con el consentimiento de los esposos y con la presencia de testigos.
Pero la batalla legal de Anisa no ha terminado. Cuando las cosas se calmaron, la presidenta de la Asociación Cultural, Educativa y Social de Mujeres Pakistaníes (Acesop), Huma Jamshed Bashir —doctora en Química, es una mujer enérgica, resolutiva, de acción— la casó con su pareja actual mediante el rito musulmán. Ese enlace, sin embargo, no está reconocido en España. La mujer necesita que, en base a la sentencia, las autoridades de Lahore den por extinguido su matrimonio forzado para casarse legalmente aquí. Es solo uno de los muchos pasos que debe dar en un laberinto de papeles que, ahora, ocupa su vida: con la solicitud de asilo pendiente, Anisa tiene el pasaporte caducado; como el consulado no puede renovarlo porque debe aparecer el nombre del marido, ella tampoco puede registrar al hijo de ambos. “Estaré más contenta cuando haya podido regularizar mi situación y a mi hijo”. El bebé duerme en un carrito gris, ajeno a los caprichos de la burocracia.
Anisa se sabe una superviviente. “Llegué a pensar que me podía pasar lo que les pasó a ellas”, dice sobre otras dos jóvenes pakistaníes residentes en Barcelona, Aneesa y Arooj, que en mayo de 2022 (unos meses más tarde) viajaron a su país y cayeron en un ardid similar. Ellas no tuvieron tanta suerte: al negarse a solicitar visados para los maridos con los que las obligaron a casarse, varios miembros de su familia, en el distrito de Gujrat, las asesinaron. Tenían 20 y 24 años, casi los mismos que Anisa, que anima a las mujeres a dar un paso al frente. “Las chicas que se vean obligadas a casarse, que den la cara y denuncien. La justicia también debería creerlas a ellas, como me ha creído a mí”.
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