Alerta ante el centenar de muertes por ahogamiento: “En España sabemos flotar, pero no nadar”

Los expertos reclaman atención a la ciudadanía, más medios, formación y mejores normativas a las Administraciones ante el incremento de casos en lo que va de año

Señalización de zona de peligro para bañarse en la playa de Razo en Carballo, situada en Costa da Morte, en una imagen de archivo.OSCAR CORRAL

Siete personas murieron ahogadas en España el pasado fin de semana y no es una tragedia aislada. El recuento de los primeros 12 días de junio ascendió a 19 fallecidos por esta causa y elevó el contador de 2022 que registra la Federación de Salvamento y Socorrismo a 102 muertos frente a los 66 de 2021 en ese mismo punto del calendario. Nos encaminamos, como en 2020, a otro año con más de 350 muertos en espacios acuáticos y el dron de última generación que seguramente cualquier día saldrá en las noticias como nuevo vigilante de la playa no va a cambiar la tendencia, aunque pueda ser útil, según ...

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Siete personas murieron ahogadas en España el pasado fin de semana y no es una tragedia aislada. El recuento de los primeros 12 días de junio ascendió a 19 fallecidos por esta causa y elevó el contador de 2022 que registra la Federación de Salvamento y Socorrismo a 102 muertos frente a los 66 de 2021 en ese mismo punto del calendario. Nos encaminamos, como en 2020, a otro año con más de 350 muertos en espacios acuáticos y el dron de última generación que seguramente cualquier día saldrá en las noticias como nuevo vigilante de la playa no va a cambiar la tendencia, aunque pueda ser útil, según los expertos.

“Los medios siempre van a ser limitados. Hemos de conseguir que la gente sea consciente de los peligros. Hay que informar sin alarmar”, apunta el experto en seguridad acuática Ramsés Martí. Las Administraciones, subraya, tienen el deber de proteger y de informar pero la ciudadanía debe escuchar y aprender. “Es imposible proteger a una sociedad que no es consciente de los riesgos a los que está sometida y que no es corresponsable de su propia seguridad. Drones, inteligencia artificial, perros… todo puede ayudar, pero nunca conseguiremos reducir el fenómeno si no vinculamos a la población. Preparemos a los menores y eduquemos a los adultos en conductas de seguridad”, reclama.

Coincide en la receta, Francisco Cano, director de prevención y seguridad de la Federación Española de Salvamento y Socorrismo. “Es fundamental que llegue a la sociedad información de la manera más clara posible. Mucha gente no sabe qué significa el color de las banderas, qué son las corrientes de retorno o no interpreta los carteles de identificación de zonas de peligro. Hacen falta campañas de información e incluir en el currículo escolar la prevención y la seguridad y no sólo en el mundo acuático. Más allá de multas lo que hace falta es información”, recalca.

El papel de las escuelas

Cuando Èric Nievas, delegado de CGT de Socorristas de Barcelona, ve a determinados bañistas en el agua se inquieta. “Mucha gente nada en el agua en vertical, haciendo mucha fuerza con los brazos para sostenerse a flote, cuando lo que deben hacer es desplazarse en horizontal para ser eficiente y no cansarse”, explica. Nievas acumula seis años de experiencia en las playas de Cataluña como socorrista y cree que muchos bañistas no pasan de las nociones más básicas para nadar. “En España la gente sabe flotar, pero no nadar”, concreta. La falta de formación acuática, unida a diferentes y numerosos factores, dice, condiciona parte de los crecientes ahogamientos en las costas españolas.

No parece sencillo conocer con exactitud el nivel medio en natación de la población española. Y ello, entiende Frederic Tortosa, presidente de la federación catalana de salvamento y socorrismo, limita las políticas públicas de salvamento. “En las escuelas se marcan objetivos por curso y materia”, compara, “pero como la natación no forma parte del currículum escolar no sabemos qué nivel tienen los jóvenes, y sin estos datos es complicado saber si en España se nada bien. Pero el nivel es menor del que debería ser”, insiste. Tortosa pone un ejemplo: si hubiera una edad en el que se garantiza que los jóvenes son capaces de nadar 200 metros seguidos, dice, entonces se limitaría parte de la mortalidad en el agua. El conocimiento del medio acuático y la capacidad para reaccionar a las emergencias también son factores que influyen en los ahogamientos, indica Tortosa.

Si la natación no se enseña en las escuelas de forma obligatoria, ¿dónde se aprende a nadar? “Ahora depende mucho de la implicación de las familias y de la predisposición de los centros educativos”, responde Fernando Sánchez, presidente de la federación andaluza de salvamento y socorrismo. Muchos colegios ofrecen cursos organizados por las asociaciones de madres y padres, aunque no tienen peso académico y no son obligatorios. “Esto puede generar un sesgo socioeconómico en el acceso al aprendizaje”, alerta Victòria Morín Fraile, investigadora de educación y promoción de la salud en la Universitat de Barcelona. Hay centros que sí incluyen la natación en el horario lectivo, aunque otros no ofrecen ninguna posibilidad de sumar horas de agua. “Sin la garantía de las Administraciones, existe el riesgo de que los niños con menos capacidades económicas no tengan acceso a las clases de natación”, insiste la investigadora.

Morín señala la contradicción que suponer tener un déficit de conocimiento acuático en un país de mar. “La promoción de la salud debe aprovechar el entorno propio”, reivindica. Y señala los hábitos de las poblaciones de los Pirineos, donde las escuelas enseñan generalmente a esquiar por su proximidad con las pistas, algo que no ocurre mayoritariamente en los colegios costeros. “Ir al agua es recomendable para hacer actividad física y para la salud”, apunta la investigadora. Cree que las Administraciones deben incentivar “refrescarse en el mar” para combatir el calor, por ejemplo, pero que a su vez deben garantizar un acceso seguro. Nievas, desde su puesto de socorrista, coincide con el análisis: “Es extraño que en un país rodeado de mar la natación no tenga más fuerza”.

Además de la evidente necesidad de aprender a nadar para prevenir ahogamientos, ambos coinciden en que, dado el número de accidentes al que nos enfrentamos, hace falta otra formación. “Hay que aprender a actuar en caso de accidente. Hay que alertar cuanto antes a Emergencias porque tienen su tiempo de reacción, hay que sacar al accidentado del agua y hacerle maniobras de soporte vital básico. Es muy importante que la gente sepa cómo ayudar, es vital”, resalta Martí. En esa parcela, los colegios pueden hacer un gran papel al concentrar a todos los menores. “A niños de cinco años ya se les puede enseñar a qué numero han de llamar si se encuentran en peligro. ‘Tienes una boca, una nariz y dos ojos así que marcas el 1-1-2′, les dices. Un niño de 12 años tanto a nivel físico como de madurez es ya capaz de hacer una compresión torácica a una persona que esté inconsciente y que pensamos que no respira”, afirma.

Las carencias de la Administración

Pero todo eso no cambia las obligaciones y carencias que tiene la Administración. “Notamos cierta apatía cuando no inacción por parte de las Administraciones . Hay que informar a la sociedad y también poner medios. Es imposible poner socorristas en todos los puntos pero debe haber una mejor dotación”, subraya Cano.

Con los datos del informe de su federación del mes de mayo, critica también la tardanza en desplegar los dispositivos de seguridad. “Vendemos turismo y clima todo el año pero no hay servicios. Hay Administraciones para las que la campaña de verano empieza en junio y en mayo hubo ya 30 muertos. Uno por día”, denuncia.

El experto en seguridad acuática Ramsés Martí da instrucciones de cómo atender a una ahogado en las piscinas de Malilla de Valencia, hace una semana.KIKE TABERNER

Tanto él como Martí reclaman también un mínimo común en las playas. “No hay una normativa estatal que marque cómo se debe vigilar una playa. Sólo Canarias y Baleares intentan poner un poco de orden, pero playas con las mismas condiciones pueden estar vigiladas de manera diferente. Ni siquiera los socorristas irán vestidos igual”, ejemplifica Martí.

Algo parecido pasa en la formación. “Las exigencias son totalmente diferentes para los socorristas entre unas comunidades autónomas y otras. Eso genera un movimiento de socorristas hacia donde es más fácil obtener el título y que haya otras que tengan dificultades para encontrar candidatos”, advierte Cano.

Los ahogamientos también tienen género en este caso fundamentalmente el masculino. “Desde siempre, y llevo 25 años dedicándome a esto, los hombres se ahogan dos veces más que las mujeres”, confirma Martí, que admite que puede que exista una “peor” conciencia del riesgo en ellos pero que destaca que faltan estudios sobre el tema. Apunta también otra posible causa. “Mi percepción es que tenemos a más niñas apuntadas a clase de natación”, desliza. La tendencia en esta estadística no hace más que crecer este año. Hasta mayo, los muertos varones fueron un 83% del total y de los 7 ahogados del pasado fin de semana 6 eran hombres.

Una valla, una tarjeta al cuello para los padres y otros consejos para evitar un drama infantil

Nacho Herrero

De las 30 muertes por ahogamiento en mayo hay 4, las de menores de seis años, que seguro que se podrían haber evitado y que están entre las más dolorosas. “El ahogamiento infantil no puede ser asumido en ningún caso como inevitable porque podría ser cero”, remarca Ramsés Martí. La razón es sencilla: “Dependen exclusivamente de la supervisión de los adultos”, remarca.
La primera medida para evitarlo es igualmente muy básica. “La Organización Mundial de la Salud lo tiene muy claro: hay que evitar el acceso al agua. Las piscinas deberían tener un control de acceso aunque sean privadas. Actualmente tenemos el hándicap de que cualquiera puede ir a un centro de bricolaje y montarse una piscina de un tamaño importante en su casa. Lo que hay que hacer es controlar el acceso”, apunta. Eso puede ser una simple valla, algo que en Francia por ejemplo es obligatorio.
La segunda gran medida “obviamente”, apunta, “es el aprendizaje de habilidades de natación” pero no solo respecto a “flotar y desplazarse”, también en cuanto a conducta dentro y fuera del agua. Martí anima además a estas escuelas a dar un paso que hasta ahora no quieren dar. “Se debe cambiar el chip. La natación no es solo una actividad deportiva, se debe asumir como una destreza de supervivencia a la que se le debe dedicar un tiempo. No hay centros que quieran tirar a los niños vestidos al agua y flotar no es lo mismo con ropa que sin ropa”, pone como ejemplo.
Este profesor de salvamento acuático recuerda que en el agua los menores siempre han de estar “bajo la supervisión” de un adulto y aclara que ni un menor de siete años debe cuidar de uno de cinco ni tampoco todos los mayores están preparados para hacerlo. “Una persona muy mayor o con problemas de movilidad puede que no tenga tiempo para ayudar en esos 20 segundos en los que se puede ahogar un menor”, afina.
Entre los que sí que pueden estar al cargo se extiende el problema de los despistes, para el que propone una solución muy gráfica. “Está muy extendido el ‘¿pero no estabas vigilándolo tú?’ porque estamos en situación de tiempo libre, de relajación. Yo a los padres les propongo una tarjeta, una cartulina. Quien la lleva es el que vigila y durante 20 minutos, porque se trata de algo cansado y no puede ser largo. Esa persona no puede estar mirando el WhatsApp o distraído. No deja de vigilar hasta que le pasa la tarjeta a otra persona”, explica.
Para acabar, unos consejos clásicos: no se deben dejar juguetes en las piscinas porque atraen a los más pequeños y hay que tomar los flotadores como elementos lúdicos y puntualmente de aprendizaje pero no de seguridad. Hay que acabar con el "es que llevaba los manguitos".

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