Abrasada y sin pulso: balance de la campaña electoral en Andalucía más anodina
Los candidatos terminan dos semanas de actos para decidir el futuro de la comunidad fundidos por el calor y la desmovilización
La peor ola de calor en junio en décadas ha abrasado literalmente una campaña electoral que nació sin pulso por especial interés del PP. Los populares eligieron el 19 de junio como fecha para unas elecciones anticipadas en las que se trataba, sobre todo, de no movilizar a la izquierda. Pero ni el PP esperaba una climatología tan extrema. Los candidatos han terminado fundidos en una campaña anodina y en ocasiones casi clandestina, con muy poca ten...
La peor ola de calor en junio en décadas ha abrasado literalmente una campaña electoral que nació sin pulso por especial interés del PP. Los populares eligieron el 19 de junio como fecha para unas elecciones anticipadas en las que se trataba, sobre todo, de no movilizar a la izquierda. Pero ni el PP esperaba una climatología tan extrema. Los candidatos han terminado fundidos en una campaña anodina y en ocasiones casi clandestina, con muy poca tensión electoral. Hasta el punto de que ahora el riesgo es que los andaluces prefieran un domingo de playa a acudir masivamente a las urnas.
La campaña termina como metáfora de lo que puede venir a partir del 19-J: con el PP y Vox celebrando sus mítines de cierre en Sevilla a unos pocos metros de distancia, separados solo por el puente de Triana.
De mitin a 40 grados. Cientos de crías de vencejos, una especie protegida, han aparecido muertos en las calles de Sevilla en las últimas semanas. Los partidos han tenido que retrasar al máximo el horario de sus mítines, casi nocturnos. La incógnita es cómo afectará eso a la participación, con Sevilla y Granada de fiesta por el Corpus, la resaca de El Rocío y los andaluces sacudiéndose la canícula en sus casi mil kilómetros de costa. Es la situación inversa a las elecciones de Castilla y León del pasado febrero, marcadas por el intenso frío, donde la participación cayó al 63,3%, 2,5 puntos menos que en 2019.
Moreno Bonilla, candidato por el partido “Juamma”. El presidente de Andalucía y candidato del PP se ve a sí mismo como Emmanuel Macron o como Adolfo Suárez, es decir, como una marca personal por encima de la de su partido. En la campaña ha desarrollado al máximo esa estrategia jibarizando las siglas del PP y llenando los mítines de banderas de Andalucía, por encima de las de España y las del partido. Moreno Bonilla ha transformado el PP andaluz convirtiéndolo en el partido “Juanma”, un proyecto en apariencia desideologizado destinado a captar votantes de todas partes, incluido el centroizquierda. Tan lejos ha ido con la transformación casi camaleónica del PP, que al final el partido ha tenido que difundir unos vídeos explicativos para que los andaluces sepan que para votar a Juanma tienen que coger la papeleta del PP.
El órdago de Vox y ese pacto del que no he oído hablar. Moreno Bonilla se ha pasado toda la campaña renegando de un posible pacto con Vox, como si la extrema derecha no hubiera sido decisiva en su investidura en 2018 ni le hubiera apoyado los tres Presupuestos autonómicos y todas las leyes importantes. “No me veo con Olona de vicepresidenta”, declaró en una entrevista en EL PAÍS, en la que no quiso comprometerse a no gobernar con Vox. Pero la extrema derecha tenía otro plan destinado a reventar esa estrategia, y su candidata, Macarena Olona, le lanzó el órdago en el segundo debate electoral: si necesita un solo voto de Vox o una sola abstención, advirtió, tendrá que meterles en el Gobierno. Tras la intensa presión, en el penúltimo día de campaña a Moreno Bonilla le traicionó el subconsciente y se le escapó un lapsus: “En el supuesto caso de que fuera necesario que entrara [en el Gobierno] Vox...”, reconoció. Mientras, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ha pedido la abstención al PSOE.
Un multiplicado Espadas contra los elementos. Por primera vez un candidato del PSOE concurría a las urnas sin el confort y la seguridad que otorga la presidencia de la Junta. La federación más poderosa del socialismo español ha tenido que aprender a marchas forzadas a hacer oposición mientras se ponía como objetivo los 400.000 abstencionistas en 2018 que meses después votaron a Pedro Sánchez. Una tarea imposible con Susana Díaz —exiliada al Senado— y sus consejeros del último gobierno socialista en el Parlamento andaluz. El exalcalde de Sevilla Juan Espadas ha mantenido una carrera contra el tiempo y la apatía entre su electorado en un intento de enmendar los tres años de legislatura perdidos, con el PSOE noqueado mientras Moreno Bonilla construía su perfil de hombre de Estado moderado y transversal.
El extraño Macarenazo. Vox había alimentado grandes expectativas con el desembarco en Andalucía de una de sus primeras espadas, la diputada nacional Macarena Olona, conocida por tener la lengua más afilada del Congreso. Pero pronto se complicó el aterrizaje de la aspirante ultra, de origen alicantino y vecina de Madrid, con las dudas legalesm/espana/elecciones-andalucia/2022-06-02/macarena-olona-dio-a-la-guardia-civil-de-salobrena-un-domicilio-de-madrid.html en el domicilio de un dirigente de Vox. Al final, la justicia permitió a Olona presentarse a las elecciones, pero su candidatura cunera ha funcionado como un hándicap y, de forma sorprendente, la primera semana fue noticia por su extraño perfil bajo. Vox entró por primera vez en un Parlamento autonómico en 2018 y desde ahí dio el salto nacional. Ahora vuelve a la casilla de salida y por primera vez se enfrenta a un posible retroceso.
Y Yolanda Díaz se mojó. La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo solo hizo campaña un día en Castilla y León, y sin los líderes de Podemos, en el pueblo de Castronuño (Valladolid), de 800 habitantes. Pero Andalucía es otra cosa. La decisión de Díaz de empezar en las andaluzas a recoser todo ese espacio es una declaración de intenciones. A falta de pasar de las palabras a los hechos y de concretar la plataforma Sumar, la marca en la que quiere aglutinar la izquierda a la izquierda del PSOE, los tres mítines en que Díaz ha participado han sido de lejos los más multitudinarios de Por Andalucía, con más de 3.000 personas en Dos Hermanas (Sevilla), feudo del PSOE donde la vicepresidenta hizo guiños al electorado socialista.
La izquierda desunida no se cruza reproches. La debilidad con la que la izquierda ha encarado las tres últimas elecciones en España ha forzado una pax nada corriente. El instinto de supervivencia se ha impuesto a las habituales cuitas y rencillas entre las distintas sensibilidades progresistas. El PSOE también ha ignorado a su izquierda, más allá de las proclamas típicas solicitando el voto útil. El armisticio no garantiza que Por Andalucía y Adelante Andalucía vayan a igualar los 17 escaños que el espacio aglutinó en 2018.
Debates a seis con protagonismo ultra. El primero de los dos de la campaña andaluza pasó sin pena ni gloria, con un Moreno Bonilla haciéndose el muerto y estrategias muy conservadoras del resto. Salvo Macarena Olona, cuyas estridencias protagonizaron las dos contiendas televisivas, pero sobre todo la segunda, donde lanzó su órdago al PP e introdujo la masturbación como tema de relieve. Se debatió poco de ideas y propuestas, como en general en toda la campaña, en la que se ha hablado sobre todo de pactos, y de poco más.
Marín se confía a las torrijas. El candidato de Ciudadanos, Juan Marín, que ha sido vicepresidente de la Junta estos cuatro años con un potente grupo de 21 diputados, pelea ahora por la supervivencia de su partido. Con una estrategia singular: reivindicar la acción del Gobierno que ha compartido con el PP, hasta el punto de que ha parecido el mejor defensor de Moreno Bonilla. El momento cumbre de Marín llegó en el segundo debate, cuando la candidata de Vox le reprochó que se hubiera pasado la pandemia cocinando torrijas. Marín aprovechó después el momento Torrija para comerse unas en honor a Olona con la confianza de que le granjeen algún escaño.
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