El ‘pinchazo’ electoral en Andalucía desarbola la estrategia política de Vox

El partido ultra debatirá “de manera interna y discreta” en qué ha fallado su campaña

La candidata de Vox a la presidencia de la Junta de Andalucía, Macarena Olona, durante la rueda de prensa de este martes en Sevilla.Foto: Europa Press | Vídeo: EPV

Vox aspiraba a sustituir a Ciudadanos y convertirse en muleta imprescindible del PP en Andalucía, como ya lo es en Castilla y León. Pero Juan Manuel Moreno caminará solo con una holgada mayoría absoluta y Vox teme ahora acabar engullido por el PP, como le ha pasado a Ciudadanos.

La candidata de Vox, Macarena Olona, que no ha dado ni un mitin sin Abascal en toda la campaña, ha comparecido este lunes sola para valorar los resultados electo...

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Vox aspiraba a sustituir a Ciudadanos y convertirse en muleta imprescindible del PP en Andalucía, como ya lo es en Castilla y León. Pero Juan Manuel Moreno caminará solo con una holgada mayoría absoluta y Vox teme ahora acabar engullido por el PP, como le ha pasado a Ciudadanos.

La candidata de Vox, Macarena Olona, que no ha dado ni un mitin sin Abascal en toda la campaña, ha comparecido este lunes sola para valorar los resultados electorales de este domingo, dando pábulo a quienes desde dentro de su partido le atribuyen la responsabilidad exclusiva del fiasco.

“Es evidente que hubiéramos deseado que nuestra fuerza parlamentaria fuera mayor”, ha reconocido, en el único amago de autocrítica. Su partido, ha asegurado, “se ha consolidado” como tercera fuerza andaluza y ha obtenido 100.000 votos más que en las autonómicas de 2018, aunque haya perdido casi 400.000 respecto a las generales de noviembre de 2019. Se ha atribuido parte del mérito del “descalabro histórico de la izquierda en Andalucía” y solo ha admitido que la dirección de su partido deberá debatir “de manera interna y discreta” una campaña que no ha dado los frutos esperados.

En privado, fuentes de Vox admiten que el perfil de la candidata ha podido echar en brazos del PP al electorado más templado. Su discurso agresivo puede servir para infundir temor en los votantes —a la inmigración, la criminalidad o el Gobierno de izquierdas—, pero no inspira la seguridad y confianza cuya necesidad genera. En Castilla y León, Vox apostó por un candidato desconocido y anodino y lo fio todo al prestigio de la marca.

También fue arriesgado anunciar, en la última semana de campaña, que Vox no regalaría ni una abstención a Moreno si no entraba en el Gobierno, lo que podía abocar a una repetición electoral si el PP no tenía mayoría absoluta. “Lo que habíamos dicho en campaña es lo que habríamos hecho si el resultado hubiera sido otro”, se ha limitado a decir ahora Olona.

El problema para Vox es que se ha trastocado toda su estrategia hasta las generales: entrar sucesivamente en gobiernos autonómicos (primero en Castilla y León, luego en Andalucía) para hacer que asumiera como inevitable su entrada en el Gobierno de la nación. Vox ya pinchó en mayo del año pasado en las elecciones de Madrid, en las que Isabel Díaz Ayuso frenó su ascenso, pero el PP no logró entonces mayoría absoluta, lo que le obliga a negociar cada ley con el partido ultra, al que la presidenta madrileña corteja.

En cambio, en Andalucía su posición es irrelevante: ni Moreno necesita su apoyo, ni lidera la oposición. Olona ha hablado este lunes con el presidente electo (y además con Juan Espadas y Juan Marín), a quien le ha “tendido la mano”, aunque advirtiéndole de que “ya no tiene excusas” porque ha recibido un “cheque en blanco”, según ha dicho.

Olona ha ratificado que se trasladará a Andalucía y dejará su escaño en el Congreso, aunque no ha revelado dónde residirá. Preguntada si volvería a Madrid en el caso de que Abascal se lo pida en las próximas generales, no lo ha aclarado. “No puedo asegurar cuáles son los designios de Dios”, ha dicho.

La dirigente de Vox ha aprovechado su única rueda de prensa desde que arrancó la campaña (en la que se ha vetado el acceso a EL PAÍS) para cargar contra los medios de comunicación. Ha asegurado sentirse víctima del “terrorismo informativo” y ha acusado a los periodistas de “difundir bulos” y “silenciar” su campaña. En realidad, su partido le ha diseñado una campaña marginal, al negar entrevistas a la mayoría de los principales medios informativos (TVE, EL PAÍS, El Mundo, Abc o la Cadena SER), mientras se prodigaba en canales minoritarios de ultraderecha.

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