Feijóo replica los temas y las tácticas con las que polarizó la política gallega
El ahora candidato del PP ya sembró hace años dudas sobre el voto por correo y derrotó a la izquierda con una campaña en la que abundaron los bulos
Fue como si Alberto Núñez Feijóo volviese a sus orígenes. El político que se lanzó al cuello de Pedro Sánchez nada más iniciarse el cara a cara del lunes pareció dejar perplejo al presidente y sorprendió a muchos. Entre estos últimos no se podrá encontrar ni a uno solo de quienes se midieron al líder del PP en sus años gallegos. Es más, algunos de ellos ya habían advertido a La Moncloa.
Ese opositor dispuesto a convertir la discusión en ...
Fue como si Alberto Núñez Feijóo volviese a sus orígenes. El político que se lanzó al cuello de Pedro Sánchez nada más iniciarse el cara a cara del lunes pareció dejar perplejo al presidente y sorprendió a muchos. Entre estos últimos no se podrá encontrar ni a uno solo de quienes se midieron al líder del PP en sus años gallegos. Es más, algunos de ellos ya habían advertido a La Moncloa.
Ese opositor dispuesto a convertir la discusión en un ametrallamiento incesante de datos de veracidad y rigor variables sonaba como una reproducción perfecta del audaz dirigente que en 2009 derrotó a la izquierda en Galicia elevando al máximo la tensión política. No solo las tácticas, incluso los temas que Feijóo esgrime estos días, como las sospechas sobre el voto por correo, ya fueron ensayadas hace años en la trayectoria hacia el poder del ahora candidato del PP en las elecciones generales.
Aquel final de la primavera de 2005 todo parecía dispuesto para que una coalición de socialistas y nacionalistas pusiese fin a 15 años de dominio del fundador del PP, Manuel Fraga, en Galicia. La campaña iba de mal en peor para los populares, que de repente se descolgaron con una solicitud insólita a la Junta Electoral: querían colocar interventores en el aeropuerto de Barajas y en Correos porque no se fiaban de cómo la Administración del socialista José Luis Rodríguez Zapatero iba a escrutar los votos que llegaban de América.
La iniciativa sobresaltó la campaña y causó sorpresa en sus competidores. En los años anteriores, investigaciones periodísticas habían documentado prácticas de fraude en esos países, con supuesta compra de votos y el punto de mira en el PP, que obtenía mayorías impresionantes, superiores a veces al 60%. El número dos de Fraga en la Xunta era el prometedor Núñez Feijóo, quien hasta dos años antes había ejercido como presidente de Correos. Feijóo salió a matizar que él no dudaba de la “honorabilidad” de los empleados de la empresa pública, pero sí de la limpieza de los sufragios que llegaban del exterior.
Justo un año después, ya con el PSOE y el BNG en el Gobierno gallego, un diputado nacionalista, Carlos Aymerich, preguntó en el Parlamento autonómico al presidente, el socialista Emilio Pérez Touriño, por las iniciativas para reformar el sistema de voto en el exterior aludiendo a las denuncias de fraude en los años anteriores. Feijóo, que había asumido el liderazgo del PP, aprovechó que tenía una pregunta sobre vivienda para cuestionar la legitimidad del nuevo Ejecutivo tergiversando las palabras del nacionalista: “El señor Aymerich le dijo claramente que en estas elecciones de junio se pudo cometer un fraude en el voto emigrante. Supongo que usted estará pensando realmente si su presidencia o su Gobierno están afectados por este fraude”.
En aquella campaña de 2005, Feijóo ya había demostrado su destreza para incendiar los debates y desplegar su artillería de cifras. La estancia en la oposición le serviría para perfeccionar esas habilidades que vuelve a lucir estos días. El jueves, el candidato del PP convirtió un homenaje a Miguel Ángel Blanco en un mitin contra el Gobierno. En Galicia, se sirvió de otras víctimas, cuatro personas muertas en 2006 en una oleada de incendios forestales. Feijóo organizó una manifestación contra la Xunta y colocó al frente a los familiares de los fallecidos. Meses después, en un mitin de la campaña de las municipales junto a Mariano Rajoy, atacó: “Con nosotros no moría gente en los incendios y con ellos, cuatro personas”. En 2010, ya como presidente, Feijóo tuvo que enfrentarse a la muerte de dos bomberos forestales de la Xunta en un incendio y a las críticas de sus familiares, que denunciaron falta de medios.
Todo el ruido de los últimos meses por el uso del avión Falcon presidencial tiene un antecedente mimético en Galicia: el Audi de Touriño. Ese fue el modelo blindado que el presidente socialista compró para renovar otro idéntico que usaba Fraga en la época en que Feijóo era su vicepresidente. De súbito, el automóvil y su coste pasaron a ser piedra de escándalo. En la victoriosa campaña de las autonómicas de 2009, el candidato del PP y los suyos se indignaban por ello en cada mitin. Llegaron a pregonar el dato falso de que el automóvil era más caro que el del entonces presidente estadounidense, Barack Obama.
El empleo de los coches de la Xunta pasó a ser uno de los grandes temas del discurso de los populares. Un día denunciaban como otro escándalo que una consejera socialista usase el vehículo oficial para acudir a una peluquería cercana a la sede del Gobierno y otro acusaban al vicepresidente, el nacionalista Anxo Quintana, de instalar en su automóvil un minibar de lujo que resultó ser una nevera de pícnic de 15 euros.
Feijóo no ha llegado a usar nunca el “que te vote Txapote” que la derecha ha convertido en el lema oficioso contra Sánchez, aunque tampoco se desmarcó de él cuando se lo pidió el presidente en el debate a dos en Atresmedia. También en 2009 dejó que los suyos orquestasen maniobras de ese calibre, incluso cuando difundieron bulos notorios, como la insinuación repetida en algunos mítines de que Quintana maltrataba a su esposa o el invento reiterado de una inexistente ilegalidad urbanística en un edificio costero donde habían comprado apartamentos algunos dirigentes socialistas, bautizado como “Villa PSOE”.
Todo eso resultó clave para el apretado triunfo electoral de Feijóo en 2009. Luego vinieron los largos años del poder y su esfuerzo por construirse una imagen más institucional y conciliadora. Hasta que sonó la hora de retornar a la trinchera.
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