Feijóo fracasa en sus expectativas y no suma con Vox, pero defiende su derecho a gobernar

“No hay que perder nunca el centro”, resonó en Génova la voz de un veterano

Alberto Núñez Feijóo en el balcón de la sede nacional del PP en la calle de Génova (Madrid) esta noche.Foto: JUAN MEDINA (REUTERS) | Vídeo: epv

Nadie se lo podía creer en el PP. A medida que avanzaba el escrutinio, los ánimos se iban oscureciendo. “Hasta el 60% no es preocupante. A partir de ahí la cosa se pone fea”, apuntaba un barón cuando empezaron los primeros indicios de que la noche no pintaba bien. Nada era como se esperaba. El partido se había hecho a la idea de una victoria holgada y una suma con Vox asegurada, como les decían todos...

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Nadie se lo podía creer en el PP. A medida que avanzaba el escrutinio, los ánimos se iban oscureciendo. “Hasta el 60% no es preocupante. A partir de ahí la cosa se pone fea”, apuntaba un barón cuando empezaron los primeros indicios de que la noche no pintaba bien. Nada era como se esperaba. El partido se había hecho a la idea de una victoria holgada y una suma con Vox asegurada, como les decían todos sus trackings internos durante toda la campaña, pero según evolucionaba el escrutinio la idea empezó a disiparse. Alberto Núñez Feijóo, que solo una semana antes de las elecciones sostenía en privado que veía posible una mayoría absoluta del PP, vio de golpe cómo se esfumaban sus expectativas. El PP gana las elecciones, pero no suma mayoría absoluta con la extrema derecha, el único pasaporte que tenía seguro a La Moncloa: los populares logran 136 escaños y Vox, 33, lo que les deja a siete escaños de la mayoría absoluta necesaria para la investidura en primera votación. Pese a ello, Feijóo reclamó su derecho a gobernar. “Los españoles nos han dado la confianza. Y también han dicho a todos los partidos que dialoguemos. Como candidato del partido más votado creo que mi deber es abrir ese diálogo para intentar gobernar nuestro país”, proclamó desde el balcón de la sede del PP.

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Feijóo se agarrará a que ha sido la lista más votada para defender que tienen que dejarle gobernar a él, dijo desde el balcón de la sede del PP en la madrileña calle de Génova, casi a voz en grito y con rostro desencajado. “Con toda la humildad, pero con toda determinación, me hago cargo de intentar formar gobierno de acuerdo con la voluntad mayoritaria de las urnas”, defendió el líder del PP. “Pido formalmente que nadie tenga la tentación de volver a bloquear España. La anomalía de que en España no pudiese gobernar el partido más votado solo tiene como alternativa el bloqueo”, incidió. Después, Feijóo instó al PSOE a abstenerse. “Le pido, pues, al partido que ha ganado las elecciones. Le pido al PSOE expresamente y al resto de las fuerzas parlamentarias que no bloqueen España una vez más”. Pero el ánimo entre sus simpatizantes congregados no dejó lugar a dudas. “¡Que te vote Txapote!”, corearon. “¡Ayuso, Ayuso!”, gritaron a la vez que “oa, oa, Feijóo a La Moncloa”, en una equidistancia que lo decía todo.

El PP se aferra a una aritmética casi imposible de conseguir a la vez el voto afirmativo de Vox, PNV, Coalición Canaria y UPN. Fuentes del equipo del líder del PP confesaban entrada la noche que veían más difícil conseguir un voto gratuito de Vox que al PNV.

Sin embargo, algunas baronías populares avanzaban otro escenario: el de la repetición electoral. “Bloqueo y nuevas elecciones. Hay elecciones en Cataluña y los partidos catalanes no van a apoyar a los partidos nacionales”, analizaba un presidente de peso del PP que veía en el horizonte unos nuevos comicios.

Fue una noche de infarto en el PP. “Vamos a sufrir”, reconocía un dirigente cuando todavía no había comenzado el escrutinio. “Madre mía, qué raro veo todo”, apuntaba otro según avanzaba el conteo. Las expectativas eran claramente otras, como hizo evidente la primera declaración de la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, pasadas las ocho y media en la sede del PP, antes de que comenzara el escrutinio. “Va a ser una buena noche electoral”, dijo ufana. “Estamos francamente contentos”. Todo se torció poco después.

El resultado está muy por debajo de las expectativas. Feijóo no esperaba menos de 150 escaños y tenía como objetivo lograr 168 diputados para intentar gobernar en solitario. En la cúpula verbalizaban que bajar mucho de los 150 era una mala cifra. “Con 140, estamos jodidos”, resumía un dirigente refractario a sentar a la extrema derecha en el Consejo de Ministros, pero siempre pensando que la suma con Vox daba una mayoría suficiente para desalojar a Pedro Sánchez del poder. Sin embargo, el impulso del PP en Madrid y Andalucía, donde se casi se duplicaron los resultados de 2019, o en la Comunidad Valenciana, no fue suficiente para compensar los pobres resultados en Cataluña o País Vasco.

Algunas fuentes próximas a Feijóo sí albergaban los últimos días el temor a un escenario de bloqueo. El líder del PP se tiró toda la última semana advirtiendo de que, aunque ganara las elecciones, la izquierda podía estar en condiciones de reeditar el Gobierno. “Los que van a perder la Champions están dispuestos a decir que son más que el ganador. Es una Champions trucada, como siempre”, alertó Feijóo en el mitin de cierre de campaña el viernes en A Coruña.

Nadie sabe muy bien qué ha pasado. Los populares llevaban meses defendiendo en privado que los pactos con la extrema derecha no les penalizaban, que Vox “estaba amortizado” y ya no daba miedo. Tras el resultado, la cúpula empezó a asumir que no había analizado bien el impacto de pactar con la extrema derecha. “Vox contamina”, reconocía un miembro de la dirección popular. “No hay que perder nunca el centro”, resonó en Génova la voz de un veterano.

Los problemas empezaron en la precampaña, marcada por los acuerdos del PP con Vox. Los populares cerraron dos gobiernos de coalición con la extrema derecha, uno muy rápido —la Comunidad Valenciana— y otro más lento —Extremadura—, con Feijóo defendiendo ambos pactos, convencido de que no tenían desgaste y de que el líder socialista estaba mucho más penalizado por sus alianzas. “Sánchez despierta mucho rechazo. Eso no lo levantas en una campaña”, sostenían en la cúpula popular, donde no analizaron bien la fortaleza del PSOE.

Pero el final de la campaña fue aciago. Salvo el debate contra Sánchez, que ganó Feijóo, todo lo demás salió mal. El líder del PP se enredó en un bucle de afirmaciones falsas ―“inexactitudes”, según sus palabras― y versiones cambiantes sobre su amistad hace tres décadas con el narco Marcial Dorado, que terminó justificando porque era “un contrabandista”. Después dejó la silla vacía en el debate a cuatro. “La izquierda se ha movilizado en la última semana”, resumía un barón sobre el giro de guion inesperado que no vieron venir en el PP. Ahora todo se revisará.

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