Unas elecciones hiperbólicas que sorprenden en la dirección prevista
Madrid vive un momento de auge de las derechas tras meses de debate polarizado
Madrid ha votado en unas elecciones que llegaron por sorpresa y que han tenido una campaña tremendamente ruidosa, pero el resultado ha sido el que parecía más probable: Madrid vive un momento de auge de las derechas.
La suma de PP, Vox y Ciudadanos ha ganado por 16 puntos a la izquierda, multiplicando la ventaja que ya lograron en...
Madrid ha votado en unas elecciones que llegaron por sorpresa y que han tenido una campaña tremendamente ruidosa, pero el resultado ha sido el que parecía más probable: Madrid vive un momento de auge de las derechas.
La suma de PP, Vox y Ciudadanos ha ganado por 16 puntos a la izquierda, multiplicando la ventaja que ya lograron en las elecciones autonómicas de 2019. Pensaba que ese empuje de la derecha se matizaría al compararla con las generales de aquel año —cuando ganaron por 10 puntos en abril y por 7 en noviembre—, pero ha sido aún más aplastante.
El auge de la derecha lo sugerían los sondeos. El PP era la primera fuerza entre los abstencionistas; se detectaba un flujo de votantes yendo del PSOE a los populares; y la derecha estaba claramente más decidida a ir a votar. La participación ha subido del 68% al 75%, lo que algunos decían que seguro que beneficiaría a la izquierda, aunque era discutible. No ha sido así en absoluto: en Usera y Villaverde, por ejemplo, la participación subió 10 puntos, pero la derecha pasó de obtener un 37% de los votos a obtener el 44%.
No hubo sorpresas en el bloque de la derecha: Ciudadanos se desvanece y Vox resiste frente a un PP que casi dobla sus votos. Mientras que en la izquierda, el PSOE cumple sus peores presagios: defendía el 27% de votos que logró en todas las elecciones de 2019 en Madrid, pero se hunde 10 puntos.
Pero mi reflexión principal es sobre la polarización. Han sido unas elecciones definidas por una campaña crispada. Ha habido tensión, los eslóganes han sido extremos y los ataques personales. Y sin embargo, los sondeos nunca se movieron. Creo sinceramente que si hubiésemos votado hace dos meses, el resultado habría sido casi el mismo.
Y creo que no debe sorprendernos: un debate hiperbólico a menudo dejará a todos en su sitio, porque nadie convence a nadie desde una trinchera. Los políticos polarizados critican cualquier cosa que digan o hagan sus rivales, e ignoran cualquier idea compartida, de manera que sus críticas se vuelven inocuas: se dan por descontado. Los gritos desde una orilla a la otra son un ruido de fondo al que pocos atienden.
Es una situación peligrosa porque impide rendir cuentas. ¿Qué más da acertar si tus rivales lo criticarán todo y tus partidarios defenderán lo que sea? Los políticos polarizados pueden hacer lo que deseen. Y en esas circunstancias el equilibrio es fácil de predecir: la mayoría se comportará peor, porque eso es casi siempre lo más fácil.
Llevamos años hablando de la creciente polarización de Estados Unidos. Decimos que allí hay dos esferas con sus propias ideas y hasta sus propios hechos, como si en lugar de compartir un país, con sus virtudes y defectos, habitasen dos mundos diferentes que se entrecruzan cuando cambia el Gobierno. No sé si Madrid y España han llegado tan lejos, pero estoy seguro de que nuestra política durante y después de la pandemia ha caminado en esa dirección.
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