‘Wolfy’, el perro que surfea para llevar comida a su refugio
La protectora en la que vivió el can pastor recibe los sacos de pienso del premio europeo celebrado en Asturias, donde también venció la perra adoptada ‘Gala’ en categoría individual
Dice José Mendiola, el humano que vive con Wolfy, que su perro es un “pastor pigmeo de las arenas (y las olas)”. Lo dice medio en broma, pero la gente se lo toma en serio en cuanto ve manejarse al can por la playa de Patos (Nigrán, Pontevedra) o por alguna de las del norte de Portugal donde ambos practican surf y paddle surf todas las semanas. Wolfy, que en ...
Dice José Mendiola, el humano que vive con Wolfy, que su perro es un “pastor pigmeo de las arenas (y las olas)”. Lo dice medio en broma, pero la gente se lo toma en serio en cuanto ve manejarse al can por la playa de Patos (Nigrán, Pontevedra) o por alguna de las del norte de Portugal donde ambos practican surf y paddle surf todas las semanas. Wolfy, que en Os Biosbardos, el refugio canino del que salió en adopción, se llamaba Balto, parece un pastor alemán en versión abreviada, de solo 25 kilos. Pero Mendiola, Mendi, sospecha que en su ADN hay todo un cóctel de razas inteligentes de perros de trabajo: “Yo creo que es un border collie disfrazado, pero debe de tener algo de pastor belga malinois y hasta de podenco”. Lo que está claro es que el medio natural de este can y de su humano es el agua, y es difícil medir cuál de los dos disfruta más pastoreando las olas. Wolfy se convirtió a finales de mayo en el campeón en categoría tándem en el segundo Campeonato Europeo de Surf Canino Dingonatura, celebrado en la playa asturiana de Salinas. En modalidad individual, en la que el can va solo sobre la tabla, impulsada previamente por el dueño, se proclamó vencedora por segundo año consecutivo Gala, la perra —también abandonada y adoptada—de Jorge Sánchez Cuervo, que trabaja como monitor de surf en el arenal del concurso.
Wolfy, de cuatro años, surfea de manera natural; nadie lo forzó, empezó a hacerlo porque quería acompañar a José Mendiola, que también fue profesor de este deporte hasta que casi perdió la vida en un accidente. “A los perros, por lo general, no les gustan las olas. Les pasa como con algunos niños, que les resultan imprevisibles y no los controlan. No entienden por qué esa masa de agua se mueve y hace ruido”, explica este surfista vigués. “A Wolfy lo adopté con ocho meses, me acuerdo de que aún no tenía huevines y en Os Biosbardos tuve que dar mi compromiso de que lo castraría cuando creciese. Poco a poco empezó a mojarse, a nadar... lo llevaba de paseo en paddle surf hasta que quiso saltar a mi tabla”, relata. Tres años después, el perro pastor de olas nada más rápido que su propietario, que fue jugador de waterpolo, y entre las proezas del cánido está la de “haber cruzado a nado el Miño”, donde el río hace frontera entre Galicia y Portugal.
La semana pasada, Wolfy regresó al refugio para canes abandonados del municipio pontevedrés de Ponteareas, pero solo de visita. Acudió para participar en la entrega oficial de los sacos de pienso (375 kilos) de Dingonatura que formaban parte de su premio, porque la marca ofreció a los vencedores elegir a qué institución donar los millares de raciones del galardón que reciben junto a su copa de campeones. Gala hizo lo mismo con los que le correspondían a ella como reina de la tabla: el pienso que se ganó fue donado a la organización Mundo Vivo, en Oviedo. La fundación de la firma española de alimento para perros y gatos lleva a cabo varias iniciativas solidarias: como la del campeonato de surf, un evento nada extraño en Estados Unidos o Australia, pero novedoso en el viejo continente; o como las expediciones al Ártico, la enésima este mes de julio, con chicos que han superado un cáncer.
El humano caza la ola y luego el perro debe cabalgarla, jugando con su centro de gravedad, levantando a veces una pata, retrocediendo o avanzando la cabeza fuera de la tabla. “En la antigua Grecia había un surfista muy conocido llamado Arquímedes”, bromea Mendi para hacer comprender la importancia de la distribución de pesos en este deporte. En la modalidad tándem, el humano pilota y el can equilibra. En la disciplina con perro solo, la persona es también quien coge la ola y empuja, después el perro recorre un tramo solo y al final de la espuma su acompañante bípedo le espera de nuevo. En Salinas de Castrillón, Wolfy se clasificó tercero en esta prueba, por detrás de Gala y Kokun y por delante de Suki... En total, no llegan a 20 los perros que participan en estos torneos en España, pero el acontecimiento despierta expectación, y después las grabaciones surfean también en el océano de internet. Las peripecias de Wolfy sobre las olas fueron inmortalizadas y musicadas por Joe Lamota —amigo de los perros y también de un zorro que llama a la puerta de su casa de Lugo— en un vídeo de casi 14 minutos.
‘Gala’ reina en Salinas
Gala, de cerca de tres años, es la primera perra campeona de Europa de surf. Lo hizo en mayo de 2022 y lo volvió a hacer un año después. “Apareció de cachorra tirada debajo de un coche”, rememora Jorge Sánchez, “era Navidad... estábamos con la borrasca Filomena, y Sara, mi pareja, y yo vimos el anuncio que sacó la protectora”. Gala esperaba su adopción en un piso de acogida, y los monitores de Salinas Surf Camp, la escuela de la calle Clarín, 38, se la llevaron a casa. “La academia da clases todo el año, y como era invierno, la época en la que los perros pueden ir a la playa, Gala iba siempre con nosotros”, explica el entrenador. “Poquito a poco se fue metiendo en el agua, jugando en los charcos y después con las olas. Ni un año tenía cuando se subió a la tabla por primera vez y la empujé... ahora es ella la que busca la tabla y pega el salto”, cuenta su dueño.
Visto el inesperado resultado con Gala, que según sospechan es un cruce de dos razas de caza poco playeras (sabueso suizo del Jura y black and tan coonhound), Sánchez Cuervo ya se está planteando dar clases dirigidas a propietarios de canes, en las que enseñarles cómo adentrar a sus perros en el mar. Los jueces de las pruebas desplegadas en Salinas evaluaban la duración, la técnica, la confianza, el estilo, la dificultad de la ola surfeada y también lo que disfrutaba el perro como pez en el agua. Gala y Wolfy fueron proclamados los mejores, cada uno en su modalidad.
Una batalla diaria contra la epilepsia
El caso es que ese maestro del equilibrio y la distribución de pesos llamado Wolfy es, además, una pieza clave en la recuperación de Mendiola, que en 2015 permaneció 40 días en coma tras un accidente en el que perdió masa cerebral. El surfista (y psicólogo de profesión) sufrió una fatal caída hacia atrás, por la rotura de una correa, mientras recogía material en el muelle de Santa María de Oia (Pontevedra), donde tenía su propio club de surf. “Estaba la marea baja y di contra el fondo; rompí el bazo, siete costillas y la cabeza”, enumera, “el ruido fue tan fuerte que la gente pensó que habían chocado dos barcos”. El daño cerebral “afectó al área de la planificación y de la memoria”, y desde entonces es epiléptico. “Lo que para todo el mundo es bueno, para mí es obligatorio”, explica: “Gracias a la medicación, al ejercicio, al descanso y a una vida muy estructurada llevo tres años sin tener crisis generalizadas de epilepsia”.
En el momento del accidente, vivía su anterior perro, Lupo, al que no le gustaba nada el agua. Pero Wolfy, adoptado hace algo más de tres años, le salió “muy acuático”, celebra el deportista. Aunque no siempre que van a la playa quiere subirse a la tabla. “Le gustan las olas ordenaditas, esas que él puede ver venir; largas paredes limpias, como a cualquier surfista. Si el mar está revuelto o llueve, prefiere no salir del coche, y hay días que si un niño le lanza un palo le apetece más jugar a eso” que zambullirse en el mar, reconoce Mendi: “Lo importante es no forzarlo. Él se comunica conmigo con la mirada, y yo le entiendo”.