Cuando las musas son las aceras

Madrid ha inspirado abundantes canciones, alguna de ellas mítica. Intentamos desentrañar

Leiva y Rubén, de Pereza, saltando en un asfalto que antes de ser famosos pintaban.

Algo tendrá Madrid cuando la cantan. Incluso gente que –en consonancia con la idiosincrasia de estas calles– vio la primera luz de este mundo muy lejos de esta Villa y Corte. Hemos ido a parar en una ciudad con filo, de las que deja huella: a veces escuece, pero nunca suscita indiferencia. Ofrecemos aquí una primera selección de cinco odas a Madrid y las claves que las motivaron. Antes de que nos azucen los cánidos: sí, sabemos que hay muchas otras. El próximo lunes, de hecho, les contaremos más.

Madrid 1983, de Miguel Ríos

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Algo tendrá Madrid cuando la cantan. Incluso gente que –en consonancia con la idiosincrasia de estas calles– vio la primera luz de este mundo muy lejos de esta Villa y Corte. Hemos ido a parar en una ciudad con filo, de las que deja huella: a veces escuece, pero nunca suscita indiferencia. Ofrecemos aquí una primera selección de cinco odas a Madrid y las claves que las motivaron. Antes de que nos azucen los cánidos: sí, sabemos que hay muchas otras. El próximo lunes, de hecho, les contaremos más.

Madrid 1983, de Miguel Ríos

(de El rock de una noche de verano, 1983)

Algunos acaso no la recuerden, pero es una instantánea valiosísima de aquel Madrid de la Movida, con sus alusiones a la sala Rock-Ola, los “nuevos grupos espídicos y acelerados” y las radios que se atrevían a emitir maquetas de bandas recién nacidas. Impresiona repasar los créditos: la letra la asume el propio Ríos junto a su amigo Sabina, mientras la música (y de ahí su deje heavy) es cosa del bueno de Salvador Domínguez, artífice de dos bandas muy melenudas, Banzai y Tarzen, y más tarde autor de celebérrimos manuales para aprender a tocar la guitarra eléctrica. Fue un año de gloria para Ríos, aunque imposible igualar el impacto de Rock & Ríos, su gira inmediatamente anterior.

El rey del rock español, Miguel Ríos, en un momento de su gira 'El rock de una noche de verano' en los años 80.PABLO JULIÁ

Yo me bajo en Atocha, de Joaquín Sabina

(de Enemigos íntimos, 1998)

El himno matritense de Sabina para el siglo XXI –“Pongamos que hablo de Madrid ya estaba desfasada”– nació, como tantos otros, en la casa del cantautor, calle Relatores, a partir de un kilométrico poema al que los guitarristas Antonio García de Diego y Pancho Varona le encontraron música en una sesión muy provechosa. “Acabo de reescuchar la primerísima maqueta”, nos confía Varona, “y el verso ‘La primavera sabe que la espero en Madrid’ era antes ‘Todavía queda un sitio que se llama Madrid’. Pero a Joaquín ya se le nota eufórico”. Por eso no pudo esperar a un disco propio y la incluyó en aquel álbum a medias con el argentino Fito Páez, del que enseguida ambos renegaron. El original es tan extenso que Joaquín acostumbraba a recortarle dos estrofas en directo. Últimamente solo la canta en Madrid, pero íntegra. Y también le sigue siendo fiel a la fabulosa A la sombra de un león, que le regaló a Ana Belén en 1988 y relata la historia de un hombre enamorado de… la Cibeles. Sabina terminó la letra (“y chocó contra el Banco Central”) de madrugada y tomó un taxi hasta la plaza solo para cerciorarse de que el Banco de España se encontraba efectivamente allí. Cosas de la vida cotidiana unos cuantos añitos antes de Google Maps.

Vuelvo a Madrid, de Ismael Serrano

(single, 2003)

Un fresco precioso, y no muy divulgado, de un Lavapiés hospitalario en plena “explosión de color”: locutorios, darbukas, incienso y el murmullo del transistor; La Paloma, Casa Dani, la lavadora del vecino y Los Chichos colándose entre la ropa tendida. El barrio adoptivo de un vallecano que aún recuerda sus incursiones infantiles en el centro. “De niño me producía fascinación que mis padres me llevasen por la Gran Vía, que me parecía un lugar exótico, o de compras por el centro. Y mis primerísimos conciertos no fueron ni siquiera en Libertad 8, sino en la sala Nuevos Juglares, en la calle Cervantes”. Serrano quiso aquí resaltar de Madrid su condición “resistente”. “En la letra menciono el No pasarán, pero hoy añadiría el 15-M, los aplausos en los balcones y las caceroladas contra la corrupción”.

Madrid, de Pereza

(de Animales, 2005)

La de “Eres mi rincón favorito de Madrid”, para los despistados. “Es una canción autobiográfica basada en hechos reales, como las películas de Antena 3”, se carcajea al otro lado del teléfono su autor, Rubén Pozo, que inmortalizó lugares y rincones donde paseaba y tomaba cervezas con “cierta pareja”: la sala Siroco, Tirso de Molina, Antón Martín… y Casa Paco. “No me refería a la famosa taberna para turistas, sino a un bar de viejos, dicho con todo el respeto del mundo, en la calle Huertas”. Muchos de los éxitos de Pereza llevaban la rúbrica de Leiva (suya era Lady Madrid, del disco Aviones, sin ir más lejos), pero Madrid enamoró al instante. “Alguien me dijo que era un chotis moderno, y me gustó como halago. Creo que la clave está en ese acento mío nada impostado, ese ejque genuino…. Y en el duelo de guitarras entre Leiva y yo, con Nigel Walker, el productor, entre los dos en el estudio”.

Madrid, de Xoel López

(de Sueños y pan, 2017)

“Madrid, no sé si me abrazaste o me engulliste”. Ah, las consabidas disyuntivas del noroeste. Xoel López, coruñés del 77 pero vecino del Foro desde hace dos décadas largas, formula esta declaración de “amor a la gallega”. Y asume: “La ciudad y yo tenemos una relación seria y eterna, pero no es un amor ciego”. Un detalle insólito: Madrid es la única canción en la discografía de López (que en primavera publica su decimoquinto álbum) nacida por encargo, ya que surgió para una feria promocional en Guadalajara (México) que no alcanzó mayor repercusión. Al principio era “más rápida, urbana y de frases largas, como de rock argentino”, pero acabó simplificándose y “sonando más pop, como en los años de Deluxe”. Como buen autor periférico, Xoel menciona el Puente de los Franceses, referencia mítica de entrada desde Galicia.

Un joven Xoel López en Madrid.ÁLVARO GARCÍA


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