La biblioteca de Jose María Calleja, al alcance de cualquiera: su hijo la dona a una librería de segunda mano
Más de 1.500 libros del periodista y escritor fallecido el 21 de abril por coronavirus se venden a tres euros cada uno y a cinco euros cada dos ejemplares
Un hombre entra en la librería con una maleta negra de ruedas y una mochila verde. “Buenas tardes. Vengo por lo de Calleja”. Una mujer. “¿Tienen los libros de José María Calleja?”. Otra. “¿Los libros de Calleja, por favor?”. Todos llegan con la misma determinación y objetivo. El dependiente va indicando. “Ahí, todos esos”. Señala las estanterías de Historia, Política y Filosofía. Y frena en la puerta a otros clientes. “Por favor espere fuera, el aforo está completo. Máximo seis personas dentro”. Unos y otros revolotean agachándose y alzándose para ir recorriendo a diferentes alturas con la mir...
Un hombre entra en la librería con una maleta negra de ruedas y una mochila verde. “Buenas tardes. Vengo por lo de Calleja”. Una mujer. “¿Tienen los libros de José María Calleja?”. Otra. “¿Los libros de Calleja, por favor?”. Todos llegan con la misma determinación y objetivo. El dependiente va indicando. “Ahí, todos esos”. Señala las estanterías de Historia, Política y Filosofía. Y frena en la puerta a otros clientes. “Por favor espere fuera, el aforo está completo. Máximo seis personas dentro”. Unos y otros revolotean agachándose y alzándose para ir recorriendo a diferentes alturas con la mirada los lomos de los libros. Pero todos se concentran ante las mismas baldas. “La distancia de seguridad en esa parte de la tienda va a estar complicada”, añade con media sonrisa el responsable del establecimiento.
El goteo de clientes a la caza y captura de ejemplares de la biblioteca de José María Calleja (León, 1955), periodista, escritor y profesor universitario, es pequeño porque el estado de alarma así lo impone. Pero incesante. Hace apenas un par de horas que ha saltado a Twitter que un hijo de Calleja, fallecido a los 64 años por coronavirus el pasado 21 de abril -este jueves hace un mes-, ha donado a la librería Re-Read del Paseo General Martínez Campos de Madrid unos 1.600 de sus libros. El tuit de un reportero de EL PAÍS, con la dirección del establecimiento, ha corrido como la pólvora. También el precio: uno, tres euros; dos, cinco euros.
Algunos guardan en el vientre de sus páginas una tarjeta de visita, aquel papel con el teléfono del abogado, el sello de la librería Lagun de San Sebastián, objetivo habitual de ataques proetarras. Dentro de Presidentes, de Victoria Prego, permanece hasta ese billete de Talgo de Palencia a Madrid Chamartín del 17 de diciembre de 2000 a las 18.14 horas en el asiento 32P por el que Calleja pagó con su tarjeta de crédito 15,32 euros / 2.550 pesetas. “Para José María Calleja, fantástico periodista –y en muchos frentes- tan culto como vital y valiente, un fuerte abrazo. Madrid 3 de octubre de 2000”, se lee en la dedicatoria manuscrita y firmada por Ramón Irigoyen en su libro Las anécdotas de Grecia. Macedonia de humor.
La variedad salpica los estantes. De Aristóteles a Manu Leguineche; de Marcelino Camacho a Alfonso Ussía; De Julio Caro Baroja a Juan Carlos Monedero; de Baltasar Garzón a José María Aznar; de Mario Onaindia a Mijaíl Gorbachov. Mucho conflicto vasco, mucho periodismo, mucho ensayo. Algunos aparecen subrayados, con anotaciones, círculos… disfrutados. Otros con el lomo intacto.
“Lo vi en numerosas ocasiones en San Sebastián con sus escoltas”, recuerda del periodista amenazado por ETA y preso antifranquista durante unos meses el politólogo vasco Román Echániz, de 38 años. Echániz creció en San Sebastián cuando ETA trataba de imponer su ley con tiros, bombas y extorsión. En cuanto se ha enterado de que la biblioteca del periodista ha acabado al poco de fallecer en la franquicia low cost Echániz no se lo ha pensado y ha acudido. “Calleja ha tenido detractores y cometió errores, sí, pero me quedo con su compromiso político fuera de toda duda”. El politólogo escudriña libro a libro. Muchos los tiene, muchos los conoce. Pero va pescando y poco a poco va creciendo en el suelo el montón de los que se va a llevar.
Miguel González, de 38 años, abrió Re-Read el pasado 30 de diciembre. Es conocido de uno de los hijos del periodista fallecido, que no vivía lejos de donde se encuentra la librería. Tras la limpieza de la casa de José María Calleja, quedaron un día y fue a recoger los libros. “Me los regaló. Me pude traer todo menos los libros escritos por el propio Calleja y los de Stefan Zweig”.
El terrorismo y el periodismo sirven de nexo de unión a los que acuden a la sede de Re-Read de Martínez Campos. Desde periodistas del País Vasco a contar la venta de libros pasando por antiguos compañeros de la televisión hasta miembros del Observatorio Internacional de Estudios sobre el Terrorismo. Laura López, periodista de 39 años de La Sexta, coincidió con Calleja de 2008 a 2010 en CNN +. Se lleva varios libros de un tema que le interesa mucho: ETA. “Es maravilloso poder llevarse esto con la dedicatoria, los subrayados de José Mari y sus anotaciones”.
González volvió abrir este lunes tras las restricciones del estado de alarma y pasa la tarde del miércoles sorprendido. No para de responder a llamadas de teléfono de personas interesadas y de otras sedes de la franquicia en la capital. Reserva obras a través de las redes sociales y atiende a los que acceden al interior de la librería, casi todos interesados en lo mismo: los libros de la biblioteca de Calleja. “Desde el lunes se han vendido unos 150”. “Todos han pasado la cuarentena”, comenta para explicar que los libros han purgado días antes de saltar a las estanterías. Miguel todavía no ha sacado todos. Calcula que tiene medio millar en el almacén del sótano. Mucho de ello, ensayo. “Dame alguna sorpresa que vuelvo”, comenta expectante Echániz al pasar por caja.
Al final este especialista en terrorismo y yihadismo se lleva siete libros. Paga 18 euros con una mezcla de satisfacción y dolor. “Mal negocio esta cultura a precio de saldo”. Entiende que, más allá de su valor documental, la biblioteca de Calleja debería estar en un lugar como el Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo, una Fundación dependiente del Ministerio del Interior con sede en Vitoria. También en Twitter hay quien se pregunta que cómo han acabado vendiéndose de esta forma los libros. Román Echániz guarda su tarjeta de crédito en la cartera. No ha comprado tanto como para llenar su maleta de ruedas. Pero sí la mochila. Promete volver.
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