Madrid, una capital contra las bicis: "No salimos del agujero negro”
El alcalde prohibirá aparcar en las aceras a partir de 2021. Asociaciones, políticos, expertos en movilidad y decenas de usuarios relatan la actual situación de las dos ruedas en la capital
Un coche atropelló a una de las reinas del asfalto de Madrid hace dos meses. Y Mayerlin, aún con el susto en el cuerpo, todavía pedalea 12 horas al día. A sus 23 años esta venezolana vive de los recados, de las comandas que les envían los usuarios con el móvil desde el sofá de casa, de llevar una mochila pesada en la espalda. Es mensajera. O rider. El trabajo suena mejor en inglés, pero la realidad demuestra que es curro precario, surgido al acorde de la precarización de los nuevos tiempos. Mayerlin dice que los coches en la capital son un desastre. Que los carros, como ella les llama, ...
Un coche atropelló a una de las reinas del asfalto de Madrid hace dos meses. Y Mayerlin, aún con el susto en el cuerpo, todavía pedalea 12 horas al día. A sus 23 años esta venezolana vive de los recados, de las comandas que les envían los usuarios con el móvil desde el sofá de casa, de llevar una mochila pesada en la espalda. Es mensajera. O rider. El trabajo suena mejor en inglés, pero la realidad demuestra que es curro precario, surgido al acorde de la precarización de los nuevos tiempos. Mayerlin dice que los coches en la capital son un desastre. Que los carros, como ella les llama, no respetan nunca a los ciclistas. “Te apuran, se te echan encima todo el rato. ¡Se creen dueños de la calle y lo demuestran con rabia!”. Su bici, que además era-y es- su medio de trabajo, quedó casi hecha añicos en aquel golpe. Su experiencia con el sillín durante el año que lleva en Madrid es demoledora
¿Qué pinchazo tiene Madrid con las dos ruedas? Algo sucede. La capital de España nunca ha abanderado una apuesta seria por este medio de transporte sostenible. Más allá de las típicas fotos de precampaña electoral, las bicicletas tampoco han sido un maillot en los despachos del Palacio de Cibeles. Independientemente del color político, los pedales siempre se han movido a remolque, en el último piñón de la movilidad. Sus avances se mueven a velocidad de tortuga. Las últimas etapas hablan por sí solas. Hay carriles que se desmantelan para que vuelvan a ser propiedad de los coches. Hay nuevas rutas, como la vía roja que inauguró Manuela Carmena en la calle de Atocha, que terminan en mitad de la carretera, sin ninguna explicación. Hay otros que no llevan a ninguna parte. Por si fuera poco, hace unas semanas el alcalde José Luis Martínez-Almeida declaró la guerra a los ciclistas con un anuncio inesperado. Las bicis no podrán aparcar en las aceras y tampoco podrán atravesar los túneles desde el año que viene. La realidad es distinta. Un simple paseo por cualquier calle demuestra que las aceras son propiedad de las motos grandes y... de las motos pequeñas. Encontrarse con una bici aparcada interrumpiendo el tráfico de los peatones es prácticamente un milagro.
Iván, 46 años: "En la acera tengo siempre seis motos"
Iván Villarubia, urbanista y consultor de 43 años, comenzó a moverse en bicicleta hace diez años, cuando la empresa donde trabajaba cambió de sede y el transporte público dejó de ser una opción cómoda. “Lo decidí cuando me di cuenta de que me ahorraba 20 minutos por trayecto. Al principio circulaba con mucho respeto, pero en realidad es mucho más fácil de lo que me había imaginado y ese miedo es lo primero que se te quita”.
“Ahora, aunque trabajo desde casa, uso la bicicleta para ir a todos lados pues vivo en una zona muy cómoda donde es fácil llegar a cualquier sitio en bicicleta. Sé que no es lo mismo vivir en Alcalá de Henares y tener que irte a Móstoles al trabajo, aunque ahí está la opción de combinar bici y transporte público también”, señala. Para Villarubia moverse en bici es tan ameno que lleva a sus dos hijos montados de manera segura en la bicicleta con él y hace todos los días el trayecto de 15 minutos desde su casa al colegio de los niños por la mañana y por la tarde.
La pasión que siente Villarubia por las bicicletas hace que la reciente ordenanza adelantada por el Ayuntamiento de Jose Luis Martínez-Almeida le moleste profundamente, pues tilda de cínica la idea de prohibir a las bicicletas aparcar en las aceras porque supuestamente ocupan demasiado espacio, cuando las motos claramente molestan más, alega. “Una simple mirada a la acera lo demuestra: seis motocicletas aparcadas y solamente mi bici particular. Me da tanta rabia: tenemos un elefante en la cacharrería y el problema es el de la esquinita. Yo solo me lo puedo explicar con que no se va a arriesgar a darle beneficios a los ciclistas, que no llegamos ni a un uno por ciento, porque pierde apoyo. Pero ni siquiera tendría que hacer eso, lo único que tiene que hacer es no hacerle la vida más fácil a los coches. Ponle los costes que tiene y ahí la bici compite de manera natural”.
“¿Hay un problema de estacionamiento masivo en las aceras? No. ¡Si solo hay motos!”, cuenta Fernando García, del Carril Bici Castellana. “Esto es un ataque directo a la movilidad sostenible. Es buscar problemas donde no los hay”. Miguel de Andrés, de la Asociación Madrileña Pedalibre, se viene abajo. “No salimos del agujero negro. Estas medidas van en sentido contrario a la bicicleta. Aquí los ayuntamientos arremeten continuamente contra la bici. ¿Por qué no nos fijamos en París, que también tenía poca infraestructura ciclista y ahora ha cambiado el modelo?”.
La alcaldesa Anne Hidalgo dio un giro a la ciudad de la Torre Eiffel en el pico de la pandemia. Suprimió de cuajo 50 kilómetros de vías a los coches y se los dio a los ciclistas. Por implicarse, allí se implicó hasta el presidente Macron, que desde mayo concede un cheque de 50 euros a los vecinos que tengan una bicicleta vieja por reparar. “El confinamiento debe marcar un paso adelante para la cultura de la bicicleta”, dijo la ministra francesa de Transición Ecológica. La vie en rose. En Madrid, mientras tanto, ni rastro.
Antes de que el bicho cambiara el modo de vida, aquí los desplazamientos con dos ruedas no llegaban ni al 1%. La pandemia, según las asociaciones de ciclistas de la capital y los expertos en movilidad urbana, era el momento perfecto para promover su uso. Así fue durante las primeras semanas de la desescalada. La Gran Vía, el Paseo del Prado, la Castellana y las principales calles se inundaron de bicis. Madrid se transformó en un santiamén. De repente, como si fuera un arcoíris, familias, jóvenes, niños, adolescentes y mayores ganaban espacio a los coches. Era una imagen histórica.
No era casual. Los madrileños respondieron al modelo establecido con cifras. Las tiendas de bicis dispararon sus ventas en mayo y junio entre un 30% y un 40%. La vuelta al cole ha sido mejor aún. La primera tienda de bicicletas de segunda mano de la capital ha multiplicado sus números hasta en un 50%. “Es una pasada. Ahora vendo una media de 120 bicis al mes”, cuenta José Luis Martínez, propietario de Somos Recycling. Martínez llegó a enviar un burofax al dueño del local en abril. Le dijo que seguramente cerraría tras el confinamiento. Ahora raro es el día que no tiene una hilera de clientes en la tienda. Pedalea como nunca.
Como BiciMad. La empresa pública de alquiler de bicis que nació en 2014 sube hoy como la espuma. Se usa un 14% más que hace un año. Es más, el último informe de movilidad del Ayuntamiento publicado hace solo una semana habla de unos datos inauditos. El transporte público ha caído a la tercera posición por primera vez. El miedo a subirse al Metro en mitad de un virus mundial es un hecho. Las bicis se han colocado justo detrás del coche privado. Solo falta el empujón político, pero apenas hay avances.
Sami, 21 años: "En Madrid no hay cultura de bicis"
Sami Otazu, madrileño de 21 años, se compró su bicicleta hace un año de segunda mano a través de Wallapop por unos 130 euros, después de ser usuario de BiciMad durante varios años. Decidió empezar a moverse en bici, además de por salud y por el medio ambiente, para poder hacer del transporte una experiencia disfrutable. “Me gusta poder hacer rutas interesantes, tener estímulos visuales mientras hago ejercicio y pasear por la ciudad en bici sin el propósito necesariamente de ir aquí o allá, aunque también la uso para desplazarme siempre que puedo”.
Sin embargo, el viaje a la universidad, el trayecto rutinario de este estudiante de musicología y filosofía en la Universidad Autónoma, es inviable hacerlo todo en bici por la distancia, pues él vive en Pirámides, al sur de la ciudad. “En ocasiones me llevo la bicicleta en la Renfe porque subir hasta allá sería todo cuesta arriba y me tocaría ir por caminos sin asfaltar y demás; pero en la mayoría de los trayectos dentro de la ciudad ir en bici es más rápido y más interesante que en transporte público”.
Para Sami el principal problema para la masificación de la bici en Madrid es la infraestructura. Aunque él ya se siente cómodo transitando entre coches y autobuses, reconoce que a cualquiera le da miedo compartir la carretera con los vehículos. Personalmente, sin embargo, el obstáculo que impide que Sami utilice la bicicleta para todos sus trayectos es un tema de seguridad. “Tal vez es porque en Madrid no hay cultura de bicis, pero no es seguro dejarla atada afuera. Entonces no puedo ir a un sitio y despreocuparme completamente, estoy siempre pendiente de ella; lo he visto mucho, bicicletas atadas sin sillín, sin manillar, sin ruedas... es muy fácil que te la roben”.
El Ayuntamiento lanzó este mes BiciMadGo. 450 bicicletas sin anclaje a un precio muy superior al del resto del mercado. Seis euros por un paseo de 30 minutos. A esto se suma la situación de la plantilla. Los trabajadores de BiciMad están hartos. Se han comprado más bicis, pero las conservan los mismos empleados. La calidad, según decenas de usuarios consultados, ha empeorado en estos últimos meses. “Es imposible moverse con la bicicleta por Madrid. El Gobierno de Almeida está dejando hundir BiciMad”, denuncia la portavoz de Más Madrid, Rita Maestre. “Es una persecución absoluta contra la bici. Todas las crisis se pueden convertir en una oportunidad y el Ayuntamiento ha decidido hacer una campaña contra la bici”, insiste la concejal socialista Mercedes González.
Carlos, un mecánico de la empresa BiciMad, dijo hace cuatro días al canal 404 que la situación es insostenible. “Tienes que hacer casi magia para que una bici funcione. No tenemos materiales ni gente”. Los trabajadores convocaron una "bicifestación” este jueves frente al Ayuntamiento. Más datos. La última encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios a 4.194 ciclistas de Bilbao, Valencia, Sevilla, Barcelona y Madrid otorgan un suspenso a la capital en infraestructuras. La peor de todas.
Al contrario de lo que sucede en el resto de capitales europeas o de las grandes urbes españolas, la ciudad no cuenta con vías ciclistas. Un kilómetro por cada 100 de vía pública; 15 veces menos que Bilbao, Sevilla o Barcelona. Madrid va en dirección contraria. Apuesta por los ciclocarriles. Aquí el ciclista comparte las avenidas con los coches. Es decir, que los vehículos deberían circular como mucho a 30 kilómetros por hora si tienen a una bici delante. Casi nadie lo cumple. Un peligro que los ciclistas siempre han denunciado. La mayoría de estudios de movilidad apuestan por los espacios segregados. Un carril propio y separado. Sevilla, por ejemplo, creó una red extensa y la movilidad a pedales se disparó de golpe hasta el 7%.
“Madrid no ha demostrado todavía que cree en el proyecto de la bici”, cuenta la arquitecta Belén Moneo, que ha participado en las mesas de movilidad del Ayuntamiento. “No es por falta de conocimiento técnico. Es un tema político”, observa Esther Anaya, profesora de la Imperial College de Londes especializada desde hace décadas en movilidad urbana sostenible. “Ciudades con menos espacio que Madrid están reservando espacio para las bicis, pero en Madrid se prioriza siempre a los coches. Se viene una crisis encima y los ciudadanos quieren moverse de forma autónoma, barata, accesible. Ahora es el momento. Si se quiere, se puede”.
Alejandra, 16 años: “La mayoría de los institutos no tienen una zona para aparcar las bicis
Alejandra García, de 16 años, tiene suerte porque en su instituto hay un lugar seguro para dejar las bicicletas y en su casa, aunque la guarda en el pasillo junto con las de los otros miembros de su familia, no estorba y “además queda bonita”, dice. Sin embargo, cree que los colegios tienen un papel fundamental para promover el uso de la bicicleta en su generación. “La mayoría de los institutos no tienen una zona para aparcar las bicis y eso es un primer paso importante. Pero también deberían informar más y hacer una campaña para que se vea como una alternativa real. Mucha gente tal vez le da miedo moverse en la calzada, pero no es nada a lo que tenerle miedo; es verdad que las primeras veces hay que estar muy concentrado, pero es solo práctica”.
A pesar del aumento del uso de la bicicleta, Alejandra es la única que va al instituto pedaleando, pero eso probablemente tenga que ver con la influencia de su padre, que reemplazó el coche por la bici hace más de una década. Para otros jóvenes la posibilidad se ve más lejana, dice. “La gente no lo considera como una opción porque no se habla de ella. Nadie les ha dicho que pueden ir y tampoco se ve; y hasta que no lo ves, pues, tampoco te lo planteas”.
Alejandra decidió este verano comenzar a hacer los casi cuatro kilómetros de trayecto a clases en bicicleta este curso. “El instituto me quedaba más lejos, entonces ya no podía ir caminando y el transporte público, ahora con la pandemia, tiene demasiada gente. También tardo menos, 18 minutos, mientras que en bus es media hora. Además es una ruta muy agradable; es lo ideal para soltarme más y comenzar a moverme con más libertad”.