Los cribados masivos de antígenos: ni masivos ni eficientes ni rentables

Los expertos avalan su eficacia en urgencias hospitalarias, atención primaria y residencias, donde la Comunidad de Madrid los usa desde hace dos meses

Los sanitarios realizaban test de antígenos en el centro de mayores de la plaza de la Remonta, en Tetuán, el 11 de noviembre.Fernando Alvarado (EL PAÍS)

El 30 de septiembre, el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso comenzó el uso de test de antígenos para cribados masivos en población general, mucho más baratos (4,5 euros) que una PCR (alrededor de 18 euros) y mucho más rápidos en dar resultados, alrededor de 20 minutos. Desde entonces, 1,3 millones de ciudadanos han sido convocados en 29 municipios, pero menos de un tercio ha acudido y de las 403.373 pruebas que se han hecho hasta ahora, han salido 1.513 p...

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El 30 de septiembre, el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso comenzó el uso de test de antígenos para cribados masivos en población general, mucho más baratos (4,5 euros) que una PCR (alrededor de 18 euros) y mucho más rápidos en dar resultados, alrededor de 20 minutos. Desde entonces, 1,3 millones de ciudadanos han sido convocados en 29 municipios, pero menos de un tercio ha acudido y de las 403.373 pruebas que se han hecho hasta ahora, han salido 1.513 positivos. Por el contrario, donde sí resultaron eficaces fue en su uso para sintomáticos en los centros de atención primaria, urgencias hospitalarias y residencias.

Los expertos sostienen que estas pruebas no están indicadas para la población general ni son eficientes para el control de la pandemia. “¿Para qué sí sirven?”, pregunta Fernando García, epidemiólogo y portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública: “Para lo que sí están indicados porque se ha estudiado previamente que sí funcionan”. En entornos con una previsible alta prevalencia, como las urgencias hospitalarias, la atención primaria y las residencias de mayores; para personas con síntomas en los primeros cinco días de evolución de la enfermedad, además de contactos estrechos y población vulnerable o expuesta, como los trabajadores sanitarios. “Ahí sí, y la Comunidad lo hizo bien adelantándose a la compra de estos test y poniéndolos en marcha donde tenían que ponerse, pero no en los cribados. Estos datos demuestran que sirven de poco en el control de la pandemia”, dice García, que se refiere a que de los 75.009 nuevos casos diagnosticados desde ese 30 de septiembre, los resultantes de estos testeos suponen el 2%.

Un 0,17% de positivos en Torrejón o Morata de Tajuña, un 0,30% en San Martín de Valdeiglesias o el 0,40% de Madrid son, para García, uno de los indicadores de por qué el uso de antígenos en los cribados. “tal y como está planteado, no tiene sentido”: “Cuando se aplica indiscriminadamente, se tiene la sospecha de que la sensibilidad baja mucho. Es algo que aún no se ha estudiado y es otro motivo para no usarlos donde no corresponde”. Explica que, a medida que la frecuencia de infección desciende, se va modificando el valor predictivo, tanto positivo como negativo, porque la prueba es “imperfecta”, ni diagnostica a todos los positivos ni descarta a todos los negativos: “Pero sobre todo el positivo, y, más aún, con una prevalencia por debajo del 1%. En ese caso, la estimación es que la capacidad de los test desciende por debajo del 50%. Es decir, que si tienes 100 positivos, al menos la mitad podrían ser falsos positivos”.

Cuarentenas innecesarias

Esto significa que, si no se confirma ese nuevo contagio, en este caso con una prueba PCR, “puedes estar generando aislamientos y cuarentenas de personas que no tienen por qué hacerse”. Al no existir ningún apartado específico sobre su aplicación en personas asintomáticas o cribados en población general en el protocolo para uso de estas pruebas, no hay un procedimiento establecido y se desconoce a cuántos de los positivos que salen de estos testeos se realiza una PCR para confirmar. “Se hace a criterio clínico”, apunta una portavoz de la Consejería de Sanidad.

Javier Padilla, médico de atención primaria, recuerda que la Comunidad decidió el 27 de septiembre no hacer pruebas en contactos estrechos de positivos, primero en los centros educativos, y tres días después, para toda la región. Desde el 30 de septiembre, solo se hacen test a aquellos que presenten síntomas, convivan con los nuevos diagnosticados, sean miembros de colectivos vulnerables como ancianos o enfermos crónicos o trabajadores esenciales.

“¿Qué sentido tiene que se hayan dejado de hacer pruebas en estos ámbitos y se hagan en cribados en población general?”, se pregunta Padilla, apuntando que 400.000 pruebas en dos meses no puede considerarse un cribado masivo. Un volumen que supone la mitad de los test y en ocho veces más tiempo de lo que anunció Isabel Díaz Ayuso, que el 18 de septiembre aseguró que en una semana realizarían test de antígenos a 857.193 personas, el 13% de la población de la autonomía. Fue un anuncio que no se cumplió, “pero que tampoco tenía sentido que se hubiese planteado”, reflexiona este especialista.

Manuel Franco, epidemiólogo, profesor de la Universidad de Alcalá de Henares y adjunto en la escuela de Salud Pública Johns Hopkins, señala que la baja respuesta ciudadana “da una idea de la validez de estos cribados, no sirve para hacer un estudio, puesto que la representatividad no está bien diseñada. No puedes ir saltando de municipio en municipio con un porcentaje de respuesta como ese. Sabes lo que le pasa a un porcentaje ínfimo de la población”. “Madrid está bajando su incidencia acumulada, el sistema sanitario empieza a respirar, es el momento de reforzar la atención primaria y la salud pública para que esto no vuelva a ocurrir. Y también es el momento para empezar a recuperar dentro del sistema todo lo que no es covid, que es lo que nos va a hacer más daño a largo plazo”, concluye.

El coste de oportunidad

El coste de oportunidad es aquello que uno deja de hacer para poner el esfuerzo en otra cosa. En este caso, el número de pruebas -por un importe de 1,8 millones de euros, a 4,5 euros cada test de antígenos-, los recursos humanos y materiales y el tiempo invertido ha sido a costa de no gastar e invertir en otra cosa. Allí donde los expertos llevan meses indicando que hay que hacer el refuerzo: primaria y salud pública. “¿Cuántas cadenas de contagio se podrían haber frenado si ese esfuerzo se hubiese dedicado a lo indicado? Porque puedes decir: sí, 1.513 personas han sido aisladas en sus casos y han sido diagnosticadas. Pero también puedes preguntarte cuántos miles más podrían haberse evitado. No tiene justificación”, asegura Javier Padilla.

Este médico de medicina familiar y comunitaria que trabaja en un centro de salud de la comunidad cuenta que hasta hace poco tenían un turno de mañana y otro de tarde para hacer pruebas, “podían salir 100 pruebas diarias en un centro relativamente pequeño”. Ya se ha eliminado un turno porque no se están haciendo test que antes se hacían, por un lado, y porque los contagios han bajado, por otro. Entiende que “el 26 de septiembre nadie se iba a sentar a diseñar un sistema de vigilancia y control, pero ahora, con la situación que ya hay, es el momento, y no es postergable”.

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