Serigne Mbayé: “Madrid es muy racista”
El portavoz del Sindicato de Manteros, fichado para la lista de Pablo Iglesias, destaca la ambición de Unidas Podemos por cambiar la comunidad incluyendo a todos
El teléfono de Serigne Mbayé (Senegal, 46 años) se llenó de mensajes de apoyo el pasado lunes, inmediatamente después de que anunciara a través de un vídeo en redes sociales su incorporación como independiente a la lista de Pablo Iglesias para las elecciones en la Comunidad de Madrid. “Decidí unirme a Podemos para que la voz de los inmigrantes se escuche”. Le convenci...
El teléfono de Serigne Mbayé (Senegal, 46 años) se llenó de mensajes de apoyo el pasado lunes, inmediatamente después de que anunciara a través de un vídeo en redes sociales su incorporación como independiente a la lista de Pablo Iglesias para las elecciones en la Comunidad de Madrid. “Decidí unirme a Podemos para que la voz de los inmigrantes se escuche”. Le convenció la ambición del partido por querer cambiar Madrid incluyendo a todos, demostrando que es una región “multicultural”, señala durante una entrevista realizada la tarde del martes en Atocha. Su desempeño como activista —es miembro de la Asociación Sin Papeles y portavoz del Sindicato de Manteros de Madrid— y la lucha contra el racismo y por los servicios públicos lo empujaron a dar el paso.
Pero junto a las felicitaciones, desde que se hizo pública su candidatura, también han arreciado los ataques. Mbayé se resigna. “Los comentarios son constantes. Siempre los hemos vivido, los vamos a seguir viviendo y estamos preparados para lo que viene”. “¿Madrid es racista?”, “Sí, muy racista”, responde. En el restaurante agroecológico que gestiona como socio, los clientes le piden a veces que llame al jefe. “No eres nadie”, reflexiona. En el metro se siente incómodo. “Yo pongo las manos siempre en un lugar visible para que vean que no estoy robando”. Los controles aleatorios son frecuentes. “La policía te para y te pregunta, ‘¿llevas marihuana?’. Nos acosan constantemente”, denuncia. “Necesitamos políticas de inclusión, no de persecución”.
Antes de llegar a España, Mbayé era pescador en Kayar, situado a una hora y media en coche al norte de Dakar, donde la explotación desmedida de los recursos por parte de los buques industriales europeos y asiáticos dejaba a la población local sin medios. “Quería cambiar mi vida”, relata. En 2006 se subió a una patera con otras 93 personas. Fue un trayecto “duro, difícil y peligroso”, señala sin querer entrar en detalles. Llegó a Santa Cruz de Tenerife y estuvo en un centro de internamiento de extranjeros (CIE) cinco días, luego pasó una semana en unas instalaciones de acogida en A Coruña y desde allí se trasladó a Madrid. Sin documentación, comenzó a trabajar en el top manta, también como cuidador de personas mayores, en la construcción y en el campo. A veces, compaginaba trabajos. Desde que obtuvo los papeles en 2010 pudo entrar en el mercado laboral de forma legal, primero como auxiliar administrativo, más tarde de ordenanza y después llegó el restaurante. En 2015 se creó el sindicato —que en la actualidad incluye a más de 300 personas en la capital— y después de la polémica muerte del mantero Mame Mbaye en Lavapiés en marzo de 2018, fue elegido para leer el pregón en las fiestas de ese barrio junto a la actriz Rossy de Palma.
En su opinión, el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso ha empeorado la vida de los madrileños y la pandemia ha “visibilizado todas las fallas” del sistema. “En los barrios del sur de la capital los servicios sociales no funcionan. Para los migrantes que tenían problemas con el idioma debimos buscar voluntarios que pudieran servir de traductores”, cuenta. Defiende una mejora en la sanidad, la educación y el transporte públicos. A la lista de Unidas Podemos él aporta “diversidad”, señala.
Serigne Mbayé tiene hoy nacionalidad española. Aficionado a jugar al fútbol (antes más que ahora) o al programa de televisión Pasapalabra, se inspira leyendo sobre Malcolm X, el líder de los movimientos civiles que luchó por los derechos de los negros en EE UU, asesinado en 1965. Cuando se le pregunta si no le da miedo entrar en política en un momento de polarización y con opciones tan antagónicas a la suya como Vox, responde contundente: “El miedo se quedó en el océano”.