Más de 150 vecinos construyen un documental sobre la vida que hay detrás de Lavapiés
‘Del susurro del tiempo’ inmortaliza los oficios, los mercados y la diversidad del barrio madrileño
Más de 150 vecinos de Lavapiés han participado en el documental Del susurro del tiempo, que pretende reflejar el día al día de sus gentes. Marcos Fernández, la persona que ha llevado la batuta, explica que en 2018 se les ocurrió la idea de dejar un testimonio audiovisual de todos los cambios que estaban sucediendo para inmortalizar así las pequeñas cosas que iban desapareciendo. “Se estaba produciendo un tsunami detrás de nosotros, porque a las vecinas que grabábamos de repente recibían un burofax...
Más de 150 vecinos de Lavapiés han participado en el documental Del susurro del tiempo, que pretende reflejar el día al día de sus gentes. Marcos Fernández, la persona que ha llevado la batuta, explica que en 2018 se les ocurrió la idea de dejar un testimonio audiovisual de todos los cambios que estaban sucediendo para inmortalizar así las pequeñas cosas que iban desapareciendo. “Se estaba produciendo un tsunami detrás de nosotros, porque a las vecinas que grabábamos de repente recibían un burofax, y tenían que irse de sus casas en las que llevaban 30 años. Queríamos hacer un retrato colectivo de lo que sentíamos que estaba a punto de diluirse. Está claro que la vida no es inmutable, pero había cosas bonitas que se estaban perdiendo”, indica Fernández. Y es que los fondos de inversión y la gentrificación son dos fenómenos que han ido expulsando a los vecinos del barrio de sus hogares.
A través de una asamblea se iba decidiendo aquello que valía la pena contar, con una estructura del largometraje dividida en 24 horas, aunque se haya grabado a lo largo de un año. Tras 20 meses de montaje, en paralelo confluyen dos ritmos temporales con suaves transiciones y el espectador flota pasando con naturalidad de una estación a otra. Cada hora del día tiene un concepto y conjuntamente se decidía cómo dotarlo de contenido.
Del susurro del tiempo comienza con las plazas vacías y el despertar en una corrala, esas viviendas con un patio central, de las que ya no quedan muchas en la capital. “Es meter la diversidad no solo a nivel étnico, sino también de arquitectura y de edades. Vemos cómo un chico senegalés se levanta a las cinco de la mañana y nos hemos querido adaptar a los ritmos del barrio. La gente está acostumbrada a que todo el rato pasen cosas, pero nosotros nos nutrimos de lo sencillo, de detalles y de sensaciones”, matiza el director.
Un estilo contemplativo y poético es la seña de identidad de este documental, que deja escenas memorables sin grandes personajes, como la de un chico africano que monta religiosamente su puesto cada mañana en la boca del metro de Lavapiés. Los vecinos le conocen y se puede observar la relación especial que se establece con una niña que le saluda y una chica que se para unos minutos para darle dos besos y charlar con él.
Otra de las personas que atraviesa el documental es Tina, una señora mayor que padece de Alzheimer y come con Alessandra, una italiana del barrio que le hace compañía. “Tina recitaba poemas y no tenía familia en España, desde Londres se hicieron cargo de ella y le pusieron a una mujer para que le ayudase, pero fue a peor. La metieron en una residencia y falleció allí por coronavirus”, lamenta Fernández.
Un impactante amanecer se grabó desde la iglesia de San Lorenzo gracias a la generosidad de todas las personas que han participado en la construcción de la identidad de este barrio multicultural. “Fuimos el día antes para preparar las cámaras y estaba el campanario totalmente vacío, pero el párroco Juan José nos había subido mesas, café caliente, te y croissants”, aclara agradecido.
No podía faltar un guiño especial a Mamen Mbaye, un mantero que sufrió un infarto durante una redada y cuya muerte desató disturbios. Aparece el pequeño memorial que le hicieron en la calle del Oso, pero el director ha considerado que esa violencia que se vivió fue un hecho aislado que no es característico del barrio. Por eso, Del susurro del tiempo ha preferido centrarse en los oficios y los negocios, en los talleres del lutier suizo que se vino para aprender con el maestro a hacer guitarras españolas, o en un pequeño local de zapatos de flamenco que exporta fuera de España. Además de mostrar todos los mercados ecológicos, las tiendas de mayoristas o los vistosos trenzados de las peluquerías africanas. El equipo de Zavan Films ha conseguido meterse dentro de la intimidad de los personajes para que el espectador se sienta parte de ellos.
La diversidad se plasma con la mujer del portavoz de la Asociación Valiente Bangla, que se queda absorta y mira al infinito mientras espera a que se termine el guiso durante la hora de la comida. O con aquellos inmigrantes que viven lejos de los suyos y usan el locutorio de la plaza de Lavapiés para mantener vivo el contacto. “Encontramos a dos chicas marroquíes que estaban llorando porque habían perdido a un familiar. Esa escena pone los pelos de punta y por pudor no la sacamos completa. Queríamos reflejar todas las sensaciones y el dolor era de las más difíciles, y justo ahí lo encontramos en toda su crudeza”, explica Fernández.
El verano llega en todo su esplendor con una fiesta con pistolas de agua en la plaza de Nelson Mandela, y de esta manera arrancan las tardes repletas de actividades y las noches de ocio de la mano de músicos y artistas. Desde el Horno, un centro de ocio, se presencia una clase de claqué y el retumbar del taconeo de la escuela Amor de Dios, hasta llegar a un partido de fútbol mixto de los Dragones de Lavapiés o una reunión de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, en donde una señora a la que han parado el desahucio lanza un discurso emocionada.
Se ha puesto en marcha una campaña de micromecenazgo para sufragar los últimos gastos del documental: un tratamiento de color y sonido, y la compra de algunos derechos de autor de las canciones que se utilizan. Del susurro del tiempo termina haciendo un llamamiento a la memoria con el recuerdo a Gloria Fuertes, vecina del barrio, y cierra este viaje cotidiano con el escritor Arturo Barea, que consiguió reflejar los oscuros momentos de Lavapiés durante la Guerra Civil cuando ese “remolino de brazos y piernas envuelto en gritos desapareció por la calle de la Esgrima”.
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