Vuelve la celebración más castiza de la capital
Tras el parón del año de pandemia, los festejos de San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma regresan con aforo limitado y sin sus tradicionales procesiones
En la calle del Oso el viento ha tirado una de las coloridas guirnaldas de mantones. Pero no hay de qué preocuparse, en un santiamén Susana Pantoja para a un joven conductor de una bicicleta eléctrica y lo convence para que se suba a arreglarlo a una escalera que acaba de sacar de su portal. Tras lo cual, esta vecina de 53 años, vuelve a sentarse tranquilamente en su silla de playa frente al altar en honor a San Cayetano. En escasos momentos dará comienzo el pregón que dará pistoletazo de salida a ...
En la calle del Oso el viento ha tirado una de las coloridas guirnaldas de mantones. Pero no hay de qué preocuparse, en un santiamén Susana Pantoja para a un joven conductor de una bicicleta eléctrica y lo convence para que se suba a arreglarlo a una escalera que acaba de sacar de su portal. Tras lo cual, esta vecina de 53 años, vuelve a sentarse tranquilamente en su silla de playa frente al altar en honor a San Cayetano. En escasos momentos dará comienzo el pregón que dará pistoletazo de salida a las fiestas del mismo nombre. Hace días que los vecinos han engalanado con mantillas calles como la del Oso para este agosto sin olor a gallinejas y churros en el centro de la capital. ”Otro año aquí estaríamos con nuestra limoná”, comenta Susana apenada a otras vecinas que la acompañan. Sabe de lo que habla, lleva toda su vida viviendo en la misma calle en pleno barrio de La Latina. Según cuenta, otros años cerca de las ocho de la tarde no cabía un alfiler. Cualquiera lo diría viendo la estampa solitaria que lucía el viernes.
A las fiestas de San Cayetano le siguen las de San Lorenzo, y de inmediato, vienen las de La Paloma, con esa forma castellana de alargar el festejo tan de sobremesa. Mario Vaquerizo fue el encargado de dar el pregón en la plaza General Vara de Rey completamente controlada por la guardia civil. A pesar de ello, minutos antes admitía estar nervioso y que esperaba ser capaz de improvisar lo feliz que se sentía de estar allí. “Tengo el ADN de Madrid, la ciudad más cosmopolita y más desprejuiciada que conozco. El lugar donde nunca nadie te pregunta ni a dónde vas, ni de dónde vienes”, afirmó vestido de chulapo por cortesía de la tienda Maty. Vaquerizo, nacido en Vicálvaro, confesaba que lo que más le gusta de Madrid es que se reinventa continuamente sin perder su esencia castiza. “Por eso yo siempre quiero copiar a Madrid”, concluía tajante justo antes de advertir, “¿Cuánto más tengo que hablar? No sé cuánto tiene que durar un pregón, señor concejal”. Al final se decantó por recordar a las víctimas del incendio de la calle Toledo y sobre todo pidiendo precaución. “Si actuamos con cabeza este año, podremos volver a la normalidad el año que viene”.
A pesar de que las verbenas más castizas resucitarán este agosto, el lavado de cara con razón de la pandemia es evidente. Tal y como han indicado desde el Ayuntamiento, la mascarilla será obligatoria, pero además estará prohibido beber en la calle. Tampoco se servirán limonadas en las barras en los exteriores de los locales, de las que se prescindirá por segundo año. Ni desfilarán las tradicionales profesiones por la calle Ribera de Curtidores, ni tendrá lugar la tradicional carrera popular en honor a San Lorenzo. Permanecen en cambio las actuaciones musicales, misas y actividades infantiles. Eso sí, en enclaves más abiertos, para poder mantener la distancia y será necesario sacar una entrada (gratuita) para controlar el aforo máximo.
Comercios con toda una vida de San Cayetanos a sus espaldas se veían este viernes relegados al interior de sus establecimientos, a los burladeros protegidos en muchos casos con mamparas de plástico. El dueño del bar El Trébol, Jorge Martis, es uno de ellos. “Para lo que nos dejan hacer seguramente este año cerraremos antes de la una, y como mañana libramos, no creo que abramos tampoco”, comenta con chotis sonando de fondo mientras sirve café a un amigo y único cliente del bar. El camarero nacido en Galicia, es también vecino de toda la vida de la calle del Oso. “Preparamos las flores de las guirnaldas en julio”. El coronavirus fue el causante de dos bajas entre sus filas. “Las de este año iba a ser una celebración muy especial, se las íbamos a dedicar a Carmen y María”, cuenta con un hilo de voz.
Manuel Osuna, presidente de la asociación de vecinos La Corrala, mira con esperanza al verano de 2022, donde espera que se recupere cada detalle festivo. “Nos hubiera encantado que hubieran sido más grandes, con quioscos, con feriantes, pero habría sido una locura”, comenta Osuna. A pesar de ello, tras un año de silencio, el poco jaleo que se escucha en la calles de la Latina es recibido con los brazos abiertos. Igual que ese hijo que vuelve a casa tras una larga ausencia y se le perdonan todas las trastadas. Las terrazas de la plaza del Cascorro lograron llenarse a cuentagotas, aunque no mucho más que una tarde cualquiera. A su alrededor los bares se dividían entre los que optaban por música más tradicional y más innovadora. Al madrileño C.Tangana le pitaron los oídos en algún lugar. A escasos metros, las coplas reinventadas del grupo Goher llenaban la plaza del General Vara de Rey. Más que una ciudad de contrastes, Madrid se trata de un lugar capaz de reconciliar y juntar a la mesa a todas sus versiones.
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