Refugiados climáticos en el centro comercial: “Tenemos 25 grados; fuera, 39″
¿Se protege la gente en los grandes almacenes durante las olas de calor? En Madrid, el fenómeno es real y depende de la renta de los barrios: la afluencia sube casi el doble en las zonas obreras
El fenómeno de los centros comerciales como refugio climático depende del poder adquisitivo del vecindario y se puede resumir en dos grandes superficies que están separadas por solo 1,8 kilómetros en el este de la capital: Alcalá Norte y Arturo Soria Plaza. El primero está rodeado de bloques de pisos donde muchos inmigrantes alquilan habitaciones, bastantes sin aire acondicionado; el segundo colinda con chalés de hasta seis y siete millones de euros donde políticos, empresarios y famosos tienen piscinas y amplios jardines.
En el centro comercial humilde, el vendedor de bisutería Daniel ...
El fenómeno de los centros comerciales como refugio climático depende del poder adquisitivo del vecindario y se puede resumir en dos grandes superficies que están separadas por solo 1,8 kilómetros en el este de la capital: Alcalá Norte y Arturo Soria Plaza. El primero está rodeado de bloques de pisos donde muchos inmigrantes alquilan habitaciones, bastantes sin aire acondicionado; el segundo colinda con chalés de hasta seis y siete millones de euros donde políticos, empresarios y famosos tienen piscinas y amplios jardines.
En el centro comercial humilde, el vendedor de bisutería Daniel Seoane asegura con rotundidad que sí entra más clientela en los días de calor. Incluso ha hecho un cálculo: “Sube un 20%”. Desde su puestecito en uno de los pasillos, los ve entrar a Alcalá Norte con la lengua fuera. Esta semana en que Madrid sufre temperaturas en torno a 40 grados, quienes tienen el lujo de tener un aparato de aire acondicionado en casa dudan a la hora de encenderlo porque la factura de la luz está batiendo récords día tras día.
Los refugiados de Alcalá Norte son vecinos del barrio de Pueblo Nuevo como la limpiadora peruana Melissa Salazar, que vive a cuatro manzanas, y ha entrado sofocada con una botella de bebida isotónica que ha rellenado con agua. De la otra mano lleva a su pequeña de siete años, Alondra. “Estábamos en el parque y entramos un rato a buscar el fresco”, explica la madre. “Venimos dos o tres veces a la semana”. Alondra viste una camiseta de Elsa, la heroína de la película de dibujitos Frozen, que tiene el superpoder de congelar todo lo que toca.
Pero en Alcalá Norte no encuentran precisamente un reino de hielo. La temperatura, desde luego, es más fresca que en la calle. Pero los centros comerciales de zonas obreras también deben economizar. A ratos no sale nada de aire de la rejilla que tiene Seoane justo encima de su asiento, junto al tenderete de bisutería de Seoane. “Hace un par de días me caían de la frente chorros de sudor como las cataratas de Iguazú”, dice enojado este comerciante de origen boliviano. “Busqué al de mantenimiento y le pedí que encendieran el aire, pero me dijo que la jefa no les deja”.
El centro comercial de los ricos es otra historia. En Arturo Soria Plaza el problema no es la factura de la luz, que son solo “lentejas”, según Prado, la persona que atiende en el despacho de gerencia. El drama está en que los vecinos de los casoplones de Conde Orgaz pasan sus días al fresco de la pileta. Aparecen muy temprano en el supermercado Sánchez Romero, el más caro de España, y no reaparecen hasta el atardecer.
Hoy es el día que sale el ‘Hola’ y debería haber más gente por aquíClara Ramírez, dependienta de un kiosko en Arturo Soria Plaza
Hace dos horas que no ha entrado nadie en el kiosko de prensa y revistas de Clara Ramírez. Esto no es normal porque es miércoles. “Hoy es el día que sale el Hola y debería haber más gente por aquí”, se lamenta. Muchas dependientas ven la tarde pasar desde sus mostradores. Melanie Leao, que recibe en la tienda de gafas Hawker, no se extraña de que los vecinos pudientes se queden en sus piscinas privadas. Es lo que hacía ella cuando vivía de pequeña en un pueblito, Colmenar de Oreja. Ahora reside en un piso del Ensanche de Vallecas y en sus tardes libres un plan típico es ir con las amigas a uno de los centros comerciales cercanos, La Gavia o Parquesur. “¡Si vas allí ahora están llenos!”.
Esos otros centros comerciales dicen que no es para tanto. Agosto es un mes malísimo para el comercio en Madrid porque la ciudad está semivacía. La afluencia repunta solo ligeramente en los días con pico de calor. Lo saben por los contadores de personas que tienen en la puerta. Saben bien cuándo han entrado los refugiados en el barco. Pero no les sale rentable actuar de socorristas. Los ven deambulando por los pasillos, sin bolsas de la compra, o pasando tres horas sentados en una terraza con una Coca Cola.
“Una cosa es tener 30 personas más en tu centro y otra que compren. Se nota que las afluencias no se corresponden con las ventas”, dice Verónica Saldaña, consultora de centros comerciales que ha trabajado entre otros para Alcalá Norte.
La afluencia ha subido casi el doble en los centros comerciales obreros de Madrid con respecto a los ricos durante el pico de calor de esta semana. Este miércoles (máxima de 38 grados) las zonas de renta media-baja vieron un aumento de visitantes del 8,3% con respecto al martes (máxima de 36), mientras que los de renta media-alta experimentaron una subida más leve del 4,7%, según la consultora Cad&Lan, que tiene datos de afluencia de 120 centros comerciales en España.
La métrica que realmente interesa a las tiendas es la “conversión de visitas en ventas”. Como esos clientes que se protegen del clima consumen poco, algunos centros comerciales se cuidan a la hora de usar en su publicidad mensajes presumiendo de ser un lugar fresquito. El subdirector de La Vaguada, Jesús Hernández, recuerda que hace años cuando trabajaba en el centro comercial Islazul, en Carabanchel, sí fueron muy directos: “Tenemos 25 grados; fuera, 39″.
Todo el día en Carrefour
La temperatura, la música o la luz son vitales para un centro comercial. Todo está medido con el fin de influir en la mente del consumidor para incitarle a comprar. Un frío excesivo no conviene. Algunos estudios han descubierto que clientes en una sala con temperatura cálida compran más que en una habitación fría porque mejora su percepción de los productos. Tampoco apetece desnudarse en un probador para morirse de frío. “La gente se queja del frío. Te dicen, oye que me hielo”, dice Yolanda, la responsable de Mango en el centro Plenilunio, “y nosotras sudamos como un pollo porque nos estamos moviendo de un lado para otro”.
Además, la legislación ha prohibido que los centros comerciales se conviertan en neveras por razones de ahorro energético. En 2009, un real decreto estableció que los recintos refrigerados no pueden bajar de 26 grados. (En invierno, los recintos calefactados no pueden subir de 21 grados).
Este periódico ha hecho la prueba de medir la temperatura de varios centros comerciales con dos termómetros portátiles. El resultado sorprende porque los resultados rondan los 30 grados. En la segunda planta de Plenilunio, la zona de comidas, ascendía este miércoles a la hora del almuerzo a 31 grados.
Con todo, en verano se está más fresquito paseando por un centro comercial que con un abanico en el salón de casa. Algunos comerciantes de Alcalá Norte ponen en duda que los vecinos de Pueblo Nuevo se protejan en sus recintos. “No viene nadie porque no hay quien salga a la calle”, dice Eva Díez, dueña de la tienda de regalos Unicornis. Pero los vecinos de los barrios obreros saben que el fenómeno es una realidad.
Un cliente que oye la conversación discrepa. “Sí que lo hacen. Tengo vecinos que se van al Carrefour y se tiran todo el día allí metidos porque se está fresquito y hay banquitos”, cuenta Miguel Pérez, vecino de Las Rosas. En efecto, en el Carrefour de ese barrio es fácil encontrar refugiados climáticos. Noni González se está tomando una cerveza mientras espera su almuerzo. “¿Que si viene la gente por el calor? Claro que sí. Estoy 100% segurísima de que muchísima gente viene por eso”.
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