Mucho más que una copa en discoteca: así es una noche ‘friki’ en Madrid

De los bares de videojuegos arcade a una velada con patines, la ciudad ofrece diferentes alternativas a un sábado noche tradicional

Tres jóvenes juegan a la videoconsola en el Meltdown bar, en el barrio de Chamberí.DAVID EXPÓSITO

Un viernes por la tarde, es muy probable encontrarse a Álvaro Espinosa, informático de 22 años, con una consola entre las manos en su bar de confianza. Hundido en un puff encima de un palé, lleva su tercer partido de Mortal Kombat, un videojuego de lucha del que se ha vuelto un experto tras muchas horas de pantallas. “Es el tipo de actividad que necesita un sofá y un amigo al lado. No es lo mismo jugar en casa que aquí”, explica Espinosa, que se pasa muchas “buenas y malas tardes” en el ...

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Un viernes por la tarde, es muy probable encontrarse a Álvaro Espinosa, informático de 22 años, con una consola entre las manos en su bar de confianza. Hundido en un puff encima de un palé, lleva su tercer partido de Mortal Kombat, un videojuego de lucha del que se ha vuelto un experto tras muchas horas de pantallas. “Es el tipo de actividad que necesita un sofá y un amigo al lado. No es lo mismo jugar en casa que aquí”, explica Espinosa, que se pasa muchas “buenas y malas tardes” en el Meltdown, un bar de rock en el centro de Madrid. Aquí una cerveza va de la mano de la posibilidad de participar en un torneo de Mario Kart, una noche de Trivial o un late night de comedia.

“Porque las noches de Madrid pueden ser mucho más que una copa y una discoteca”, sintetiza Kike Gutierrez (40 años), que regenta este bar en Almagro, en el distrito de Chamberí, desde hace cinco años. Cuando abrió, decidió aprovechar su alma de “retro gamer viejuno” para combinar negocios con placer. “Es una forma diferente de interactuar. Son un tipo de actividad que se puede hacer perfectamente en casa, pero aquí quisimos crear el ambiente acogedor del bar de toda la vida. Solo que, en lugar de dardos, tenemos consolas”, explica. Durante el primer año, se quedaba un buen rato con sus amigos tras el cierre para echar un partido. Ahora prefiere hablar con sus clientes, aconsejarles sobre tragos y jugadas, y asegurarse de que cada noche sea diferente.

Como este, hay otros sitios en la ciudad donde poder disfrutar de una atmósfera friki, en algunos casos incluso retro, todos los días de la semana. A 200 metros de la plaza de Callao, detrás de una puerta de hierro rodeada de ladrillos azules, se esconde un bar de arcade al más puro estilo de los años ochenta. Las luces fluorescentes y las paredes llenas de firmas de grafiteros crean un ambiente de guarida extravagante dedicada al culto de las máquinas recreativas, verdaderas protagonistas del bar Next Level.

Dos jóvenes juegan al 'Dance Dance Revolution' en el bar de arcade Next Level, en Callao. DAVID EXPÓSITO

Entre carteles de taquillazos como Regreso al futuro, La Guerra de las Galaxias o Pesadilla en Elm Street, Lydia Núñez (20 años) coge aire después de haberlo dado todo en la plataforma de Dance Dance Revolution, un videojuego de simulación de baile que se lanzó por primera vez en Japón a finales de los noventa en forma de arcade. “Además de superdivertido, es un sitio seguro y acogedor. Me gusta estar aquí porque sé que no me voy a encontrar con ningún altercado como en cualquier otro bar de copas”, asegura esta estudiante de moda.

A pesar de estar pensadas como simple decoración, las máquinas de videojuegos son el mayor atractivo de este bar. Algunos clientes las buscan por nostalgia, otros por la curiosidad de probar algo que solamente han visto en las películas o en las series de televisión. “Mi hermano mayor estaba enganchado a los arcades cuando era un niño”, dice Evelyn Mora, veinteañera que estudia integración social en la universidad. Descubrió el bar a través de una fotografía en las redes sociales y quiso comprobar con sus propios ojos si el apego de su hermano estaba justificado. “La verdad es que mola mucho. Tiene un aire a [la serie] Stranger Things”, afirma.

Por si las máquinas con las pantallas en 2D y la palanca con la bola negra no fuesen suficientes para sentirse parte de una película estadounidense ambientada a finales del siglo pasado, la pista de patinaje Rolling Dance asegura un viaje en el tiempo completo. Con 800 metros de pista cubierta, patines de ruedas leopardo y un puesto de comida rápida, los sábados por la noche este espacio se convierte en una discoteca reservada solamente a los adultos. “No es que se convierta en una cosa salvaje. Cambia la música y se permite la venta de alcohol, aunque nuestros clientes vienen sobre todo para pasárselo bien en la pista”, afirma Lucía Sánchez (21 años), responsable de pista e instructora de patinaje.

Patinadores en la sesión de sábado-noche en la discoteca Rolling Dance, en Chamartín. DAVID EXPÓSITO

Alba Cogolludo (28 años) y Rebeca Domínguez (27) se vistieron especialmente para la ocasión con vaqueros de talle alto, camisetas cortas que enseñan el ombligo y cintas de pelo coloridas. “Venimos buscando el rollito ochentero”, reconocen mientras se hacen fotos con poses acrobáticas en la pista. Durante los fines de semana, son sobre todo los universitarios y los estudiantes Erasmus quienes eligen la pista de Chamartín como plan de noche. “Bailar, patinar y cenar con los amigos por 20 euros. Es un planazo”, afirma Domínguez.

Algo más que lanzar dados

En la calle de San Vicente Ferrer, en el barrio de Malasaña, los cafés Manuela y Estar combinan la hora del vermut con una batalla de Risk para conquistar el mundo; el Replay Outlet café, en la Ribera de Curtidores, tiene más de 1.600 juegos de mesa a disposición de sus clientes, que pueden echar un partido desde el desayuno hasta la hora del cierre.

El grupo Bukaneros del Rol, durante una partida del juego 'Blades in the dark', en el local que tienen en el Ensanche de Vallecas. DAVID EXPÓSITO

En Vallecas, un grupo de apasionados de los juegos de rol se reúne cada semana, siempre que puede, para vivir aventuras fantásticas alrededor de una mesa llena de dados de hasta 20 caras y miniaturas de personajes. “En qué se diferencia esto de la improvisación, no lo sé…”, observa Francisco González, presidente de la asociación de ocio lúdico Bucaneros del Rol, con sede en Ensanche de Vallecas. Desde que se formó el grupo ―tienen casi 80 socios, de todas las edades y procedencias― no dejan pasar más de dos días sin organizar una partida.

“Cada juego de rol es un mundo”, añade Rodrigo Martínez (20 años), al enseñar los centenares de manuales de instrucciones que tienen almacenados. “Algunos no necesitan ni dados, ni fichas. Lo único que no puede faltar es la voluntad de contar una historia y las ganas de estar juntos”.

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