¿Por qué todo el mundo quiere un jardín de vivaces? El vergel con aire animado que no decae nunca
Las plantas herbáceas perennes son la piedra angular del paisajismo contemporáneo y protagonistas del movimiento ‘New Perennials’. Son mucho más que un recurso botánico: son una filosofía. Cautivadoras, expresivas, sostenibles, imperfectamente perfectas… Conocerlas es amarlas
Hay un momento preciso cada año, justo cuando la primavera está a punto de llegar, en que todo es posible en un jardín. Es la época, además, en la que el ciclo de las plantas vivaces retoma su protagonismo. Las vivaces, conocidas también como perennes, son plantas herbáceas que pierden sus tallos, flores y hojas en invierno, pero que mantienen sus raíces vivas bajo tierra y vuelven a brotar cada primavera. El amplio y heterogéneo grupo de las vivac...
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Hay un momento preciso cada año, justo cuando la primavera está a punto de llegar, en que todo es posible en un jardín. Es la época, además, en la que el ciclo de las plantas vivaces retoma su protagonismo. Las vivaces, conocidas también como perennes, son plantas herbáceas que pierden sus tallos, flores y hojas en invierno, pero que mantienen sus raíces vivas bajo tierra y vuelven a brotar cada primavera. El amplio y heterogéneo grupo de las vivaces lleva décadas en auge entre los aficionados a la jardinería. En los últimos lustros se ha convertido en tendencia gracias al movimiento New Perennials y a autores como el paisajista holandés Piet Oudolf, pionero y gurú, que desde los años ochenta viene diseñando jardines inspirados en la naturaleza en estado silvestre. En España, ejemplos como la intervención de Fernando Martos en las terrazas de las escuelas del Real Jardín Botánico de Madrid siguen esta línea.
Las composiciones de vivaces crean escenografías libres, cambiantes, aparentemente anárquicas… Se basan en capas de texturas, volúmenes y matices cromáticos que evolucionan con el curso de las estaciones y se expresan libremente. Los jardines de vivaces son sostenibles, resistentes a heladas y sequías y tienen baja necesidad de riego una vez las plantas están bien instaladas. Sirven de hábitat a especies autóctonas. Son vergeles con aire animado en los que el interés no decae en ningún momento del año y resultan emocionantes de la primavera al invierno. El cautivador trabajo de Oudolf, Martos y la legión de colegas que abrazan el movimiento New Perennials se ha convertido en una solvente filosofía y gran piedra angular del paisajismo contemporáneo. El turismo botánico, Instagram y Pinterest han hecho el resto. ¿Por qué ahora todo el mundo quiere un jardín de vivaces?
“Hace años, los interesados en jardinería y paisajismo estábamos suscritos a revistas especializadas francesas o inglesas y a través de ellas podíamos conocer esos maravillosos jardines de vivaces de Francia, Holanda, el Reino Unido… Hoy la gente viaja mucho más, visitamos más jardines y hay muchos paisajistas españoles que se han rendido a la versatilidad y al carácter sostenible de este tipo de plantas”, cuenta Marián Parra, bióloga y responsable de la tienda de plantas del Jardín Botánico Atlántico de Gijón.
Imperfectamente perfectas
Lo primero que ha de aprender quien quiera un jardín de vivaces es a mirar con otros ojos. La antigua idea de que el jardín desaparece en invierno no tiene aquí cabida. De hecho, pierde todo el sentido. Durante mucho tiempo hemos considerado que la belleza del jardín era patrimonio exclusivo de la primavera y el verano. Pero quien trabaja con vivaces, quien las conoce y respeta sus ritmos, sabe que estas plantas gozan de un dilatado potencial estético que permanece en apogeo también durante el otoño y gran parte del invierno. Mezclándolas con arbustos de hoja perenne, con gramíneas y con bulbos que brinden floraciones escalonadas y brotes invernales cuando las vivaces aún no han rebrotado es posible mantener el interés y la estructura del jardín sin que el espectáculo decaiga en ningún momento del año.
En invierno las vivaces atraviesan una etapa vital en que su parte aérea se seca y queda como un esqueleto o, incluso, desaparece por completo. Aceptando este rasgo de su personalidad, considerando sus mutaciones estacionales, entendiendo que son así por su ciclo natural y no por un estado de abandono, las coquetas y gráciles herbáceas perennes se convierten en una gran oportunidad a nivel de diseño. Ciertas plantas vivaces como el ajo (Allium millenium) o los cardos (Cynara cardunculus, Dipsacus fullonum) exhalan belleza incluso cuando se están desvaneciendo, por eso muchos jardineros han comenzado a respetar sus esqueletos hasta bien entrado el invierno, sin apresurarse a segarlas. Ocurre también con las matas de gramíneas, como los miscanthus, los pennisetum, los calamagrostis o las stipas, que forman masas etéreas que ondean con el viento y parecen de cristal cuando se cubren de escarcha en diciembre y enero. Con todas ellas se consiguen jardines con menos tiempo de inactividad y se alarga en bucle el valor estético de las plantas, proclamando su atractivo incluso cuando están secas y enlazando con el momento en que vuelven a brotar en primavera. Otras, como los geramium o las anemone, son caducas y se secan completamente. “Puedes recogerlas y hacer compost o dejarlas en el terreno para que se integren y enriquezcan el suelo”, explica Marián Parra.
Mezclas con ritmo
No hay que tener reparos a componer un jardín con plantas vivaces, aunque sean de hoja caduca. “Una solución es intercalarlas con bulbos. Así, en invierno, cuando las vivaces no hayan brotado, las bulbosas comenzarán a dar sus tallos y luego sus flores. En diciembre ya habrá hojas verdes, en enero flores de ciclamen, en febrero de crocus y narcisos, en marzo de tulipanes… Poco a poco empezarán a salir las hojas de las vivaces y cuando las bulbosas se vengan abajo las vivaces tomarán todo el protagonismo. Es una manera muy respetuosa de tener plantas que, una vez instaladas, rebrotan todos los años. Se evita tener que estar invirtiendo dinero y tiempo en poner y quitar anuales”, añade la experta en botánica.
Las vivaces también son viables en balcones o terrazas pequeñas. Basta con elegir cultivares compactos de pequeña escala que puedan plantarse en macetas o jardineras y dejarse llevar por el sentido pictórico para componer con las texturas del follaje (Salvia microphylla, Stipa tenuissima Pony Tails, Pennisetum alopecuroides, Nepeta faassenii Walker’s Low…), con las siluetas gráficas (Kniphofia uvaria), con el color de las flores (Tulbaghia violacea, Salvia yangii Little Spire, Achillea millefolium, Convolvulvus cneorum, Helleborus niger…), con la forma de las hojas (Alchemilla mollis, Agapanthus africanus)…
Además de por su plasticidad ornamental, las vivaces gozan de un gran protagonismo en la jardinería contemporánea gracias a que está cambiando la manera en que se percibe el paisaje doméstico. Queremos jardines conectados con el entorno y adaptados a inviernos cada vez más secos y a veranos cada vez más calurosos. Preferimos plantas que sirvan de hogar y de alimento a pájaros e insectos, porque cada vez hay más consciencia del valor de la fauna útil y los polinizadores como motores de la biodiversidad. Las clásicas limpiezas estacionales se han relajado, la pradera va ganando territorio al césped y cada vez hay más gente que retrasa la siega de espigas y cardos en sus jardines y deja los tallos huecos y los esqueletos de frutos llenos de semillas como habitación y festín para la vida silvestre. Y así, el espectáculo de las vivaces volverá a comenzar en este momento del año, justo antes de la primavera, en el que todo es posible en un jardín.