¿Por qué el exceso de optimismo es peor que estar triste?
Nos faltan herramientas de regulación emocional y hay muchas distracciones en la era digital que sirven como parches emocionales. Gestionar sentimientos complejos como la rabia, la tristeza o la frustración es, a largo plazo, mucho más conveniente que esconderlos bajo la alfombra
Inclinarse a pensar que todo lo malo tiene un lado bueno puede ser peligroso. Mirar siempre la parte positiva de las cosas es un bálsamo para la mente, en un intento de volcarse hacia la parte más amable de todas las situaciones complejas. En una sociedad que nos empuja a escapar del malestar y los vacíos mediante estímulos constantes bajo el lema Only Good Vibes (solo buenas vibraciones), se puede llegar a forzar una positividad que simplifica procesos emocionales más complejos, especialmente si una persona padece algún trastorno mental. “La idea de una interpretación optimista forzada de nuestras experiencias junto con la supresión de las emociones negativas puede resultar ser muy dañina, y en muchos casos invalidante y paternalista”, cuenta la psicóloga y psicoterapeuta Alejandra de Pedro González. Para la también fundadora del centro ADP Psicología, el dolor es una condición humana imprescindible para crecer y avanzar, pero cuando la búsqueda de la positividad se vuelve obsesiva y absorbente se ignoran las emociones reales.
“Cuando le damos a una emoción espacio para ser sentida, esta aparece, es procesada, y, después, se desvanece. En cambio, cuando reprimimos la emoción, corremos el riesgo de que se quede enquistada por más tiempo. Así, alguien que no se permite expresar el enfado, porque cree que es malo sentir rabia, puede pasar a tener un estado de ánimo irritable constante, o bien, una persona que bloquea el llanto porque se avergüenza puede pasar a sentirse con el ánimo deprimido”, explica.
Expresiones como “sé positivo” o “todo va a estar bien”, entre otras, están presentes explícita o sutilmente en el día a día en redes sociales, vídeos o, incluso, en tazas u otros objetos, en lo que se denomina pensamiento positivo, lo cual fomenta que la línea entre una positividad saludable de una tóxica se difumine. “Vivimos en una época de mucha evitación emocional, en la que, en seguida, en cuanto notamos que se asoman emociones desagradables, las evitamos. En lugar de trabajar para mejorar mi autoestima, si me siento insegura, puedo publicar una foto y esperar a recibir likes, o comprarme ropa o cosméticos nuevos. En cuanto me empiezo a sentir triste en lugar de escribir en un diario, que me podría ayudar a regular esa tristeza, me pongo a ver vídeos y con eso me distraigo. Nos faltan herramientas de regulación emocional y hay muchas cosas en la era digital que sirven como parches emocionales. Y si de por sí nos cuesta estar mal, más aún nos cuesta comunicar que estamos mal”, asegura De Pedro.
Cuando el autocuidado es tóxico y hace más daño que bien
La positividad tóxica invalida las experiencias negativas al promover la idea de que siempre se debe mantener una perspectiva positiva, independientemente de las circunstancias. Y resulta paradójico que, a sabiendas de que lo más adecuado es transitar las emociones, la positividad sea un término de moda y que el mensaje parezca decirnos que la felicidad es una cuestión de elección.
Un estudio de marzo de 2024 publicado en la revista de Ciencias Cognitivas y Desarrollo Humano, llamado La positividad tóxica y su papel entre los trabajadores jóvenes, subrayó la importancia de reconocer la positividad tóxica como un problema crítico que afecta el bienestar emocional de las personas. Frente a esto, Maïte Issa, coach experta en desarrollo personal y autora del best seller Tu éxito es inevitable (Editorial Grijalbo), cuenta cómo las emociones son la base de todo. “Aparentar felicidad constante puede ser frustrante si no se logra, por lo que se debe promover un bienestar enfocado a que los estados felices no son un estado permanente, sino emociones que vienen y se van”, explica.
Otra de las herramientas populares que obliga a la mente hacia estados positivos y alegres son las llamadas afirmaciones. Algunas como “soy fuerte”, “tengo confianza”, “tengo buena autoestima”, entre otras, son expresiones que las personas se repiten a sí mismas con el objetivo de mejorar su estado de ánimo, empoderarse y aumentar su autoestima. Sin embargo, si se usan sin entender lo que se está haciendo pueden hacer más daño que bien.
Cómo evitar el exceso de optimismo y positividad
En otra investigación publicada en febrero de 2022 en la revista científica Nature, un grupo internacional de psicólogos exploró cómo la presión social por ser feliz es perjudicial para el bienestar psicológico cuando, inevitablemente, experimentamos emociones negativas, sobre todo en países con altos niveles de felicidad, según las últimas mediciones del Índice Mundial de Felicidad.
El escritor estadounidense Mark Manson, en su superventas The Subtle Art of Not Giving a F*ck (2018) habla sobre cómo la única vía hacia el empoderamiento real es la aceptación del dolor. En el libro, hace referencia a que reconocer las conductas positivas forzadas es el puente hacia una actitud más saludable con uno mismo. El autor, quien lidera uno de los sitios web de crecimiento personal más importantes del mundo, explica en tres pilares cómo no dejarse dominar por el exceso de optimismo. En el libro, asegura que hay que recordar siempre que está bien no estar bien; como segundo paso, gestionar las emociones sin negarlas; y, por último, concentrarse en escucharse a uno mismo y a los demás, sobre todo cuando alguien exprese una emoción difícil, que no se debe silenciar con positividad tóxica, sino hacerle saber que lo que siente es normal y que podemos estar ahí para escucharle.