La vida en las aulas tras la pandemia
Una interacción de calidad entre profesores y alumnos, en plena transformación del sistema de aprendizaje hacia un modelo híbrido, requiere de un uso pedagógico de la tecnología para fomentar la participación, crear un flujo de comunicación bidireccional y reforzar la sensación de acompañamiento
Educar, enseñar y aprender a través de sistemas digitales no es lo mismo que hacerlo en formatos presenciales. No es lo mismo una interacción presencial que otra a través de correo, foros, chat o videoconferencia. Las metodologías y estrategias didácticas son diferentes. La estructura del mensaje, su posibilidad de permanencia, revisión, pausa en la respuesta… han de considerarse”. La puntualización de Lorenzo García Aretio, catedrático emérito de la UNED, director de la RIED (Revista Iberoamericana de Educación a Distancia) y titular de la cátedra Unesco de Educación a Distancia, es im...
Educar, enseñar y aprender a través de sistemas digitales no es lo mismo que hacerlo en formatos presenciales. No es lo mismo una interacción presencial que otra a través de correo, foros, chat o videoconferencia. Las metodologías y estrategias didácticas son diferentes. La estructura del mensaje, su posibilidad de permanencia, revisión, pausa en la respuesta… han de considerarse”. La puntualización de Lorenzo García Aretio, catedrático emérito de la UNED, director de la RIED (Revista Iberoamericana de Educación a Distancia) y titular de la cátedra Unesco de Educación a Distancia, es importante en vista de lo ocurrido durante la pandemia, cuando la emergencia llevó a replicar sin más la clase física en un entorno online. La relación profesor-alumno fue uno de los aspectos que más se resintieron con esta traslación. Urge reflexionar sobre cómo mejorarla, puesto que la resaca de la covid ha traído un mayor peso de los formatos híbridos, que combinan presencialidad con virtualidad.
“La relación docente-estudiante se ve afectada en los diferentes formatos de educación; la Universidad debe optimizar la experiencia de aprendizaje en cada uno de ellos, adaptando en cada caso la pedagogía y el diseño de la clase”, escribe por correo electrónico Nick van Dam, chief learning officer de IE University y director del IE Center for Corporate Learning and Talent Management. En ese punto intermedio entre la educación 100% presencial y la 100% virtual en el que transita el formato híbrido, lo offline se alterna con lo online, y la misma clase puede ser atendida por unos alumnos en presencial y por otros desde su casa; por todo el mundo en presencial en una asignatura y en remoto a la siguiente. El vicerrector de Estrategia y Educación Digital de la Universidad Carlos III (UC3M), Carlos Delgado Kloos, lo denomina “escala de grises” y aboga por que cada universidad dé con el tono que más se ajuste a sus necesidades.
“Como docente de educación a distancia, mi función principal, en lo que más invierto tiempo y esfuerzo, es en el diseño de mi asignatura”, tercia Nati Cabrera, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC y directora de su máster de Evaluación y Gestión de la Calidad de la Educación Superior. Qué lugar ocupa dentro del programa, qué competencias hay que desarrollar, qué contenidos y recursos tecnológicos y pedagógicos requiere, y “cuáles son las actividades más apropiadas para promover esos aprendizajes y producir las evidencias que necesito para poder evaluar a los alumnos y seguir su proceso”, apunta. El estudiante ha de saber qué se espera de él, cuándo y cómo. Y cuáles son las expectativas que puede generarse respecto a su profesor. O, dicho de otro modo, “cómo va a sentir tu presencia docente”, remacha Cabrera.
La bienvenida en el aula virtual es la primera toma de contacto de la profesora de la UOC con sus alumnos. En ella explica su asignatura y “da calor y proximidad”, según sus palabras. A partir de aquí arrancan las actividades, con una planificación “exhaustiva” y plazos de entrega claros. “Has de explicarle al alumnado cuántos feedback va a tener, si los habrá parciales o será solo al finalizar el ejercicio, cuáles serán autoevaluaciones y cuáles correrán a cargo del profesor, y cuándo se producirán exactamente”, comenta, subrayando la importancia de que el profesor también cumpla: “Debemos exigirnos el mismo compromiso que le pedimos a los alumnos”. Cabrera tiene abierto un chat de preguntas, que se compromete a responder en 48 horas, y foros de aula, que permiten resolver dudas y apoyarse entre los compañeros. Cada actividad recibirá su nota final, numérica, junto con un comentario más cualitativo de la docente sobre lo que ha ido bien y lo que hay que mejorar.
Después de “ese atraco a mano armada del destino” que fue la pandemia, y del consiguiente momento inicial, de supervivencia, en aras de la garantía docente, llegó el modelo híbrido para atender a grupos desdoblados, en los que solo la mitad de la clase podía estar en ella físicamente. Los responsables de ESIC vieron que aquella era una buena herramienta para desarrollar competencias profesionales y preparar a los alumnos para el futuro. “Se van a encontrar el trabajo deslocalizado cuando salgan al mercado laboral”, recuerda Alberto Alcalde, director de Programas e Innovación de esta universidad privada. “Pasamos del Zoom por obligación al Zoom por devoción”, agrega. De manera que todas las titulaciones de ESIC University tienen, a partir de 3º, un “día online”, en el que el contenido que toque se imparte con los alumnos en casa.
Dice Van Dam que los programas mixtos de la estrategia Liquid Learning de IE University (que personaliza y adapta los formatos, canales y entornos de aprendizaje al perfil, las circunstancias y la conveniencia de cada alumno) permiten a los universitarios moverse con soltura entre las esferas presencial y digital, y los ayudan a desarrollar competencias digitales. “Aprenden a colocarse y colocar la cámara, a mantenerse enfocados y concentrados, a usar la voz, y los elementos de la tecnología virtual, como chats, pizarras, emoticonos…”, detalla.
Magisterio tecnológico
“En comparación con el formato presencial, en un modelo híbrido, el profesorado necesita desarrollar y promover las siguientes competencias: comprender las características y funciones de las plataformas digitales en línea, como Zoom o Teams; comprender cómo usar las plataformas digitales en un aula híbrida; cómo diseñar o convertir clases en formatos online o híbridos; comprensión sólida de pedagogías y métodos y estrategias de diseño instruccional para optimizar la experiencia del estudiante”, enumera Van Dam. Una clase híbrida puede ser una lección magistral, con una transmisión de conocimientos básicamente unidireccional, en cuyo caso apenas si es necesario realizar ajustes. “La experiencia del estudiante híbrido será la misma, da igual desde dónde atienda la lectura”, acota. El formato realmente desafiante, a su juicio, es la clase híbrida interactiva, “porque el profesor necesita diseñar la mejor experiencia posible en persona y en línea”, concluye.
Metodológicamente, el día online de ESIC sirve para actividades dinámicas, léase trabajo en grupo, resolución de dudas, chequeo de avances en los casos prácticos, y nunca para la clase magistral. “Los sistemas de videoconferencia, unidireccionales, son útiles para dar conferencias; una clase requiere métodos más participativos; necesitamos otros elementos, como chats, encuestas o foros”, señala Carlos Delgado Kloos. En vez de enseñar la nueva asignatura de Mochila Digital —30 créditos, obligatoria para todos los matriculados en un grado— a través de grandes conferencias y ponentes, la UC3M ha apostado por impartirla de manera más activa mediante Engageli, una herramienta que distribuye a los estudiantes en mesas de trabajo virtuales y les permite comunicarse entre ellos, y con el profesor, de manera que la información fluye en todos los sentidos posibles. La universidad pública madrileña ya lo hizo el año pasado en varias transversales y en algunas asignaturas, con buenos resultados.
“Somos una institución presencial, no podemos convertirnos en digital, pero sí dis”, matiza Delgado Kloos. Para ello hay que formar al claustro, entendiendo que formarse no es solo utilizar adecuadamente las herramientas, sino saber cómo enseñar a través de ellas. “El gran reto está en la didáctica”, proclama. “De poco le valdrá la competencia digital a un docente si no sabe integrarla en el proceso educativo; si no alinea y aprovecha esas tecnologías digitales con los objetivos, metodología, actividades o instancias evaluadoras”, coincide García Aretio, que cree que un alto porcentaje de los profesores “claramente no cuentan” con competencia digital para la docencia. “El uso pedagógico de la tecnología hay que aprenderlo. Las instituciones han de reflexionar sobre su modelo educativo, y sobre cómo concibe al estudiante dentro de ese modelo, y acompañar a la pieza clave, que es el profesorado”, pide Cabrera.
Doble trabajo
Profesorado que ha de saber enseñar en sincronía (todos a la vez) y en asincronía (el contenido educativo se emite y recibe en momentos distintos). Cabrera, por ejemplo, trabaja sobre todo en asincrónico, porque es lo que le demandan sus alumnos, en su mayoría profesionales en activo y con cargas familiares que se ponen con los estudios cuando tienen un rato, cada uno a su ritmo. “A veces, cuando se trata de una actividad compleja, diseño una sesión síncrona para resolver dudas; es una forma de proceder menos flexible; no todo mi alumnado puede conectarse en ese momento”, reconoce. “Si una duda se repite mucho, revisamos, a ver si el contenido no está lo suficientemente bien explicado”, añade. La presencia docente de la que habla Cabrera solo es posible si se permite que el alumno participe activamente, y haya feedback.
Cuando alguien se desmotiva y deja de aparecer por el aula (ya sea física o virtual), es al profesorado a quien le toca actuar. “Para esto hay varias técnicas, la primera de las cuales es mandar un mensaje personal a aquellos que no han entregado una actividad”, informa Cabrera. ¿Va todo bien?, ¿tienes alguna dificultad?, ¿podemos ayudarte? “Ahí reenganchamos a algunos”, comenta. También hay que aceptar que otros se van a descolgar. “Una de las preocupaciones en educación a distancia es el abandono, cuando lo cierto es que también puede ocurrir en la presencial. Tratamos de hacer un acompañamiento para que nuestros estudiantes no se sientan solos”, aporta. Mantener el canal abierto con un alumnado al que solo se ve físicamente en algunas clases, o no se ve en absoluto, se vuelve prioritario. Es la “escucha activa” de la que habla Alcalde. “No tenemos la fórmula perfecta para manejar todo esto, pero escuchar a los alumnos ayuda a corregir y mejorar”, declara.
Programas para desarrollar las competencias del educador
La introducción de formatos híbridos en ESIC o en la UC3M lleva aparejado un programa de formación para sus claustros. IE University ofrece a sus profesores de todo el mundo programas para desarrollar las competencias necesarias con las que diseñar e impartir clases en diferentes formatos, con distintas tecnologías y grupos de estudiantes, según explica Van Dam.
El 49,1% de los más de 5.000 profesores encuestados en el informe Competencias digitales del profesorado universitario en España, elaborado por Crue Universidades Españolas en colaboración con el Joint Research Centre de la Comisión Europea (JRC), perciben que se encuentran entre el B1 y el B2 (nivel intermedio) en cuanto a competencias digitales. “El grupo de más de 60 años es el que tiene una peor autopercepción, seguido por el grupo de entre 50 y 59 años”, observa el estudio. En general, los consultados consideran que tienen un mayor nivel de competencia en las categorías Uso Profesional y Creación de Contenidos, y que han de seguir mejorando en Educación Abierta, en la que se incluyen el uso de licencias abiertas en recursos educativos, prácticas educativas abiertas para una docencia más inclusiva, publicación de investigación abierta o disponibilidad de datos de investigación abiertos.
Lorenzo García Aretio insiste en que la interacción entre enseñantes y enseñados en un formato híbrido solo mejorará con “formación, formación y formación” en competencias digitales. “El problema fundamental estriba en la competencia digital de los docentes y, también, de los estudiantes, que más allá de manejarse bien en redes sociales no saben utilizar con provecho las ventajas de las tecnologías digitales”, reitera. “Me pongo triste al constatar algunos planes de estudio de Magisterio que apenas contemplan esta temática, con profesores universitarios con déficits en estas áreas, que forman a maestros que dentro de cuatro o cinco años empezarán a educar a niños que, 15 o 20 años después, formarán parte del mundo productivo”, lamenta. “¿En qué tipo de sociedad y para qué sociedad formamos? Es para reflexionar detenidamente”, plantea.