Seis grandes vinos tintos de Toro entre la potencia y la finura

Los vinos de Toro han arrastrado durante mucho tiempo la fama de ser rudos, potentes, con mucho color, carnosos, muy tánicos, elevado grado alcohólico e intenso aroma frutal. Era la época de los graneles baratos, del vino casero y del consumo cotidiano como parte de la dieta. Pero cuando en España comienza a imponerse los vinos riojanos esbeltos, elegantes y criados en barricas de roble como modelo de calidad, los poderosos tintos de Toro parecen condenados al consumo local y la venta en el exterior para vestir y arreglar los endebles e insulsos vinos de otras comarcas y países. El panorama empezó a cambiar en los años 70 gracias al trabajo pionero de Manuel Fariña. Su visión y conocimiento del sector le llevó a modernizar y refinar la elaboración con su pionero Gran Colegiata, abriendo para Toro las puertas del elitista mundo de los vinos de calidad. Años después, en 1991, otro adelantado, Wenceslao Gil, pone en marcha su proyecto personal, Vega Saúco.

El impuso definitivo llegaría en 1998 de la mano del riojano Marcos Eguren (Sierra Cantabria), genial creador de San Vicente y Finca El Bosque. Su Numanthia primero y Termanthia después marcan una nueva y esperanzadora etapa en Todo. Tras vender la bodega al grupo LVMH, los Eguren sigue en Toro con vinos excepcionales como Teso La Monja (1.250 euros) y Alabaster (150 euros). Posteriormente, se van incorporando bodegas prestigiosas, como Vega Sicilia, Mauro, Lurton, Telmo Rodríguez, Alonso del Yerro, o el francés Antony Terryn. Compran viñedo, levantan instalaciones de elaboración, hacen pruebas enológicas, combinando potencia con finura, las características definitorias de los nuevos tintos de Toro. El espaldarazo definitivo viene del influyente crítico Robert Parker. En la revista estadounidense Food and Wine realiza 12 predicciones, entre ellas, que Toro, junto con Priotat y Jumilla, superaran en prestigio a Rioja y Ribera de Duero. Grandes expectativas, pero resultados más modestos, con algunas notables excepciones.

En todo caso, el desarrollo ha sido vertiginoso, aunque últimamente se ha ralentizado algo, ya que la evolución de los consumidores se orienta hacia vinos menos potentes. Pensemos que hasta 1997 la Denominación de Origen Toro contaba con apenas 8 bodegas que embotellaban vino, 638 viticultores y 2.692 hectáreas de viñedo. Hoy, sin embargo, se registran 64 bodegas, 981 viticultores y 5.480 hectáreas en el Consejo Regulador. La producción ha pasado de menos de seis millones de litros a más de 22 millones, un crecimiento notable que se explica por las grandes posibilidades de la zona. Porque Toro cuenta con un pasado histórico que se remonta a la época prerromana, una base sociocultural profundamente vinculada a la viña y al vino, y una variedad noble, la tinta de Toro (una cepa de tempranillo perfectamente adaptada), que ofrece inmensas posibilidades vitivinícolas, complementada por viejas garnachas de pie franco. Los viñedos se asientan en suelos de cascajo en la superficie y una capa arcillosa en profundidad, lo que les permite absorber y retener el agua sin encharcarse, incluso tras las lluvias. El clima es continental con influencias atlánticas, caracterizado por un significativo diferencial térmico entre el día y la noche, y numerosas y brillantes horas de sol. En suma, un viñedo con todas las cartas para competir con los grandes. Como ejemplarizan estos seis vinos que saben combinar la potencia con la finura.

CELSUS 2021

SAN ROMÁN 2021

ALMIREZ 2022

DOMINIO DEL BENDITO LAS SABIAS 2021

PAYDOS 2019

TERMES 2021