Barry Keoghan, el irlandés que se repuso a una infancia trágica para convertirse en el “chico raro” que todos quieren
El actor, que vivió unos años en casas de acogida, ha participado en algunas de las películas más comentadas de los últimos tiempos. Este año podría dar vida a Ringo Starr en un ‘biopic’ sobre The Beatles mientras afronta la exposición mediática acarreada por su relación con la estrella del pop Sabrina Carpenter
En la exitosa película Saltburn, Barry Keoghan (Dublín, 31 años) se hizo con su primer papel protagonista dando vida a Oliver Quick, un joven becado en la universidad de Oxford que aseguraba venir de una familia desestructurada con una madre adicta. Quick resultó ser un farsante, pero la infancia de Keoghan sí tiene todos los ingredientes para constituir una de esas historias de superación que fascinan a Hollywood: orígenes humildes, tragedias familiares y varios años en casas de acogida. Inquieto y nervioso, empezó a actuar en las obras de la escuela para saltarse clases hasta que un día vio un anuncio en el que buscaban a jóvenes no actores para una película. Sin pensárselo demasiado, cogió el teléfono y realizó la llamada que le cambiaría la vida. De aquello han pasado más de 10 años. Ahora Keoghan es uno de los actores del momento y al éxito masivo de Saltburn (la película cuatriplicó sus visualizaciones después del estreno gracias a su viralidad en redes sociales), se podría sumar ahora su papel como Ringo Starr en la esperada película que el director Sam Mendes prepara sobre la vida de los integrantes de The Beatles, un proyecto que se dividirá en cuatro películas, una centrada en cada artista.
La infancia de Barry Keoghan no fue fácil. Su madre lidió con las adicciones varios años y falleció de sobredosis cuando el actor tenía 12 años. Además de a Keoghan, dejó a la hermana mayor del intérprete y a su hermano pequeño, con quien compartió parte de su infancia en casas de acogida. Finalmente fue su abuela quien se hizo cargo de los hermanos, con la ayuda de una tía y de su propia hermana: “Ella es la madre de mi madre, así que es como tener a mi mamá por aquí. Me ha criado muy bien, y mi tía también”, se sinceró en 2017 en una extensa charla con Irish Independent.
Cuando se tiene una infancia así, convertirse en una estrella de Hollywood parece un sueño tan lejano que ni siquiera tiene cabida en la mente de un niño. El intérprete ha contado que jamás había pensado ser actor, lo suyo era el boxeo. La escuela no era lo que más le entusiasmaba, él mismo ha reconocido que le gustaba portarse mal y que era “el payaso de la clase”. Con el objetivo de esquivar las clases optó por apuntarse a teatro: “Hicieron la obra Oliver Twist y recuerdo ver que había como 600 personas, me atrajo y pensé que quería formar parte de eso. Así que me empecé a involucrar en las obras de teatro del colegio”, contó en la revista Wonderland en una entreviste que le realizó su colega y amigo Robert Pattinson. Hizo varias obras de teatro por Navidad pero acabó siendo expulsado por mal comportamiento.
Al poco tiempo, cerca del club de boxeo donde entrenaba vio un anuncio pegado a la ventana de una tienda en el que se buscaban a jóvenes que no fueran actores profesionales. Corría el año 2010 y Keoghan fue elegido para un pequeño papel en la película irlandesa Between the canals, cuyo argumento giraba en torno a tres pequeños delincuentes. “Solo tenía 17 años y no sabía muy bien qué era lo que estaba haciendo, pero tenía una buena sensación y descubrí que me sentía relajado delante de la cámara, lo cual ayuda mucho”, comentó sobre esta primera incursión en el cine. Poco después, en 2013, obtuvo un papel en la serie Love/Hate, una ficción irlandesa sobre el crimen organizado de Dublín que le hizo famoso en todo el país cuando apareció en su penúltima temporada. Keoghan tenía claro lo fácil que podía encasillarse en los papeles de matón, un arquetipo que ha tratado de esquivar con los años, llegando incluso a rechazar ese tipo de personajes.
Carga psicológica y muchos claroscuros
Quizá porque su carrera comenzó de manera inesperada e incluso espontánea, ha estado muy pendiente de no dar ningún paso en falso. Gracias a esa determinación, ha podido dar forma a personajes peculiares y repletos de claroscuros, como el Martin de El sacrificio de un ciervo sagrado, el thriller psicológico de Yorgos Lanthimos donde Keoghan encandiló a la crítica y se creció junto a un reparto encabezado por Nicole Kidman y Colin Farrell. El mismo año 2017 en que llegó a los cines el filme de Lanthimos, estrenó Dunkerque, la cinta de Cristopher Nolan sobre la angustiosa evacuación del frente de Dunquerque en la Segunda Guerra Mundial. Haber trabajado con dos de los directores más influyentes y codiciados de su tiempo no parece ser casualidad para Keoghan. El actor ha asegurado en varias ocasiones que cree firmemente en el poder de “manifestar” las cosas, un término muy popularizado entre la genZ a partir del cual se alude al poder de la mente y los pensamientos positivos como fórmula para lograr algo: una versión renovada del “si lo deseas de verdad, lo conseguirás”.
El intérprete tiene una larga lista de directores con los que desea trabajar y con muchos de ellos ya lo ha logrado. A comienzos de año detalló en GQ los nombres de cineastas que siguen en sus notas: “Barry Jenkins, Paul Thomas Anderson. Christopher Nolan, de nuevo. Yorgos otra vez, por supuesto. Lynne Ramsay. Chloé Zhao, otra vez. Martin McDonagh, de nuevo. Y también Greta Gerwig, me encantaría trabajar con Greta. Creo que es jodidamente increíble”.
Junto a Zhao, Keoghan trabajó en 2021 al adentrarse en un territorio desconocido para un actor más próximo al cine independiente que a las producciones multimollonarias: el de las películas de superhéroes. En Eternals se estrenó en el género más taquillero del momento con el personaje de Druig, uno de los eternals, con poderes para leer la mente. La película contó con un reparto estelar con nombres como Angelina Jolie, Salma Hayek, Kit Harington o Richard Madden. Keoghan pareció cogerle el gusto al universo de los superhéroes porque en 2022 participó en The Batman con un minúsculo papel como el Joker. Su escena terminó por ser eliminada (a excepción de una breve aparición al final), pero dio pie a todo tipo de rumores sobre una posible participación de Keoghan en la segunda parte del filme.
Tampoco es de extrañar que Keoghan quiera repetir con Martin McDonagh. El director contó con él para la película de 2022 Almas en pena de Inisherin. En la cinta volvió a coincidir con Colin Farrell y a evidenciar su capacidad para interpretar a mucho más que delincuentes cuando se convirtió en Dominic, un personaje complejo con el que podría haber caído en la caricatura pero al que logró insuflar gran humanidad. Su actuación convenció, y mucho. Tanto que logró su primer Bafta y una primera nominación al Oscar y al Globo de Oro en la categoría de mejor actor secundario. Su solvencia como actor está ya fuera de toda duda, por eso lleva años encadenando proyectos a un ritmo frenético que encaja bastante bien con el carácter inquieto del actor.
Ese nerviosismo, no obstante, responde a otros motivos. Hace unos meses desveló en la revista Esquire que hace tres años fue diagnosticado con trastorno de déficit de atención, algo que cree llevar toda la vida padeciendo. “Es algo que, como adultos, se debería reconocer y hablar más”, dijo. Y añadió cómo la medicación ha mejorado su vida: “La diferencia es el día y la noche. Mi mente solía ser como un atasco de coches, una locura, ahora con la medicación es más bien: un coche entra, otro coche sale”.
Su era como protagonista (y pareja de una estrella del pop)
Keoghan acabó el año pasado con el pelotazo de Saltburn y lo comenzó con la miniserie de Apple TV Los amos del aire, junto a Austin Butler y Callum Turner. A diferencia de ellos, él no representa el canon de belleza convencional o prototípica de Hollywood. El intérprete podría formar más bien parte de los denominados rodent men, como la cultura popular ha bautizado recientemente a esos actores de belleza atípica, con nariz grande y orejas de soplillo, a quienes los fans comparan con adorables ratoncillos. Quizá no tenga el físico del clásico galán de cine, pero Keoghan no quiere estar a la sombra de los grandes protagonistas. Antes de Saltburn se preguntaba: “¿Podría liderar una película?, ¿podría mantener al público interesado? Ese era mi plan”. Una vez conseguido, solo quiere “trabajar con buenos directores y en buenos proyectos”, sentenció en Wonderland. Alérgico a los personajes planos, adora los desafíos interpretativos, especialmente cuando tiene que cambiar de acento. Trabaja con un coach desde hace años y tiene una curiosa técnica para perfeccionar la dicción: “Suelo usar una cuchara de plástico todo el tiempo porque ayuda a trabajar los músculos de la mandíbula”, contó hace unos meses.
A pesar de haberse colado en algunos de los títulos más comentados de los últimos años, para buena parte de la GenZ, Barry Keoghan es conocido por ser pareja de la cantante y actriz Sabrina Carpenter, telonera de Taylor Swift y una de las estrellas del momento. Solo llevan saliendo juntos unos meses, pero su romance ha sido público al estilo celebrity: posaron juntos en la gala MET del pasado mayo y hace unas semanas el actor salió en el videoclip de la canción de Carpenter Please, Please, Please. En este caso, Keoghan se ha saltado su propia norma de evitar papeles de matón para encarnar a un delincuente.
Más allá de eso, su vida privada se mantiene en la intimidad, si bien el intérprete sí ha hablado del hijo que tuvo en agosto de 2022 junto a su anterior pareja, Alyson Sandro. El pequeño, llamado Brando en homenaje a Marlon Brando, es el motivo por el que el intérprete reside en Londres, aunque pasa largas temporadas en Los Ángeles. El interés mediático hacia Keoghan está en su punto más alto, el fenómeno Saltburn y su romance con una estrella del pop han multiplicado su visibilidad y ahora sus proyectos profesionales no se limitan al cine. Por ejemplo, el pasado marzo Burberry le escogió como embajador de la marca. Reconoce que la fama le ha vuelto algo menos sociable y que trata de mantenerse “lejos de internet”. Boxear, jugar a la PlayStation o dar un paseo son placeres cotidianos a los que intenta volver de vez en cuando: “Me gusta hacer cosas con las que sentirme presente. Pierdes esa noción cuando estás en un tour de prensa. Hay que dejar el móvil de lado o lo que sea y tomarse tiempo para uno mismo. Ser amable con uno mismo”, reflexionó en Vanity Fair.
Keoghan dice querer ser recordado por sus personajes, no por su nombre, y dada su trayectoria ―todavía corta pero prolífica― va camino de lograrlo. Lo que parece seguro es la participación del irlandés en lo nuevo de The Weeknd. El cantante y productor debutó como actor (y creador) en la polémica serie The Idol y vuelve a ponerse delante de la cámara en un proyecto escrito por el artista que algunos medios han vaticinado como “el más extraño de 2024″. Todavía sin título, la enigmática película estará dirigida por Trey Edward Shults y coprotagonizada por Jenna Ortega, Barry Keoghan y el propio Tesfaye. Mucho más definido está el argumento de Crime 101, un film inspirado en la novela homónima de Don Winslow en el que veremos a Keoghan con Chris Hemsworth y Mark Ruffalo. Previsiblemente, se estrenará antes de que acabe el año. En Amo Saddam, en fase de producción, vuelve a ponerse en la piel de un soldado, esta vez como encargado de vigilar a Sadam Husseim antes del juicio y posterior ejecución del dictador iraquí. Y quien quiera verle una vez más como un pastor de la Irlanda profunda, en Bring Them Down forma parte de una familia de pastores que hace frente a hostilidades y rencillas varias. Ya sea como gánster, superhéroe, villano o estrella de la música, hay Barry Keoghan para rato.