Eddie Redmayne: “Después de ganar un Oscar los directores dejan de dirigirte”
El actor inglés, ganador del Oscar al mejor actor de 2014, que este otoño estrena ‘The Good Nurse’ en Netflix, es un actor tan inseguro como genial que se sale del canon habitual en Hollywood
“¡Serás cabrón!”, bromea Eddie Redmayne (Westminster, 40 años) desde su casa de Londres. Resulta que la conversación ha girado de repente hacia nuestras respectivas vacaciones y al ganador del Oscar al mejor actor de 2014 por La teoría del todo le han dado pelusa las de este redactor, aunque él también esté descansando. “Estuve haciendo Cabaret en teatro y fue una producción muy física que me llevó al límite. Seis días a la semana. Ocho funciones semanales. Y, pensando en mi familia, aprovecho el verano para tomarme un descanso y tratar de llenar el depósito. Pero no me voy de viaje a Asia como tú”, se justifica riendo.
En realidad, lo suyo también es bastante especial. Uno no recuerda haber hablado nunca con un intérprete de su nivel que reconozca no tener proyectos en marcha. Por lo general, todo actor tiene una película en la recámara. “Ya, no es lo normal, pero es la verdad, no tengo nada. El próximo año probablemente me arrepentiré de no estar trabajando ahora. Pero es verano, hoy se esperan 40 grados en Inglaterra... es hora de parar”.
Es una decisión que le pega. Cada generación necesita estrellas de talento con aires de galán como su amigo, el exmodelo Jamie Dornan. Pero también intérpretes con belleza enigmática y una carrera en el teatro, como es su caso. Actores que combinan superproducciones y películas de poco presupuesto, pero grandes pretensiones artísticas. A ellos se les reservan personajes destinados para la gloria, como el del científico Stephen Hawking, aquejado de esclerosis lateral amiotrófica degenerativa, que le dio un Oscar. “Cuando entré en La teoría del todo todo el mundo empezó a compararlo con Daniel Day-Lewis en Mi pie izquierdo y a recordarme que él había ganado el Oscar. Casi me pongo enfermo de tanta responsabilidad”, recuerda del papel que, asegura, “me cambió la vida”. Han pasado casi 10 años, pero sigue viviendo en Londres con su mujer y sus dos hijos y hablando de Hollywood con la distancia del que lo mira desde fuera.
Este ha sido un curso intenso para él. Entre noviembre y marzo interpretaba en Londres al maestro de ceremonias de Cabaret, papel con el que ganó el premio Laurence Olivier a mejor actor de musical. “Tras años de pandemia estaba de repente en un escenario diminuto de Londres [el Playhouse Theatre] rodeado por una audiencia que bebía champán y, con los teléfonos desconectados, interactuaba. Es emocionante para un actor retar al público y ver su reacción”, cuenta.
En abril se estrenaba la tercera parte de Animales fantásticos y dónde encontrarlos, la precuela de Harry Potter, en la que el actor con la sonrisa más grande del momento interpreta al protagonista, Newt Scamander. Este otoño se estrena en Netflix The Good Nurse. Es un duelo interpretativo con Jessica Chastain basado en una historia real: el caso del enfermero Charles Cullen, de quien se sospecha que, a lo largo de 16 años, llegó a matar a 300 pacientes, aunque solo se pudieron demostrar 29 muertes. “Venía de trabajar en películas gigantes, que son como sinfonías en las que tú eres una pequeña parte. Con esta película traté de volver al por qué me hice actor, que es algo más parecido al jazz, más improvisado. Me encantan las grandes orquestas, pero también me gusta poder hacer un dúo con una compañera, algo que nos rete mutuamente. Con Jessica me sentí así”.
“Pero para eso necesitas un director brillante que te dé espacio”, concluye. The Good Nurse ha sido dirigida por el danés Tobias Lindholm, realizador pero sobre todo guionista, conocido por la serie Borgen y por ser colaborador de Thomas Vinterberg en películas como La caza o la oscarizada Otra ronda (2020). Más que una historia sobre un asesino en serie, es un filme casi social sobre el deterioro de la calidad de vida de la clase media de Estados Unidos. Ciudades grises y frías de Nueva Jersey y Pensilvania. Enfermeros mal pagados con un trabajo físico agotador. No hay ningún glamur en los personajes de Chastain y Redmayne, quien interpreta a un asesino que demuestra la banalidad del mal, un tipo al que, cuando le preguntan por qué actuó así se limita a contestar: “Nadie me detuvo”. Mataba por matar, eso es todo. Sin lucirse, sin contarlo, sin aspavientos. La suya es una pulsión tan natural como la del que se enciende un cigarrillo nada más levantarse de la cama. “Parte de lo que me intrigaba de este papel fue que se escondía a la vista de todos. En apariencia era increíblemente empático y, al mismo tiempo, carecía completamente de empatía. Cuando hablas con personas que le conocían dicen que parecía un gran enfermero. Era el compañero que querías que se hiciera cargo de tus pacientes cuando te ibas a casa, porque era rápido y eficiente. Charlie siempre estaba allí, a veces antes de lo que le tocaba, entendía cada caso y trabajaba en horarios que nadie quería. Parecía un excelente enfermero. A todo el mundo le caía bien. En el libro en el que se basa la película [The Good Nurse, del periodista Charles Graeber] se le describe como alguien divertido que se burlaba de sí mismo y de su desastrosa vida personal”.
La película casi parece una obra de teatro. Pocos personajes, escenarios que son interiores claustrofóbicos y mucha penumbra. Un reto para un intérprete que es daltónico. “Eso fue un de las mejores cosas del rodaje. Mira, para hacer tu mejor trabajo como actor tienes que estar lo más relajado posible”, dice. “Pero nada en el proceso de hacer películas es relajante. Te levantas al amanecer, te maquillan a las seis y vas a un plató donde hay cientos de personas y una cámara. Entonces te dicen: ‘Relax’. Pues no. Todavía se me revuelve el estómago cada vez que oigo acción. Dicho esto, los grandes directores como, en mi opinión, es Tobias, crean un ambiente lo más relajado posible, una atmósfera que a los actores nos permite jugar y cometer errores sin temor a ser juzgados. En esta película, el director de fotografía hizo algo extraordinario: el primer día tenía que caminar por un pasillo del hospital a oscuras. Con mis problemas de visión casi no sabía dónde iba. Es una técnica que consiste en rodar con la menor cantidad de luz posible para que la imagen tenga grano. Cuando se encendía la luz, ahí seguía toda la maquinaria, pero mientras rodaba no podía ver a las personas sentadas detrás de la cámara. Fue muy liberador. Creo que en el futuro voy a poner en mi contrato que solo trabajaré con directores de fotografía que trabajen en total oscuridad”, bromea.
Habla mucho de la importancia de ser dirigido, porque, según él, hay dos cosas que ocurren cuando uno gana un Oscar: “Una es que dejé de tener que hacer pruebas para papeles, que fue como, guau. De repente, la capacidad de elegir se convierte en algo real y hasta ese momento nunca la has tenido. Hasta entonces hacía una prueba y si me daban el papel, lo hacía. Y no estás preparado para eso. Nadie te prepara para tener tu propio gusto. Algunos actores lo tienen y otros no”.
Cuando le dieron el Oscar, aclara, ya estaba rodando La chica danesa (2015). Es decir, aceptó ese papel en la época en la que, según él, cogía lo que le daban. Consiguió una segunda candidatura al Oscar, pero la historia de la pintora danesa Lili Elbe, la primera mujer trans en someterse a una cirugía de reasignación de sexo, ha sido quizás la mayor polémica de la carrera del actor. Se cuestionó que un hombre heterosexual como él interpretara un papel que podría haber ido para un intéreprete trans. En una entrevista con The Sunday Times en 2021, Redmayne declaró que se arrepentía de haberlo aceptado. “Hice esa película con la mejor intención, pero creo que fue un error. El problema es que todavía queda mucha gente con la que no se cuenta. Tiene que haber un equilibrio o estas discusiones seguirán repitiéndose”, explicó en el periódico británico. También se posicionó sobre las declaraciones tránsfobas de J. K. Rowling, autora de Harry Potter y Animales fantásticos, saga que también ha producido. “Como alguien que ha trabajado tanto con J. K. Rowling como con miembros de la comunidad trans, quería dejar absolutamente clara mi postura: no estoy de acuerdo con los comentarios de Jo. Las mujeres trans son mujeres, los hombres trans son hombres y las identidades no binarias son válidas”, remató. Al mismo tiempo condenó la “inquina” con la que se trata a la autora. Redmayne dijo que los insultos en las redes sociales que soporta Rowling y los insultos contra las personas trans son “igualmente repugnantes”.
La segunda consecuencia de ganar un Oscar, afirma, es que “de repente, dejan de dirigirte. El día después de darte el Oscar, te dicen: ‘Tú haz lo que hiciste en La teoría del todo’. Sí, claro. Yo soy el mismo actor que ayer. Y soy alguien que disfruta siendo dirigido. Ese es mi rollo. Uno de los grandes placeres de The Good Nurse fue ser dirigido por una mano fuerte”. Al parecer, la experiencia del rodaje fue tan intensa que le llevó a tomar una decisión curiosa para un actor que lleva más de 25 años de oficio. “Cuando terminé el rodaje estaba tan emocionado que renació mi pasión por actuar y antes de los ensayos de Cabaret me apunté a un curso en una escuela de teatro en París”. La École Internationale de Théâtre Jacques Lecoq, donde pasó dos semanas, es una institución fundada en 1956 que da primacía al gesto frente a la palabra. “Tienen unos profesores asombrosos que te tratan como si fueras mierda y te llevan más allá. Eso está bien, porque me encanta lo que hago y no quiero volverme perezoso. Creo que es un gran privilegio estar donde estoy y quiero seguir retándome y llevándome a situaciones incómodas”.
Eddie Redmayne se crio en una familia acomodada. Su bisabuelo, sir Richard Redmayne, fue un ingeniero que contribuyó a modernizar y mejorar las condiciones de seguridad en las minas de carbón. Su padre, ahora retirado, fue un banquero de la City. Los Redmayne pasaban los veranos en su villa de la Provenza francesa. Eddie, como antes su progenitor, estudió en Eton, el exclusivo internado donde compartía equipo de rugby con el príncipe Guillermo. “A mí me daba un poco de pena”, contó en un talk show. “En todos los partidos iban a por él, para poder contar el resto de sus vidas que habían placado al heredero al trono”. Hoy pasa de puntillas sobre el tema. “No tengo mucho más que añadir. En esos programas siempre te piden que cuentes algo de tu vida que no hayas contado antes. La verdad es que ya no sé de donde sacar”, dice, encogiéndose de hombros.
No había actores en la familia, pero sus padres no le pusieron pegas. Empezó a participar en las obras teatrales de su colegio y pronto ya lo hacía en montajes profesionales. “Cuando tenía 11 años, conseguí un pequeño papel en el musical Oliver! en el London Palladium Theatre, un teatro enorme y antiguo del West End. Recuerdo que un día me levanté en medio de mi clase de matemáticas y dije: ‘Adiós, chicos, me voy al teatro’. Y cuando iba en el metro, a iniciar esa maravillosa experiencia de cuatro meses, pensé: ‘Esto está muy bien’. Ese fue probablemente el momento en el que decidí ser actor”. La primera mitad de su carrera, cuenta, discurrió en escenarios. “En EE UU comienzan en los anuncios o la televisión infantil. Yo solo conocía el teatro. Durante años, mi agente me mandaba a pruebas de televisión y cine y no conseguía nada, porque en vez de hablarle a la cámara proyectaba la voz al fondo del patio de butacas. Nadie me había enseñado. Cuando empecé en el cine, aunque mi trabajo a menudo me horrorizaba, se convirtió en una nueva forma de vida. En el teatro opinan que solo lo suyo es actuación de verdad y no estoy de acuerdo. Cuando empecé a filmar descubrí que la cámara lo ve todo. Cuando volví al teatro tras haber hecho cine, sentí que había progresado mucho”.
Tenía 20 años cuando empezó a aparecer en papelitos en series de televisión. Su peculiar físico (alto, desgarbado, de cara angulosa y edad indeterminada), lo hacía inolvidable. Su primer personaje importante en cine llegó en 2011, con Mi semana con Marilyn. Llevaba desde 2005 intentando entrar en Hollywood. Entonces formaba parte de una hornada de actores de las islas que compartían piso cada año unos meses en Los Ángeles mientras buscaban su oportunidad. Quizás les suenen sus nombres: Andrew Garfield, Robert Pattinson, Charlie Cox y Jamie Dornan. “Ahora nos reímos mucho con eso. Se ha convertido en la historia que todo el mundo quiere oír. Así que cuando nos vemos, lo comentamos: ‘Chicos, esto es genial porque es buen material para los talk shows’. Como no hay mucho que contar estamos pensando en inventar historias sobre la locura que era aquello. Pero la verdad es que sólo éramos un puñado de actores británicos e irlandeses sin trabajo que, en teoría, íbamos a Los Ángeles en enero para buscar. La realidad es que en Londres era invierno y llovía, así que ibas porque hacía buen tiempo y, ya de paso, intentabas conseguir un papel en alguna serie. Lo extraordinario ha sido que nuestro pequeño grupo tuvo tanta suerte que todos hemos catado el éxito. Ahora tengo el consejo y el apoyo de mis amigos. Eso de: ‘Sí, he pasado por lo mismo. Te diré lo que yo hice’. Y te fias de su palabra, porque estábamos juntos cuando no éramos nadie”.
Él, asegura, necesita consejo. Afirma ser tan inseguro que cuando le dieron el Oscar lo que sintió fue alivio porque no había decepcionado a nadie. “Mira, la mayoría de los actores te dirá que de lo difícil es conseguir el papel. Y que cuando lo tienes, ya está, se acabaron las dudas. Es el momento. Y es cierto, entras en éxtasis. Pero, en mi caso, dura unos tres segundos y medio antes de que vuelva el miedo. Por eso me vino muy bien trabajar con Jessica Chastain, porque ella tiene una formidable confianza en sí misma y me ayudó. No aceptaba mis autoflagelaciones. Me decía: ‘No sigas por ahí’. Y se lo agradezco mucho”.
The Good Nurse no hubiera funcionando si ellos dos no combinaran tan bien. Nunca habían trabajado juntos, pero sí habían coincido en shows como el del cómico James Corden, donde parecían amigos de toda la vida. “No la conocía mucho. Es una de esas cosas de Hollywood: coincides en programas como el de Corden, en alfombras rojas o tienes amigos en común. Supongo que es una especie de amistad social, un espacio común. Pero siempre he admirado su trabajo”.
No se quiere plantear si su papel en The Good Nurse es carne de premios. “No hables de eso, por favor. Para mí, de lo que trata mi trabajo es de aspirar a la perfección, reconociendo que nunca voy a conseguirla. Cuanto más viejo te haces más aprendes que el objetivo es aspirar a ello, no lograrlo. Y lo que realmente me encantó de esta película fue la confianza en Tobias. Después de ver algunas tomas del primer día vi que era una película de Tobias Lindholm. Confié de verdad en su gusto y él en el actor con el que estaba trabajando. Fue muy liberador no tratar de microgestionar el exterior, sino simplemente poner mi corazón y mi alma. Así que, olvidemos lo de los premios y vayámonos de vacaciones, que nos lo hemos ganado”.
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