Gordon Brown: “No bastan las buenas palabras. Necesitamos un G20 con poderes ejecutivos que pase a la acción”

El expremier británico impulsó un manifiesto suscrito por figuras de la política internacional que clama por una acción conjunta frente a la pandemia. Ahora enfatiza que necesitamos un liderazgo mundial compartido

Gordon Brown, durante una conferencia en mayo de 2019 en Londres.Gustavo Valiente / Zuma Press / ContactoPhoto

Hay políticos cuya fuerza intelectual y capacidad de análisis les hace casi imprescindibles, aunque su alergia al populismo se vuelva contra ellos y genere antipatía en los votantes. Hay estadistas que dan lo mejor de sí mismos cuando ya no tienen nada que perder y les mueve más la pasión y la tenacidad que el temor a las cámaras o a las urnas. El ex primer ministro del Reino Unido Gordon Brown (Giffnock, 69 años) nunca logró el amor de los británicos, pero siempre tuvo su respeto. Y en los mo...

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Hay políticos cuya fuerza intelectual y capacidad de análisis les hace casi imprescindibles, aunque su alergia al populismo se vuelva contra ellos y genere antipatía en los votantes. Hay estadistas que dan lo mejor de sí mismos cuando ya no tienen nada que perder y les mueve más la pasión y la tenacidad que el temor a las cámaras o a las urnas. El ex primer ministro del Reino Unido Gordon Brown (Giffnock, 69 años) nunca logró el amor de los británicos, pero siempre tuvo su respeto. Y en los momentos más extremos, su admiración. Todo es discutible, pero puede defenderse con argumentos que Brown, en 2009, contribuyó a salvar al mundo. Su determinación para que la respuesta a la crisis financiera fuera coordinada y global, y su empeño en dotar de protagonismo al G20, en el que España logró una plaza que aún retiene, ayudó a encauzar el desastre. Fue un socialdemócrata del Nuevo Laborismo quien defendió la necesidad de recapitalizar con urgencia a unos bancos que iban derechos al abismo. Y fue ese mismo escocés, tan huraño y volcánico como amable, el que acudió en auxilio del Gobierno conservador cuando el referéndum de independencia de Escocia de 2014 estuvo a punto de quebrar la unidad del Reino Unido. Sus discursos merecen ser revisitados como una lección de oratoria.

Brown concentra ahora todos sus esfuerzos en reclamar una respuesta global, más bien un Gobierno global, para responder ante un cataclismo como la crisis del coronavirus, que supera con mucho todo lo vivido por su generación. No le desanima que la respuesta inicial a la carta abierta firmada por él y 200 exlíderes, como Tony Blair o Felipe González, haya sido tibia. Porque está convencido de que no hay otra solución posible.

PREGUNTA. No está siendo fácil que el mundo se ponga de acuerdo ante esta crisis. ¿Por qué?, ¿qué hace esta crisis distinta a la de hace 10 años?

RESPUESTA. Nos enfrentamos a una emergencia sanitaria y a una emergencia económica. Pero déjeme comenzar por expresar mi apoyo a los que han perdido seres queridos o están enfermos por culpa de este virus. Pienso mucho en todos mis amigos de España y del resto de Europa. Volviendo a la pregunta, es un problema global completamente diferente, que necesita una respuesta distinta a la que dimos en la crisis financiera de 2009. Primero debe resolverse la urgencia sanitaria, para generar la confianza suficiente en que serás capaz de resolver el desafío económico. Y todo esto necesita coordinación. Hemos de trabajar juntos. De inmediato, tenemos un ingente trabajo para dar con una vacuna y un tratamiento de la enfermedad. E incrementar la capacidad de diagnóstico, con los test necesarios. Y vamos a tener que impedir una segunda ola de contagio en los países en vías de desarrollo que no tienen ni el sistema sanitario ni la seguridad adecuados. Va a ser necesaria una cooperación internacional al nivel más elevado que se haya realizado nunca. Debo decir que me impresionó mucho la propuesta del presidente del Gobierno español de poner en marcha un plan ­Marshall de respuesta a esta crisis. Sé que es consciente de la relación existente entre países desarrollados y países en vías de desarrollo, y de la necesidad de que unan sus fuerzas. Para poder protegernos localmente es necesario que actuemos globalmente.

P. Pero el momento pilla a las instituciones internacionales bajas de credibilidad. Lo último ha sido el ataque del presidente Trump a la Organización Mundial de la Salud (OMS).

R. Si algo me dio satisfacción cuando creamos ese G20 en 2009 fue que en ese momento quedó claro que algo había cambiado en la economía mundial y que no íbamos a ser capaces de resolver el problema con la estructura existente del G7. Reunimos a líderes de todo el mundo, incluidos China y la India, y por supuesto España. Ahora necesitamos dos cosas que probablemente sean distintas a lo que se creó entonces. Necesitamos una cumbre de compromisos para dotar de los fondos necesarios a la emergencia sanitaria. Por muchas críticas que se haga en estos momentos a la OMS, si en algo puede estar todo el mundo de acuerdo es en que sus actividades encaminadas a dar con una vacuna, una cura terapéutica o un sistema eficaz de diagnóstico están totalmente infrafinanciadas. Haga lo que haga Estados Unidos, necesitamos recaudar ese dinero internacionalmente para que el esfuerzo sanitario global obtenga el apoyo que necesita.

“La salud global obliga a reconsiderar los nacionalismos a la defensiva del tipo ‘America First”

P. ¿Y la segunda cosa?

R. En primer lugar, como digo, esa conferencia de compromisos de aportación, y creo que en ese sentido la UE puede ejercer un papel de liderazgo. Y lo segundo, un executive task force (un equipo con poderes ejecutivos) en el G20, porque ya no basta con buenas palabras. Necesitamos pasar a la acción en los próximos días y hacerlo de un modo coordinado. Es necesario un órgano ejecutivo que dé respuesta al problema que usted menciona respecto a las instituciones internacionales. El Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial son dirigidos por personas muy expertas en sus propias áreas, pero las decisiones las deben tomar los “accionistas” (los países que aportan los recursos). Son los principales accionistas los que deben ayudar al FMI, al Banco Mundial o a la OMS para obtener más recursos y poder responder más allá de sus limitaciones impuestas. Es necesario un liderazgo político compartido.

P. Las soluciones sanitarias ya las conocemos. ¿Y las económicas? ¿Es necesario algún mecanismo innovador?

R. Ni siquiera creo que estemos aún en la fase apropiada en la crisis sanitaria. No hemos apuntalado la búsqueda de la vacuna. Hay al menos 100 esfuerzos diferentes en marcha. Si alguno tiene éxito, nos tocará aumentar exponencialmente la capacidad operativa. Hay que producir esa vacuna, distribuirla internacionalmente, aplicarla en aquellos países con potencial para seguir propagando la enfermedad por todo el mundo. Es un esfuerzo ejecutivo de primer orden que necesita de una gran potencia intelectual y planificadora. En lo que se refiere a la economía, nos encontramos en estos momentos en lo que sería la fase de protección del empleo. Se trata de salvar el mayor número de empleos posibles y que siga existiendo el mayor número posible de empresas. Ni siquiera hemos llegado a la fase de recuperación del crecimiento. En la fase actual puede bastar con una respuesta nacional, apoyada en ocasiones desde fuera, como es el caso del fondo de la UE para ayuda al desempleo.

P. Es entonces en la segunda fase cuando la coordinación será más eficaz…

R. Sí, porque necesitaremos coordinación fiscal, cooperación monetaria y colaboración entre los distintos bancos centrales. Y no hablo solamente de un modelo como el de la UE. Me refiero al ámbito global. En 2009 nos dimos cuenta de que si sincronizábamos nuestro “activismo fiscal” —y hablo de una época en la que ese activismo no tenía buena prensa— podíamos lograr mucho más que si cada país actuaba por su cuenta. En los últimos 10 años, la idea de una política de estímulo fiscal ha acabado siendo más aceptada globalmente. Junto a la política monetaria necesitas una política fiscal que la complemente. Desgraciadamente, Europa tuvo que atravesar una década de austeridad para darse cuenta de eso. En la fase de crecimiento necesitaremos un esfuerzo coordinado de estímulo fiscal en todo el mundo. Y con eso me refiero a Europa y América, pero también a China y al resto de Asia.

“Con esta crisis lo último que necesita el Reino Unido tras el Brexit son nuevas barreras al comercio”

P. ¿Y eso es posible cuando cerramos fronteras y ni siquiera nos ponemos de acuerdo en cómo contar a contagiados o fallecidos?

R. Llevamos varios años de lo que yo llamo “nacionalismo a la defensiva”, en los que se han levantado fronteras, se ha recortado la inmigración, se han impuesto aranceles y levantado muros. Un nacionalismo muy agresivo del tipo “America first” (Estados Unidos, primero), China first, India first, Rusia first…Un tipo de unilateralismo que contempla el mundo como una lucha entre “nosotros y ellos”. Pero creo que la salud global, entendida como un bien público global, obliga a la gente a reconsiderar todos estos puntos de vista. Frente a esta “alianza internacional de antiinternacionalistas”, la gran mayoría entiende que frente a una pandemia global la respuesta no puede ser local.

P. Permítame una incursión en la política del Reino Unido. ¿Tiene sentido que el Gobierno de Johnson insista en no pedir una prórroga del periodo de transición del Brexit (debe hacerlo antes de julio)?

R. No quiero entrar en la política interna del Reino Unido porque lo urgente ahora es hacer frente a esta emergencia internacional. Pero ya he dicho en varias ocasiones que si una de las prioridades, después de este enorme retroceso, va a ser la recuperación del comercio —porque esa será una de las vías para volver a crecer—, lo último que quieres es poner nuevas barreras a ese comercio. En ese sentido, sí, confío en que podamos encontrar una solución respecto al calendario del Brexit.

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