La planificación ha vuelto

Los planes de recuperación trascienden una legislatura. Por ello es preciso el consenso

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente español, Pedro Sánchez, en Madrid este 16 de junio.A.Ortega.POOL (Europa Press)

El Plan Marshall y los planes de recuperación actuales no tienen muchos elementos comunes. Sólo su finalidad: revitalizar a los países europeos tras dos crisis mayores del sistema: una guerra mundial y una pandemia tan mortífera como la covid-19. Se trataría de que una vez domeñada ésta y aplicados los estímulos pactados para la recuperación, pudiéramos decir algo parecido a lo que el primer ministro británico, el conservador Harold Macmillan, declaró en 19...

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El Plan Marshall y los planes de recuperación actuales no tienen muchos elementos comunes. Sólo su finalidad: revitalizar a los países europeos tras dos crisis mayores del sistema: una guerra mundial y una pandemia tan mortífera como la covid-19. Se trataría de que una vez domeñada ésta y aplicados los estímulos pactados para la recuperación, pudiéramos decir algo parecido a lo que el primer ministro británico, el conservador Harold Macmillan, declaró en 1957: “Seamos francos, la mayoría de nuestro pueblo jamás ha vivido tan bien”.

Un concepto se ha puesto de moda, el de planificación. A vuelapluma podemos recordar que en los EE UU de Biden están en vigor un plan de estímu­lo, un plan de empleo (infraestructuras) y un plan de familia (ampliación de la cobertura social). O en la España de ahora mismo, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que acaba de aprobar (con sobresaliente) la Comisión Europea; un plan de Garantía Juvenil Plus, dentro del plan estratégico Juventud Avanza; el plan de choque contra el paro, etcétera. Todos ellos, y cualquier otro que se incorpore a la lista, tienen una característica central: su duración es de medio y largo plazo. Casi todos ellos trascienden el ámbito de una legislatura electoral. Por eso, la llamada de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, al consenso político para aplicar el plan de recuperación español, que llega hasta el año 2026, no es retórica. ¿Qué ocurriría si en ese lance de tiempo cambia la mayoría legislativa y un nuevo Gobierno pretende rectificar —o anular— las reformas que el anterior pactó con Bruselas a cambio de los 140.000 millones de transferencias y créditos? ¿Se reabriría todo el paquete?

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Hoy, como en la Europa de la posguerra, la planificación indicativa ha devenido en una suerte de religión política. Entonces, la economía de los planes se inspiraba directamente en las lecciones aprendidas en los años treinta del siglo pasado: una estrategia con éxito para la recuperación debía excluir cualquier retorno al estancamiento, la depresión, el proteccionismo y, por encima de todo, el desempleo. Como casi siempre que se analiza este periodo hay que volver al gran Tony Judt, que en su libro de referencia (Postguerra, Taurus) describe cómo en toda Europa occidental gobiernos, patronales y sindicatos conspiraban juntos para formar un círculo virtuoso consistente en un alto gasto público, una imposición fiscal progresiva y unos incrementos salariales moderados; estos objetivos ya formaban parte del amplio consenso, forjado durante y después de la guerra, sobre la necesidad de unas economías planificadas. Eran, por tanto, producto de las políticas de los gobiernos, pero la condición que permitió su éxito sin precedentes yacía más allá de la acción de los sectores públicos: el desencadenante del milagro económico europeo y de los cambios sociales y culturales que trajo consigo fue ese contrato social que vinculó a los gobiernos (tanto de la izquierda socialdemócrata como de la derecha conservadora) con los agentes económicos y sociales. En una coyuntura en la que se trataba de recuperar a la ciudadanía de la formidable devastación de la guerra, la idea de que las economías bien planificadas a medio y largo plazo significaban sociedades más ricas, pero también más justas y mejor reguladas, fue adoptada por la mayoría de los electorados, que dejaron para otro momento las diferencias ideológicas.

El principal propósito de los diferentes planes nacionales (y del Plan Marshall, hecho público en un famoso discurso de una ceremonia de graduación en la Universidad de Harvard, en 1947, y que duró cuatro años) era la inversión pública en un momento de escasez de capital y una enorme demanda de financiación en todos los sectores.

Aunque hay muchas analogías entre aquel momento y la actual coyuntura, existe una gran diferencia a tener en cuenta: entonces se dio un rápido y sostenido crecimiento de la población europea, por lo general muy joven; mientras que hoy la pandemia ha causado, por ejemplo, la mayor crisis demográfica en un país como España desde la Guerra Civil, y el continente está muy envejecido.

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