Max Hastings, periodista: “Todos nuestros políticos son malos para transmitir cosas impopulares”

El periodista y divulgador de historia británico publica un libro sobre la crisis de los misiles de Cuba. Todo fue tan tonto como pareció, afirma. Considera el Brexit “una auténtica locura”

Max Hastings, en Londres, el pasado viernes 19 de mayoIone Saizar

Max Hastings (Londres, 77 años) tiene el coraje, la autoridad y la sabiduría para decir lo que le dé la gana, aunque no guste a muchos. Corresponsal de guerra para la BBC, con la que cubrió el conflicto de Vietnam fue director de periódicos emblemáticos como The Daily Telegraph —al que supo llevar a un conservadurismo de centro— o el Evening Standard, y es autor de más de 30 libros de historia militar tan amenos como rigurosos. El último, La crisis de los misiles de Cuba 1962 (Editorial Crítica)...

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Max Hastings (Londres, 77 años) tiene el coraje, la autoridad y la sabiduría para decir lo que le dé la gana, aunque no guste a muchos. Corresponsal de guerra para la BBC, con la que cubrió el conflicto de Vietnam fue director de periódicos emblemáticos como The Daily Telegraph —al que supo llevar a un conservadurismo de centro— o el Evening Standard, y es autor de más de 30 libros de historia militar tan amenos como rigurosos. El último, La crisis de los misiles de Cuba 1962 (Editorial Crítica), un análisis de un momento de la historia en el que la inteligencia prevaleció sobre el instinto y la humanidad se libró de un desastre nuclear. Hastings traza paralelismos y lecciones respecto a la crisis actual en Ucrania. Y no se corta al arremeter contra el Brexit o contra Boris Johnson, al que tuvo como empleado y por el que manifiesta un absoluto desprecio.

PREGUNTA. Dice usted que, a medida que se hace mayor, está más convencido de la falibilidad de los servicios de inteligencia. La crisis de los misiles fue un buen ejemplo.

RESPUESTA. Lo peor de aquella crisis es constatar que un evento que llevó al mundo al borde del precipicio fue el fruto de una absoluta incomprensión y conocimiento mutuo. Los estadounidenses no paraban de buscar los complejos motivos que pudieran explicar el comportamiento de los soviéticos. No los había. Lo que hicieron los rusos fue tan estúpido como parecía. Y, aun así, el equipo de la Casa Blanca discutió durante días sobre qué pretendía la URSS. La idea de que los soviéticos fueran tan estúpidos como para pensar que podían esconder estos misiles bajo las palmeras de Cuba resultaba inconcebible.

P. Calcularon mal los estadounidenses… y los soviéticos.

R. Ahora sabemos que los rusos leyeron mal en cada una de las fases la actitud de EE UU. La razón última por la que decidieron retirar los misiles fue que estaban convencidos de que la Casa Blanca estaba a punto de lanzar una invasión sobre Cuba, lo que no era cierto. Es bastante aleccionador tener en cuenta que, incluso hoy, las grandes decisiones se toman con un conocimiento extraordinariamente limitado de lo que está ocurriendo.

P. ¿Hay lecciones para una crisis como la de Ucrania?

R. Rusia es diferente a la URSS. Es más peligrosa, la vieja Unión Soviética se manejaba de otro modo. Jruschov era el líder, indiscutiblemente, pero debía responder ante el Politburó. Y el Politburó tenía sus propias opiniones y las expresaba. Hoy ya no hay un Politburó en el Kremlin, y Putin puede decidir por sí mismo. A veces leo, en la prensa conservadora de Occidente, que Putin está lanzando un órdago con sus amenazas nucleares. Quizá sea verdad, pero ¿podemos asumir ese riesgo? Después de la crisis de los misiles quedó claro que en la era nuclear ya no es posible hablar de una victoria absoluta y que la mayoría de los conflictos concluyen de un modo insatisfactorio.

P. Ha atraído críticas al expresar sus reservas ante el consenso general sobre lo sucedido en Ucrania.

R. Todos quisiéramos ver la derrota de Putin, y a Rusia doblegada. El comportamiento de Rusia puede resultarnos horrible, pero Rusia es una realidad, con sus propias opiniones. Está claro que no depende de ellos definir qué papel en el mundo le corresponde a Ucrania, pero tampoco podemos pretender que Rusia no existe. Y al final de este conflicto, cuando se llegue a algún tipo de acuerdo, me sorprenderá mucho que ese acuerdo incluya la posibilidad de que Ucrania sea parte de la OTAN.

P. El Reino Unido ha sido probablemente la voz más radical en la defensa hasta el final de Ucrania.

R. Mucho de todo eso es una retórica hueca. Si a los británicos se les comenzara a exigir un sacrificio por Ucrania superior a los límites actuales, comenzarían a quejarse. Boris Johnson decidió abrazarse a Zelenski porque carece de principios morales. Se trata probablemente del ser humano más egoísta que he conocido. No creo que Ucrania le importe en absoluto. Se abrazó a Zelenski cuando su propia carrera estaba en entredicho, y al descubrir que era algo popular, no le soltó.

P. Pero Rishi Sunak no ha reducido un ápice el ardor guerrero.

R. Todos nuestros políticos son muy malos hoy en día a la hora de tener que transmitir a su electorado cosas impopulares o difíciles. Ya son varios los líderes británicos que han dicho que los rusos tienen que ser expulsados de la región de Donbás o de Crimea. Deberían medir sus palabras y limitarse a la fórmula de “apoyaremos completamente a Ucrania” sin especificar límites geográficos. Es algo absolutamente irresponsable.

P. Pide usted que se escuchen las voces de países alejados de ese consenso proucranio.

R. Vivimos en un mundo que se divide en tres bandos. Por un lado, el G-7; por otro, China, Rusia y otros gobiernos autocráticos; y, finalmente, lo que ahora llaman el Sur Global, aunque no sea exactamente el sur, que se niega a tomar partido por uno u otro bando.

P. ¿Eso no es el movimiento de No Alineados del siglo pasado?

R. Sí, pero durante la Guerra Fría tanto EE UU como la URSS eran muy poderosas, y aquellas naciones, muy débiles. Podían obligarlas a posicionarse, más o menos, quisieran o no. Eso ya no es así. Ahora, estas últimas pueden decir que no entran en el juego, y ya no basta con intentar convencerlas de que lo que defiende Occidente es lo moralmente correcto. Si quieres entender la política exterior, resulta clave ser capaz, ya no solo de aceptar la lógica de la otra parte, sino de entender lo diferente que puede ser. Es una lección dura, muchos de nuestros líderes no lo entienden.

P. ¿Comparte la idea de declive del Reino Unido que expresan muchos, fuera y dentro del país?

R. Creo que la raíz de todos nuestros problemas está en el exagerado sentido de la importancia que nos damos. Amo este país, y no querría vivir en otro sitio. Pero tengo una visión muy despejada: somos una economía grande, sí, pero ya no somos importantes. Antes del Brexit, los partidarios de salir de la UE creían que EE UU nos acogería con los brazos abiertos y un nuevo tratado comercial. Yo he vivido allí. No es que no les gustemos, es que no les interesamos en absoluto. Les gusta venir al Reino Unido, pero para hacer compras e ir al teatro, poco más.

P. Y el Brexit como origen de muchos males…

R. Soy un conservador del ala más progresista. El centro donde me siento cómodo ya no existe en la mayoría de los países. En mi casa adoptamos una línea más bien dura: desde 2016, no recibimos a nadie que hubiera apoyado el Brexit. Soy europeísta y un internacionalista apasionado. Nuestro destino esta junto al de Europa. Nadie se atreve a decir hoy que el Brexit fue una catástrofe [Hastings no considera relevante al populista Nigel Farage, que lo dijo hace dos semanas]. Nadie en la Cámara de los Comunes tiene el coraje de admitir que fue una locura.

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