Stéphanie Roza, filósofa: “Estar a favor del decrecimiento es antiprogresista, hay países que necesitan crecer”
A esta investigadora francesa de la historia del socialismo le preocupa el alejamiento de la izquierda de los valores de la Ilustración
Stéphanie Roza (París, 43 años) es decididamente de izquierdas, por orígenes, por familia y por convicción. Lo explica ella misma —investigadora en el CNRS (el CSIC español) en filosofía política y especialista en la Ilustración y la historia del socialismo— nada más sentarse en la mesa de un café refrigerado frente a la estación de Lyon, en París. Fuera cae un sol abrasador. Sus abuelos, judíos de Europa oriental que llegaron a Francia antes de la II Guerra Mundial, entraron en la Resistencia com...
Stéphanie Roza (París, 43 años) es decididamente de izquierdas, por orígenes, por familia y por convicción. Lo explica ella misma —investigadora en el CNRS (el CSIC español) en filosofía política y especialista en la Ilustración y la historia del socialismo— nada más sentarse en la mesa de un café refrigerado frente a la estación de Lyon, en París. Fuera cae un sol abrasador. Sus abuelos, judíos de Europa oriental que llegaron a Francia antes de la II Guerra Mundial, entraron en la Resistencia comunista. Sus padres hicieron el Mayo del 68. Ella militó hasta los 30 años en la extrema izquierda trotskista. Se decepcionó, se distanció y, como universitaria, convirtió en tema de estudio la izquierda y sus orígenes en los ideales del siglo XVIII y la Revolución Francesa. La editorial Laetoli publica en castellano su libro ¿La izquierda contra la Ilustración?
PREGUNTA. ¿Qué le molesta en la izquierda actual?
RESPUESTA. Pienso que se encuentra en una crisis profunda. No será posible la reconstrucción de una alternativa creíble al capitalismo si destruimos el fundamento del proyecto de emancipación: la herencia universalista, progresista y racionalista de la Ilustración.
P. ¿No es paradójico decir que la izquierda va contra la Ilustración? Creía que la izquierda venía precisamente de la Ilustración: los derechos humanos, la razón, la revolución.
R. Me sorprendí al leer, bajo la pluma de militantes o intelectuales de izquierdas, que el universalismo enmascaraba la dominación de los machos blancos europeos, que los derechos humanos eran en realidad los derechos de los hombres blancos, o que el progreso en general era nefasto para el género humano. Fue esto lo que me motivó a escribir el libro.
P. Hay una izquierda “irracionalista”, escribe usted. ¿Por qué?
R. Hay un rechazo de la ciencia en una parte de la izquierda. Con la crisis sanitaria, cuestionaba el consenso científico respecto a las vacunas. Diputados de La Francia Insumisa fueron a las Antillas, no para convencerles de la necesidad de vacunas sino, al contrario, para favorecer los prejuicios que, en las Antillas, son el resultado de las carencias pasadas del Estado francés. Y esto, cuando en el ADN de la izquierda se encuentra el estar a favor del progreso científico y pensar que la técnica y las ciencias deben servir para mejorar la suerte de todos. Ahí hay una ruptura.
P. Y una izquierda “antiprogresista”, dice también.
R. Quizá un poco ingenuamente, la izquierda fue muy productivista: pensaban que todo progreso industrial y técnico mejoraría mecánicamente la suerte de todos. Hoy, con la crisis ecológica vemos que hay que ser selectivos, pero incluso ante esta, lo único que podrá ayudarnos es la ciencia y el progreso tecnológico: para reducir la polución, para producir de manera más limpia, para viajar de manera más limpia. Hay una parte de la izquierda favorable al decrecimiento. Estoy de acuerdo con el decrecimiento si, por ejemplo, significa que hay que reducir en los países ricos el consumo de ropa. Pero estar a favor de un decrecimiento global, sin entender que hay países y sectores que necesitan crecer todavía, esto es antiprogresista y es una ruptura con toda una tradición de izquierdas, socialista, comunista y anarquista, desde el siglo XIX.
P. Sostiene también que esta izquierda es “antiuniversalista”.
R. El universalismo es el principio que se desprende de las diferentes declaraciones de los derechos humanos desde la de 1789. Es la idea de que todo ser humano, por el simple hecho de ser humano, independientemente de su sexo, religión, color de piel, de sus características particulares, está dotado de derecho y prerrogativas inalienables. Es una formidable palanca para la emancipación que ha sido reivindicada y utilizada como tal desde la Revolución Francesa.
“Estar a favor del decrecimiento, sin ver que hay países que aún deben crecer, es antiprogresista”
P. ¿Por qué esta izquierda es antiuniversalista?
R. Según cierta izquierda, los derechos del hombre blanco no han sido proclamados para emancipar a todo el mundo, sino proclamados por los machos blancos de la Asamblea constituyente para ellos mismos. No es del todo falso: numerosos diputados no querían emancipar a los negros de las colonias. Pero una vez que la Declaración Universal de los Derechos Humanos existió y los derechos fueron proclamados, impulsó un movimiento de emancipación. En Santo Domingo, los esclavos se levantaron cuando supieron que la Revolución había tenido lugar en Francia y que se habían proclamado derechos.
P. ¿Cómo explica la actual evolución en la izquierda?
R. Hay razones políticas: las decepciones provocadas por los grandes partidos tradicionales de la izquierda: el Partido Socialista dio amparo a las guerras coloniales, y el Partido Comunista no solo estuvo comprometido con el estalinismo sino que llegó tarde al feminismo y al antirracismo.
P. Y hay raíces intelectuales.
R. Su origen se encuentra en filosofías de la derecha radical, como son las de Nietzsche y Heidegger. El nazismo en el caso de Heidegger. Paradójicamente, estas filosofías fueron recuperadas por pensadores que se situaban a la izquierda. El caso de Foucault es importante. Expuso opresiones a las que no se prestaba atención: en las prisiones o contra las minorías sexuales. Pero, partiendo de esta crítica positiva, llegó hasta cuestionar la primacía de la razón en la sociedad moderna. Al tomar un lugar cada vez mayor en el discurso social, la razón se convierte, según Foucault, en un discurso de poder. Presenta la Ilustración y el discurso racionalista como un discurso de dominación. Así siembra el descrédito sobre la razón. Y hay otra cosa de Foucault que encontramos en la izquierda actual: la fascinación por los procesos teológicos y políticos islamistas. Defiende los derechos de los homosexuales y la libertad sexual absoluta en Occidente, y va a Irán y no encuentra nada que objetar ni ante la situación de las mujeres ni la de las minorías sexuales. Es una forma de orientalismo al revés: lo que es bueno para Occidente, en cuanto a libertades, no lo es para las sociedades orientales.
P. ¿Esto no demuestra que es el centro liberal, el de Macron en Francia, el heredero de la Ilustración? Si la izquierda también es antiilustrada, como la extrema derecha…
R. Hay dos ramas en la herencia de la Ilustración: la socialista y la liberal. No solo los socialistas defienden los derechos humanos, también los liberales desde la Revolución Francesa. La herencia socialista es más radical: hay que ampliarlos, profundizar en los derechos humanos e integrar a cada vez más personas. Y se oponen a los liberales en la cuestión social: los macronistas están destruyendo el sistema de pensiones, permiten destruir nuestros servicios públicos. Los macronistas no son los primeros, pero dejan hacer, aceleran el proceso. En todo caso, hoy los liberales continúan defendiendo una herencia que es la suya también. Es la izquierda la que está en crisis y ha olvidado sus fundamentos.
Apúntate aquí a la newsletter semanal de Ideas.