El centrista Gantz acelera los pactos para apear a Netanyahu del poder
El baile de tránsfugas en la oposición pone en peligro la operación de alternancia política en Israel
Una semana después de las terceras elecciones celebradas en Israel en un año, el líder centrista Benny Gantz ha acelerado las negociaciones para descabalgar del poder al conservador Benjamín Netanyahu, el primer ministro que durante más tiempo ha gobernado el país. Gantz se reunió el lunes con el exministro de Defensa Avigdor Lieberman, quien controla los votos clave en la Kneset (Parlamento) para romper el empate entre los bloques de derecha y centroizquierda. También tendió la mano a los...
Una semana después de las terceras elecciones celebradas en Israel en un año, el líder centrista Benny Gantz ha acelerado las negociaciones para descabalgar del poder al conservador Benjamín Netanyahu, el primer ministro que durante más tiempo ha gobernado el país. Gantz se reunió el lunes con el exministro de Defensa Avigdor Lieberman, quien controla los votos clave en la Kneset (Parlamento) para romper el empate entre los bloques de derecha y centroizquierda. También tendió la mano a los 15 diputados árabes de la Cámara para que ayuden a poner fin a la era de Netanyahu.
Mientras el primer ministro en funciones se reafirma ante la opinión pública con medidas extremas para frenar el avance del coronavirus —como el cierre de facto de las fronteras a los extranjeros—, el exgeneral Gantz, el jefe del Ejército que dirigió la ofensiva contra Gaza en 2014, plantea la estrategia de asalto al poder como una guerra relámpago.
Una vez confirmados el martes los resultados oficiales, el bloque conservador encabezado por el Likud de Netanyahu (36 diputados), junto a los partidos ultraortodoxos Shas (nueve) y Unión por la Torá y el Judaísmo (siete), además de la extrema derecha nacionalista de Yamina (seis), suma 58 parlamentarios en una Kneset de 120 escaños.
Ante Gantz se presenta ahora la oportunidad de unir a toda la oposición bajo un mínimo denominador común: cualquiera menos Netanyahu. No es un empeño fácil de hacer realidad. Su propia alianza centrista, Azul y Blanco (33 diputados), es un conglomerado heterogéneo en el que comparte liderazgo con otros dos antiguos jefes de las Fuerzas Armadas, Moshe Yaalon y Gaby Askenazi, y un popular expresentador de televisión, Yair Lapid.
Las viejas glorias de la izquierda israelí —el Partido Laborista y la formación pacifista Meretz— han perdido cuatro de los 11 escaños que sumaban por separado, pese a concurrir en coalición a las urnas, en un nuevo episodio de su imparable declive. La emergente Lista Conjunta, que pasa de 13 a 15 escaños en la Kneset, es también un conglomerado de cuatro partidos árabes que oscila desde la izquierda laica al islamismo moderado.
Para concitar un raro alineamiento del derechista laico Lieberman —colono afincado en un asentamiento de Cisjordania— con la demediada izquierda judía y la rampante minoría árabe, Gantz conjura el temor generalizado a la convocatoria de unas cuartas elecciones legislativas.
El líder de Azul y Blanco ha maniobrado con inusual rapidez para sofocar la rebelión de dos de sus diputados, que rechazan un pacto de investidura con los partidos árabes, e intentar sortear el veto del partido árabe Balad, nacionalista palestino (tres escaños), que no parece dispuesto a secundar un eventual voto a su favor como primer ministro. Gantz telefoneó el lunes a los líderes de las otras tres fuerzas de la Lista Conjunta y envío el martes colaboradores cercanos a abrir la negociación con representantes de las cuatro formaciones árabes.
Yair Lapid, su brazo derecho y cofundador de Azul y Blanco, precisó a través de Facebook que Gantz prevé encabezar un Gobierno en minoría en la Kneset, junto con laboristas, pacifistas e Israel Nuestra Casa, el partido de Lieberman, en el que no estará representada la Lista Conjunta. “Votarán una vez a favor de su elección como primer ministro y esa será la última vez”, advirtió Lapid, “no es la fórmula de Gobierno que buscábamos, pero siempre es mejor que tener que ir a unas cuartas elecciones”.
El presidente israelí, Reuven Rivlin, ha aplazado hasta el domingo las consultas con los partidos para designar, previsiblemente ese mismo día, al líder encargado de formar Gobierno. Al día siguiente se constituirá la Kneset salida de los comicios del día 2.
Días contados
Si consigue votar unida para arrebatar al Likud la presidencia de la Cámara, la oposición emitirá un claro aviso de que los días de Netanyahu en el poder están contados. El analista del diario Haaretz Chaim Levinson anticipa que, si el presidente Rivlin le propone como candidato, Gantz pretende ser investido primer ministro el próximo día 23, tres semanas después de las legislativas, en una inusual aceleración de los dilatados plazos de regateo que exige conformar una coalición gubernamental en Israel.
Los movimientos de tránsfugas que se rebelan contra la dirección de los partidos de la oposición están poniendo en peligro en las últimas horas la operación de alternancia en el poder emprendida por Benny Gantz. Dos diputados del ala más conservadora de Azul y Blanco, Zvi Hauser y Yoaz Hendel, se han opuesto a la formación de un Gobierno en minoría con el apoyo externo de la Lista Conjunta de partidos árabes.
La parlamentaria centrista Orly Levi-Abecassis, integrada en la candidatura de laboristas y pacifistas, también amenaza con votar en contra en una investidura de Gantz respaldada por los diputados árabes, informó The Jerusalem Post. Un veto desde estos tres escaños puede arruinar la estrategia de Gantz al privarle de su teórica ventaja sobre Benjamín Netanyahu.
Ninguno de los diputados en liza expresó abiertamente durante la campaña su oposición a un entendimiento con la Lista Conjunta. Poco después de que concluyera la jornada electoral del día 2, asesores del primer ministro confiaron en que diputados de la oposición acabarían pasándose a las filas del bloque conservador.
Hiperactivo político incurable, Netanyahu parece estar ignorando los nubarrones que se ciernen sobre su prolongada carrera de gobernante. Cuando solo queda una semana para que comparezca por primera vez ante el tribunal de Jerusalén que va a juzgarle por corrupción y para que la oposición trate de conjurarse en su contra en la Kneset, el primer ministro concentra toda su actividad pública en la contención de la expansión del coronavirus. Con 61 casos declarados y ningún fallecido entre sus nueve millones de habitantes, Israel ha adoptado medidas extremas, como el cierre de facto de fronteras a los extranjeros.