Malak, quemada viva por desobedecer a su marido en Irak

Una agresión machista durante el confinamiento saca a la luz la vulnerabilidad de las mujeres tras dos décadas de democracia fallida

Una mujer camina con un carrito de compra en medio de la densa niebla en la ciudad santa de Nayaf (Irak).Haidar HAMDANI

Los detalles son fragmentarios, pero las imágenes lo dicen todo. Una joven, desfigurada por las ampollas de las quemaduras, grita de dolor en la camilla de un hospital. No ha sido un accidente. Malak al Zubaidi, de 20 años, es la última víctima del machismo en Irak que, como en el resto del mundo, se ve agravado por el confinamiento. Frente al silencio habitual, una hermana de Malak ha denunciado la agresión en las redes sociales. Aunque pocos creen que el responsable vaya a ser castigado, se ha abierto la caja de los truenos.

“Socorro, so...

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Los detalles son fragmentarios, pero las imágenes lo dicen todo. Una joven, desfigurada por las ampollas de las quemaduras, grita de dolor en la camilla de un hospital. No ha sido un accidente. Malak al Zubaidi, de 20 años, es la última víctima del machismo en Irak que, como en el resto del mundo, se ve agravado por el confinamiento. Frente al silencio habitual, una hermana de Malak ha denunciado la agresión en las redes sociales. Aunque pocos creen que el responsable vaya a ser castigado, se ha abierto la caja de los truenos.

“Socorro, socorro, que alguien me ayude”, gritaba Malak envuelta en llamas ante la indiferencia de su marido y su cuñado, según le relató a su hermana una mujer que estaba en la casa. Aunque la chica no la identifica, se trata probablemente de la primera esposa de Mohamed al Mayahi, el hombre del que Malak era segunda cónyuge. Antes de eso se había producido la enésima pelea entre la pareja porque ella quería ir a visitar a su familia y él no se lo permitía. Tenía miedo de que contara a sus padres el maltrato de que estaba siendo objeto.

La hermana de Malak decidió denunciar la agresión tras ver el estado en el que había quedado esta. “Lleva ocho meses sin visitarnos. Tampoco le dejaban utilizar su teléfono; era su marido el que respondía a nuestros mensajes. Cuando mi padre llamó al padre de su marido pidiéndole permiso para ir a verla, le dijo que estaba feliz y contenta y que para qué queríamos molestarla”, relata la chica llorosa en una grabación de Facebook. Luego ha repetido la historia en varios medios locales.

El miércoles 8, el día de la agresión, Mohamed volvió a responder con golpes a la petición de Malak para visitar a sus padres. Al parecer, le lanzó una silla. “Me quiere matar, me quiere matar”, gritaba según le contó la otra mujer a la hermana. Luego amenazó con quemarse y se roció con gasolina. La mujer, alertada por los gritos, se había acercado y vio como el marido le daba un mechero a la vez que le decía “quémate, quémate”. Cuando en un ataque de desesperación Malak lo encendió, él se quedó mirando e impidió que nadie pidiera ayuda. Solo tres días después, y tras hacerle jurar que no revelaría lo sucedido, la llevó al hospital diciendo que había sufrido un accidente.

“Los casos son numerosos. Esta vez ha tenido más eco por las imágenes de la chica quemada. Puede decirse que [el maltrato] es un modo de vida, son muchas las mujeres iraquíes en la misma situación”, confía a EL PAÍS una activista que se identifica como Ban Layla y que lanzó la etiqueta #كل_يوم_ملاك (#todos los días hay Malak) nada más conocer el suceso el pasado domingo. Malak en árabe significa ángel.

Es el tercer caso que sale a la luz en las dos semanas que Irak lleva confinado. Las activistas están convencidas de que el encierro aumenta el peligro para las mujeres. No hay datos oficiales. Una investigación de 2012 estimó que una de cada cinco mujeres iraquíes era víctima de la violencia doméstica. Pero las organizaciones que atienden a las mujeres maltratadas aseguran que el número es mucho mayor. La falta de protección desincentiva la denuncia. Tampoco ayuda la elevada tasa de matrimonios infantiles. Según Unicef, el 20% de las iraquíes se casan antes de los 18 años y a partir de los 14, el 60% deja los estudios.

La presión de las redes sociales, donde la agresión a Malak ha corrido como la pólvora, ha obligado a las autoridades a actuar. En Nayaf, la ciudad donde se produjo el ataque machista, el gobernador ha ordenado una investigación. El Ministerio del Interior ha encargado un seguimiento del proceso judicial. Las activistas se muestran escépticas y piden una ley contra la violencia doméstica. En las pocas ocasiones que llegan a los tribunales, los jueces suelen culpar a la víctima y exonerar a su maltratador.

“Irak es un país patriarcal y desde 2003 la sociedad se ha vuelto más conservadora a causa de la guerra. Ante la ausencia de un Estado que les protegiera, los iraquíes han recurrido a las tradiciones tribales y eso se traduce en leyes más represivas para la mujer”, explica Ruba Ali al Hassani, una estudiante de doctorado en Derecho iraquí. Al Hassani, que en la actualidad reside en Canadá, atribuye a ese conservadurismo el aumento de la misoginia y la violencia contra las mujeres en su país. Pero lo más grave, dice, es “la ausencia de leyes para protegerlas”.

No hay una ley específica contra la violencia doméstica. Aunque la Constitución prohíbe “todas las formas de violencia y abuso dentro de la familia”, un viejo artículo del Código Penal permite que los maridos “disciplinen” a sus esposas. El arraigo social de los mal llamados “crímenes de honor” permite que los hombres que matan a sus mujeres o hijas reciban como mucho ligeras penas de cárcel.

“En 2012, varias ONG propusieron una ley, pero los partidos políticos, en su mayoría conservadores, la bloquearon”, recuerda Al Hassani. Sin embargo, se muestra optimista sobre un cambio de actitud entre los jóvenes. “Se ha visto en las redes sociales donde predomina la condena. No ha sido repentino, se ha evidenciado durante el último año en las protestas, en las que las mujeres han tenido una participación destacada”, constata.

De momento, el terrible caso de Malak ha abierto un espacio para que las mujeres iraquíes compartan sus experiencias de opresión, abusos sexuales y violencia doméstica. Protegidas por el anonimato de las redes sociales, muchas están denunciando, criticando las normas sociales y tribales, a las instituciones e incluso a las organizaciones de mujeres por su inacción.

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