Adiós al último heterodoxo de Oriente Próximo

El periodista británico Robert Fisk, fallecido a los 74 años, creó escuela tras cubrir decenas de conflictos y cuestionar por sistema la versión oficial

El corresponsal británico Robert Fisk, en un acto en París en 2005.FRANCOIS MORI (AP)

Cuando Robert Fisk viajó a los campamentos saharauis de Tinduf (Argelia) en 1997, coincidiendo con la visita del ex secretario de Estado de EE UU James Baker, ya era todo un santón de la prensa internacional. Su mueca de escepticismo ante los jóvenes periodistas que le escoltaban bajo el palio de la admiración daba por ya sentando el fracaso de la enésima mediación de la ONU entre el Frente Polisario y Marruecos. El ...

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Cuando Robert Fisk viajó a los campamentos saharauis de Tinduf (Argelia) en 1997, coincidiendo con la visita del ex secretario de Estado de EE UU James Baker, ya era todo un santón de la prensa internacional. Su mueca de escepticismo ante los jóvenes periodistas que le escoltaban bajo el palio de la admiración daba por ya sentando el fracaso de la enésima mediación de la ONU entre el Frente Polisario y Marruecos. El veterano corresponsal británico, que cubrió casi todos los conflictos de Oriente Próximo durante las cuatro últimas décadas, falleció a causa de un fulminante derrame cerebral el domingo en Dublín, su patria de elección tras haber adquirido la nacionalidad irlandesa y doctorarse en el Trinity College.

Nacido en Maidstone (sur de Inglaterra) hace 74 años y graduado en Literatura por la Universidad de Lancaster en 1968, Fisk fue enviado por el Sunday Express a Belfast en el cenit de los disturbios norirlandeses en 1972 antes de cubrir la Revolución de los Claveles en Portugal. Pero su destino estaba en la Corniche de Beirut, el paseo marítimo donde se asentó como corresponsal del Times a partir de 1976. La guerra civil de Líbano, que se prolongó hasta 1990; la llegada al poder de los ayatolás en Irán en 1979; las incursiones libanesas de Israel de 1982 y 2006, las guerras en Irak de 1991 y 2003, o la última década de contienda en Siria fueron escenarios desde los que informó sobre el terreno. “Con su valor y su independencia ayudó a mucha gente a entender mejor las complejidades de Oriente Próximo”, le despidió en Twitter el primer ministro irlandés, Micheál Martin.

Fue uno de los primeros periodistas en alertar sobre la matanza de los campamentos de Shabra y Chatila, en la que al menos 2.000 refugiados palestinos fueron asesinados por milicias radicales cristianas en 1982 en las afueras de la capital libanesa ante la pasividad de fuerzas invasoras israelíes. Fisk recordaba en este mismo periódico a su compañero y amigo en Beirut Juan Carlos Gumucio veinte años después de una masacre de la que ambos informaron. “Era un hombre de recursos, valiente, cínico y profundamente subversivo en el mejor sentido de esa palabra”, rezaba su nota necrológica sobre el reportero boliviano, que llegó a ser corresponsal de EL PAÍS en Jerusalén y Londres.

La semblanza se ajusta a la perfección a la personalidad del periodista ahora fallecido, que expandió las coberturas a las guerras de Afganistán y los Balcanes o a los conflictos del Magreb. Heterodoxo en sus observaciones, crítico por sistema con la versión oficial –se anticipó al denunciar el fiasco del pretexto norteamericano de las armas de destrucción masiva para atacar Irak–, Fisk tampoco solía perder la ironía burlona. “¿Es cierto que Gumucio se vuelve a casar [con la célebre reportera de guerra estadounidense Marie Colvin]?”, meneaba la cabeza Fisk en una aldea diezmada por cientos de degollamientos de las bandas integristas en la Mitiya de Argelia a finales de los años noventa.

Entonces ya había roto con el Times de Rupert Murdoch para fichar de por vida por el Independent. En este diario actualmente publicado en Irlanda alcanzó reconocimiento internacional por sus entrevistas exclusivas al líder de Al Qaeda, Osama Bin Laden, antes del 11-S. Varios libros condensan la obra periodística a la que dedico su vida, como Pity of nation, sobre la reciente historia de Líbano o el clásico La gran guerra por la civilización: la conquista de Oriente Próximo. Divorciado desde 2006, Fisk no deja hijos.

Acerado detractor de las políticas de Estados Unidos e Israel en la región, Fisk ha sido a la vez cuestionado por su línea informativa durante la guerra en Siria, en la que se abstuvo de criticar ataques deliberados del régimen de Damasco contra la población civil. “Muchos medios se confunden con este conflicto y muestran una Siria deformada”, recuerda Natalia Sancha, corresponsal de EL PAÍS en Beirut, que dijo a modo de consejo a los periodistas que aguardaban a recibir la acreditación en el Ministerio de Información en Damasco. En contra de la imposición al resto de los medios, él gozaba del privilegio de recorrer el país sin restricciones y sin “acompañante” oficial.

Sin rehuir la autocrítica, el iconoclasta Fisk cabalgó sobre polémicas casi hasta la muerte. “No me gustan las historias sobre el efecto que tienen en los periodistas los acontecimientos que cubren, sino las de las víctimas y los supervivientes”, resumía el eje central de su trabajo en una entrevista con el diario libanés L’Orient le Jour. “En cuanto hay problemas”, decía, “los reporteros siempre pueden sacar un billete de primera clase y darse un respiro”.

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