Una nueva caravana de migrantes hondureños viaja hacia EE UU alentados por un cambio de Administración
Entre 3.000 y 5.000 personas esperan cruzar Guatemala y México, motivadas por la llegada de Joe Biden a la presidencia y con esperanzas de un cambio en las políticas migratorias por parte del demócrata
Una nueva caravana de migrantes hondureños, compuesta por entre 3.000 y 5.000 personas, ha salido la mañana de este viernes desde la ciudad de San Pedro Sula, localizada al suroeste del país centroamericano, con la esperanza de cruzar Guatemala y México en su camino hacia Estados Unidos, alentados por la llegada al Gobierno Joe Biden y ...
Una nueva caravana de migrantes hondureños, compuesta por entre 3.000 y 5.000 personas, ha salido la mañana de este viernes desde la ciudad de San Pedro Sula, localizada al suroeste del país centroamericano, con la esperanza de cruzar Guatemala y México en su camino hacia Estados Unidos, alentados por la llegada al Gobierno Joe Biden y un posible cambio en las políticas migratorias de parte del demócrata. La caravana había avanzado a mediodía hasta la localidad norteña de Copán, donde los organizadores decidirán la ruta a tomar para cruzar hacia Guatemala, con dos opciones en mente: los puestos fronterizos de Aguascalientes y El Florido. Mientras, el Gobierno guatemalteco ha afirmado que no permitirá el ingreso de los migrantes y ha desplegado a decenas de militares y policías en las fronteras del país para impedirles el paso.
Los migrantes dejan un país devastado por los huracanes Eta e Iota, golpeado por la pandemia de coronavirus y asfixiado por la violencia. Esta caravana es la segunda que se forma desde diciembre, cuando centenares de hondureños partieron rumbo a Estados Unidos tras el azote de los huracanes, que han dejado a decenas de miles de familias sin hogar ni forma de subsistencia. La embajada de Estados Unidos en Honduras ha afirmado que sus “socios”, México y Guatemala, no permitirán “que los grupos de caravanas de migrantes avancen hacia el norte en violación de la soberanía, las órdenes de salud pública vigentes y las leyes de inmigración de las respectivas naciones en toda la región”. También ha advertido que “nuestro compromiso con el estado de derecho y la salud pública no se ve afectado por un cambio de Administración en Estados Unidos”.
El Gobierno del presidente hondureño Juan Orlando Hernández ha desplegado a la policía militar y ordenado que se establezcan retenes en la ruta de los migrantes, para evitar que avancen hacia el norte. Además, se ha establecido un toque de queda en el país. Mientras, Guatemala ha ordenado a su Ejército y a la Policía Nacional Civil que creen puestos de control en la carretera hacia el océano Atlántico, después de que el presidente Alejandro Giammattei decretara el jueves el estado de prevención en los departamentos de Izabal, Zacapa, Chiquimula, Jutiapa, Santa Rosa, El Progreso y Petén. “Le suplicamos señor presidente que nos permita pasar por Guatemala, nos estamos muriendo de hambre”, ha pedido uno de los migrantes, citado por la agencia EFE.
Los organizadores de la caravana alegan que parten de Honduras por la pobreza, falta de empleos y la violencia que carcome al país. “Se van porque no tienen nada. Es un sentimiento de dolor, pero también cargan con esperanza, porque creen que esta es la única vía de salvación para poder lograr algo. Saben que aquí [Honduras] no hay nada y están dispuestos a hacer esta gran caminata”, ha comentado a EL PAÍS la periodista hondureña Diuna Orellana, que se encuentra siguiendo la caravana de migrantes. Orella ha visto a familias enteras dejar sus localidades para unirse al grupo, incluyendo ancianos, niños, madres adolescentes con sus hijos y jóvenes hartos por la falta de oportunidades. Aunque la mayoría llevan cubrebocas, no cuentan con las pruebas negativas de la covid-19, uno de los requisitos para ingresar a Guatemala. Las pruebas en Honduras pueden costa entre 20 y 150 dólares. “La Cruz Roja y Médicos sin Frontera les están dando acompañamiento”, ha explicado Orellana.
El sentimiento generalizado, ha agregado la periodista, es de esperanza en un cambio en las políticas migratorias con la llegada de Biden a al Casa Blanca: “Hay mucha expectativa, la gente tiene esperanza con Biden, siente que pueden cambiar las políticas migratorias estadounidenses. Hay personas que hacen este viaje por segunda o tercera vez. Lo dejan todo esperando poder llegar a Estados Unidos”.
Biden y el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, han apostado por una nueva estrategia migratoria, después de cuatro años de duras políticas migratorias del republicano Donald Trump. Ambos líderes mantuvieron una conversación a mediados de diciembre, con la que se abre una nueva etapa entre los dos países clave en la gestión de la migración centroamericana. En esa conversación ambos políticos destacaron la necesidad de “revitalizar la cooperación entre EE UU y México para garantizar una migración segura y ordenada, contener el coronavirus, impulsar las economías de América del Norte y asegurar la frontera común”, según informó el equipo de transición del demócrata. López Obrador ya había saludado días antes la postura de Biden con respecto al tema migratorio, lo que, dijo, “permitirá continuar con el plan de promover el desarrollo y el bienestar de las comunidades del sureste de México y de los países de Centroamérica”.
Todavía está por verse en qué nuevas estrategias se traducirán estos discursos conciliadores, que por el momento generan expectativas entre aquellos centroamericanos sin futuro, ya sea porque lo han perdido todo por los desastres naturales que han azotado a la región o por la falta de oportunidades que sus gobiernos —la mayoría carcomidos por la corrupción— son incapaces de proporcionarles. “Mi ilusión es llegar a Estados Unidos, comprar mi casita porque ya me aburrí de vivir alquilando y estar trabajando para otra gente”, ha dicho Melvin Fernández, un taxista del caribeño puerto de La Ceiba, a la agencia AFP. “Yo quiero trabajar y dar una vida digna con mi familia”, ha agregado el migrantes, que este viernes partía rumbo a Estados Unidos junto a su esposa y sus tres hijos de 10, 15 y 22 años. Con ellos, una multitud de migrantes que aspiran a un cambio de vida.