Una nueva vida para los migrantes del ‘Geo Barents’
Las 410 personas rescatadas por el barco de Médicos sin Fronteras la semana pasada desembarcan en la isla italiana de Sicilia
Italia vuelve a ser un punto de partida hacia una nueva vida para los 410 migrantes rescatados la semana pasada por el Geo Barents, que empezaron a desembarcar este viernes en Augusta, sur de Sicilia. La alegría de tocar puerto después de días esperando a ver tierra, la emoción ante la despedida y el miedo a lo des...
Italia vuelve a ser un punto de partida hacia una nueva vida para los 410 migrantes rescatados la semana pasada por el Geo Barents, que empezaron a desembarcar este viernes en Augusta, sur de Sicilia. La alegría de tocar puerto después de días esperando a ver tierra, la emoción ante la despedida y el miedo a lo desconocido se sentían en el ambiente del barco de Médicos Sin Fronteras (MSF) antes de que las autoridades italianas comenzaran la inspección reglamentaria y procedieran con las pruebas de covid-19, un requisito obligatorio antes del traslado a otro barco donde tendrán que hacer cuarentena. Antes de abandonar el Geo Barents, algunos migrantes se llevaban las manos al corazón y, en diferentes idiomas, solo tenían palabras de agradecimiento. Ahora empieza su otra etapa del viaje en Europa.
La noticia de que las autoridades italianas habían concedido puerto al Geo Barents provocó una explosión de alegría en la cubierta el día anterior. Algunos habían notado que el barco había virado hacia tierra y estaban a la espera. “Necesitamos buenas noticias”, decía el sudanés Baba. Si bien algunos saltaron y se abrazaron al escuchar el anuncio que tanto esperaban, un compatriota de Baba, John, permaneció en silencio, pensativo, con las manos apoyadas atrás.
Este es el séptimo intento de John por llegar a Europa. Ha sido interceptado por la Guardia Costera libia, por las milicias, ha sufrido maltrato, ha tenido que pagar miles de euros hasta llegar a este momento. Es un hombre joven, alto, fuerte y amable que estos días echaba de menos poder cargar su teléfono para escuchar música y evadirse un poco. Está emocionado y se aleja. “He perdido tres años de mi vida en Libia. Mi cabeza se fue… echo de menos a mi familia”, lamenta más tarde. Su historia se repite una y otra vez entre los supervivientes. Etíopes, bangladesíes, sudaneses, marfileños… Cada uno salió de su país por un motivo distinto, pero la mayoría se vieron atrapados por las redes de traficantes en algún momento del intrincado recorrido que acaba en Libia por un tiempo indefinido antes de poder embarcar rumbo a Europa. Han tenido suerte. Otros no sobrevivieron a la estancia en ese país magrebí.
“Gracias por todo, gracias”, se despedía el etíope Elías, que ha ayudado con las traducciones del inglés al amhárico durante la travesía, con los 56 compatriotas a bordo. El personal médico les desea suerte. “Gracias, gracias por el rescate”, decía Dawda, un joven de 16 años procedente de Gambia que ha escrito ese mensaje en la espalda de la camiseta blanca que le dieron al llegar al barco. Se le nota un poco inquieto por la incertidumbre de lo que viene. “Estaré bien”, asegura optimista. Los padres de Aimán, de 3 años, que ha correteado estos días por la cubierta del barco tienden la mano con una gran sonrisa y asienten con la cabeza. Pero algunas vivencias son difíciles de olvidar. En un rincón acompañado en todo momento por personal de MSF hay un chico bangladesí que llora con la mirada en el suelo. No se quiere marchar, teme volver a ser víctima de las penurias por las que ha pasado. En tierra le espera una persona que habla su idioma y le acompaña en el proceso de registro de las autoridades.
A lo largo de la mañana del viernes, se habían instalado en el puerto, de forma temporal, unas casetas para proceder con el registro de los migrantes. En tierra esperaban también representantes del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), de la ONG Save the Children y Cruz Roja para asistir a los migrantes. En estos días, la responsable de derechos humanos de MSF ha hablado con ellos para documentar sus historias y tratar de detectar a quienes son especialmente vulnerables para que reciban asistencia.
Una jornada larga
El barco había puesto los motores en marcha el viernes a las 05.00 de la madrugada para acercarse hasta la costa desde el punto de ancla que le habían asignado la noche anterior. Al entrar en el puerto, fue ubicado en una zona rodeada de grandes montañas de chatarra, próxima a una explanada donde ya se alzaban unas carpas de color blanco, a cierta distancia unas de otras, donde las autoridades han establecido los puntos para proceder al registro de los migrantes. Desde el día anterior muchos rescatados del Geo Barents se habían puesto su ropa y guardado sus pertenencias en la mochila azul que recibieron cuando llegaron, preparados para cuando llegara el momento.El viernes, algunos se atusaban el pelo y un joven marroquí sacó su bufanda verde y blanca del Raja Club Athletic, uno de los equipos de fútbol de la ciudad de Casablanca. “Es como el Atlético de Madrid”, bromeaba.
La actividad dentro del Geo Barents había comenzado temprano para que todo estuviera listo para recibir a las autoridades de la Oficina de Sanidad Marítima que subieron a inspeccionar el barco y organizar con la tripulación de MSF el operativo para realizar las pruebas rápidas de covid-19. Toda la tripulación llevaba los Equipos de Protección Individual (EPI): los ya famosos trajes de color amarillo, gafas protectoras y mascarilla especial. Las autoridades también entraron con trajes de protección, pantallas faciales y guantes. Los tres representantes de la Oficina de Sanidad Marítima revisaron la cubierta de los hombres a los que dieron la bienvenida a Italia. Sus palabras fueron recibidas con vítores y aplausos, “¡Italia, Italia!”, el lugar que llevan días esperando. A continuación, un equipo de la Cruz Roja subió por la pasarela metálica desplegada en un lateral del Geo Barents.
Las pruebas se desarrollaron en la cubierta de las mujeres, en el piso de arriba, primero las personas con necesidades médicas, las familias y la mujer embarazada, los menores no acompañados, las mujeres y por último el resto. El mismo orden en el que comenzó el desembarco, que se ha organizado por grupos de unas 40 personas. La mayoría era la primera vez que veía una de estas pruebas. La marfileña Fatima, de 18 años, se resistió un poco, pero al final le dio la mano a un sanitario y aguantó mientras le metían el bastoncillo por la nariz. Los tres niños menores de seis años también superaron la prueba como si fuera otro de los juegos que han compartido estos días con la tripulación. Con ellos han pintado con tiza en el suelo, han saltado, han aprendido alguna palabra en un idioma “extraño” y se han reído a carcajadas. Los adolescentes, a la espera de su turno, miraban un mapa del mundo de colores que hay en la pared. “Estamos aquí”, dice uno. “Yo quiero ir aquí”, dice otro señalando Alemania. Ambos se miran y sonríen.
En el piso de abajo, mientras, el resto de migrantes esperaban sentados en el suelo en un área delimitada con una cinta roja y blanca para que mantuvieran la distancia hasta las cuerdas y engranajes del barco. La espera se hacía larga, así que han servido una ronda de té. John -el joven sudanés- hace una señal con el pulgar hacia arriba desde lejos. Quiere decir que está bien y, de nuevo, dar las gracias. Al final de la jornada, más de un centenar de migrantes seguía en el barco. Pasarán la noche en él, pues las autoridades italianas no han podido completar el proceso en una larga jornada. El desembarco seguirá mañana. John es uno de los que se han quedado.
El Geo Barents rescató en apenas dos días siete embarcaciones que navegaban en condiciones precarias. En total, salvaron a 410 personas de una veintena de nacionalidades que tomaron una de las rutas más peligrosas para alcanzar Europa. Las últimas operaciones se realizaron en la zona de búsqueda y rescate (SAR, search and rescue) de Malta, pero ante el rechazo de las autoridades maltesas, que eran el puerto más cercano, Italia ha asumido la responsabilidad. En lo que va de año han llegado a las costas italianas 18.358 migrantes, según el Ministerio del Interior de ese país, y 679 personas han muerto en el Mediterráneo central. Actualmente la Unión Europea no tiene ninguna misión de salvamento y rescate en la zona.