Keiko Fujimori: “Voy a aceptar el resultado del tribunal electoral”
La candidata peruana, que ha denunciado fraude de Pedro Castillo en las elecciones de Perú, asegura en una entrevista con EL PAÍS que respetará la decisión final de las autoridades electorales
El ascensor del edificio llega directo al salón del apartamento. El cielo sucio de Lima se deja ver a través de un gran ventanal. Allí espera Keiko Fujimori, de 46 años, vestida con una camisa blanca de gasa, un chaleco acolchado sin mangas y unos vaqueros floreados. La política peruana ha mostrado durante la campaña electoral una de sus grandes fortalezas, la de aglutinar a las élites peruanas, que le dieron todo su apoyo para que gobernarse el país durante los próximos cinco años. Pero t...
El ascensor del edificio llega directo al salón del apartamento. El cielo sucio de Lima se deja ver a través de un gran ventanal. Allí espera Keiko Fujimori, de 46 años, vestida con una camisa blanca de gasa, un chaleco acolchado sin mangas y unos vaqueros floreados. La política peruana ha mostrado durante la campaña electoral una de sus grandes fortalezas, la de aglutinar a las élites peruanas, que le dieron todo su apoyo para que gobernarse el país durante los próximos cinco años. Pero también algunas de sus flaquezas y contradicciones. Fujimori, acusada de lavado de activos y organización criminal en el caso Odebrecht, prometió combatir la corrupción. En un altar rodeado de figuras católicas del tamaño de niños de guardería, está posada la Biblia que leyó durante su estancia en prisión. “Sea cual sea el resultado, respetaré la voluntad popular”, dijo antes de ir a las urnas. Dos semanas después continúa sin reconocer la victoria por la mínima de su adversario, el izquierdista Pedro Castillo. La candidata aseguró que, con ella en el poder, la estabilidad de una democracia vacilante en el último lustro saldría fortalecida. En un portarretrato de madera hay una foto en blanco y negro de ella de niña con su madre, sus dos hermanos pequeños y un señor de traje y gafas de pasta, su padre, Alberto Fujimori. El último autócrata de Perú.
La decisión de Fujimori y su partido, Fuerza Popular, de tratar de anular 200.000 votos de las zonas más pobres del país, donde su rival ha arrasado, ha retrasado dos semanas la proclamación de un vencedor. Castillo ganó, según el conteo oficial, por poco más de 40.000 papeletas. La espera ha enrarecido la convivencia después de una campaña de alta intensidad, que ha dividido al país. Fujimori y sus aliados dicen estar convencidos de que hubo un fraude que alteró el resultado final, pese a que las instituciones y los observadores internacionales no hayan visto indicios de que haya sido así. Del lado de Keiko están los mejores bufetes de abogados de Lima, que son los que han presentado las nulidades. Por ahora, han sido rechazadas todas. Asociaciones de exmilitares han llamado a dar un golpe para evitar la llegada al poder de Castillo, que para este sector representa un comunismo feroz y trasnochado.
Quedaba la duda de si Fujimori haría finalmente lo que prometió en campaña, aceptar el resultado u optar por otra vía. “Voy a aceptar los resultados que el Jurado Nacional de Elecciones decida”, aclara sentada en un sofá de tres piezas. Sin embargo, desliza que puede que no se esté haciendo lo suficiente por conocer “la verdad”. Su equipo tenía tres días desde el domingo de elecciones, el 6 de junio, para presentar los recursos de nulidad, pero la mayoría llegó fuera de plazo. Hay una discusión legal ahora mismo —muy común en Perú— sobre si estas deben ser consideradas. “Le pedimos al Jurado que no nos pongan una excusa con el tema del plazo, si lo que se busca es conocer la verdad. Si hubiese la voluntad de conocer la verdad...”, continúa.
— ¿Cree que no hay voluntad?
— No me voy a pronunciar hasta que no escuche la decisión final.
— Le leo una frase dicha por usted el 6 de junio: “Desde ahora puedo decir que sea cual sea el resultado respetaré la voluntad popular, como debe ser”.
— Por supuesto. Y me ratifico en eso.
— ¿Sea cual sea el resultado?
— Sí.
A Fujimori se le ensombrece el rostro cuando se le lee lo que han dicho al respecto los principales expertos. Alfredo Torres, presidente de Ipsos Perú, la encuestadora: “En la base de datos no hemos encontrado indicios de fraude sistemático”. La Defensoría: “Afirmamos de manera categórica que no se ha advertido ningún intento de alterar la voluntad popular”. Informe de la OEA: “La misión no ha detectado graves irregularidades”. La candidata, que se presentó por tercera vez consecutiva a la presidencia, dice que ella no cuestiona todo el sistema, sino 800 mesas en las que dice que se han detectado irregularidades. Como que varios familiares se encargaban de una mesa de votación, algo prohibido por ley. Su partido publicó nombres y apellidos de ciudadanos concretos. Ellos salieron a desmentirlo y explicar algo que ocurre en muchas zonas rurales del Perú: mucha gente comparte el mismo apellido.
En campaña, Keiko se acercó a algunos de sus enemigos históricos, como los Vargas Llosa, que la prefirieron a ella como opción. El profesor rural Castillo, con su discurso contra las élites y el libre mercado, que ahora ha modulado y en algunos casos rectificado, representaba para ellos un salto al vacío. Ambos candidatos, ante las dudas de cuál iba a ser su comportamiento una vez sentados en el sillón presidencial, firmaron compromisos democráticos. Fujimori pidió perdón a ministros y presidentes a los que había echado la pasada legislatura valiéndose de su mayoría en el Congreso. Parecía que su actitud de cara a este nuevo proceso era distinta. Sin embargo, ¿no supone ahondar en esa inestabilidad lanzar sospechas de fraude sobre su rival?
—Al contrario. He reconocido que en la elección pasada si algo me faltó fue pedir un reconteo [perdió por una cantidad similar frente a Pedro Pablo Kuczynski y siempre creyó que también fue un fraude]. Hoy estoy pidiendo que se analicen ciertas mesas. Este tipo de análisis va a hacer que todos los peruanos aceptemos mejor los resultados. Con miras hacia los próximos cinco años, creo que esto es mucho mejor y da fortaleza a la democracia.
En una rueda de prensa apareció junto a Miguel Torres, uno de sus portavoces. El fiscal que instruye su caso pidió que Fujimori volviera a prisión por violar la libertad vigilada. En teoría no podía verse con Torres, también implicado. Este lunes hay una vista judicial para estudiar la petición. “Siempre me he puesto a disposición de la justicia y por eso he estado tres veces en prisión. (...) El argumento de esta cuarta solicitud de prisión preventiva es absolutamente absurdo. Venimos trabajando hace muchos meses [con Torres], esta solicitud se presenta el día que presentamos los pedidos de nulidad”, explica. Torres está al fondo de la habitación, distraído con su teléfono móvil.
Ella ha recibido muchos votos. Una buena parte por oposición a Castillo (entre los dos no sacaron más del 30% en la primera vuelta) en las zonas urbanas y en la costa. Pero el rechazo es absoluto en las zonas rurales y en el sur del país. Allí el antifujimorismo es casi una religión. “También puede ser en algunos casos en referencia a mí. Pero como en toda democracia (trataré de convencerlos) con mucha tolerancia y respeto, más allá de su posición, su ideología, que se sientan parte de un Estado, un Estado que es fallido, con las muertes por covid”, reconoce. Perú, por ratio, es el país con más muertes del mundo durante la pandemia, más de 180.000.
Fujimori no ha cambiado algunas de sus posturas más radicales en el viaje al centro que emprendió para atraer a votantes que pudieran sentirse amenazados por Castillo.
— Nuestra posición en defensa de la vida y la familia es muy fuerte.
— Y eso quiere decir...
— En contra del aborto y del matrimonio homosexual.
Fujimori ha ido cambiando su parecer acerca del indulto a su padre. Ella hizo de primera dama tras la ruptura del matrimonio de sus padres. Solo tenía 18 años. En 2011 dijo que le daría el perdón. En 2016 que no, que respetaría la sentencia por corrupción y violación de los derechos humanos. Ahora ha vuelto a asegurar que lo indultará. ¿Continúa en esa posición? “Sí”. El Nobel Mario Vargas Llosa le pidió explícitamente que no se lo otorgara a quien fue la mano derecha de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos, encerrado por causas similares.
Acabada la campaña y por tanto la propaganda, ¿considera que su rival es un peligro para la democracia? “Creo que sus ideales y sus propuestas le hacen daño a nuestra democracia, tiene posturas muy radicales”.
El ruido de sables ha vuelto al Perú, una nación que hasta los años ochenta había tenido más gobiernos militares que civiles. Mandos en la reserva han publicado proclamas golpistas, rechazadas por el Ministerio de Defensa. Aun así, el olor a azufre continúa en el aire. “Yo creo que todos debemos estar tranquilos. No tengo ninguna relación con ellos y creo que lo que me corresponde en estos momentos es mantener mi ánimo prudente”, señala.
En los últimos tres años, Fujimori ha hecho dos medios ironman (nadar 2 kilómetros, ir en bicicleta 90 y correr 21). Ese espíritu lo lleva a la política.
—¿Esta ha sido la última vez que se ha presentado a las elecciones? Lleva una década tratando de ser presidenta.
—Esa pregunta no puedo contestarla. Van a decir que la señora ya tiró la toalla. No, vamos a esperar los resultados. Cuando los tengamos le llamo y le contesto.
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