El Vaticano ensaya un difícil equilibrio con Rusia
El papa Francisco insiste en mantener los puentes con la Iglesia ortodoxa. “Las guerras son siempre injustas”, dice Bergoglio al patriarca Kiril, que justificó la agresión armada hace unos días
El Vaticano lleva semanas explorando cómo ayudar a encontrar una salida dialogada a la guerra en Ucrania. Primero lo hizo en silencio, con vanos esfuerzos diplomáticos. También enviando varios representantes cardenalicios a la zona —el jefe de la casa de limosna del Papa, el polaco Konrad Krajewski, y el checo Michael Czerny— y utilizando un lenguaje suave y conciliador que despertó algunas críticas. Pero el domingo pasado, en el rezo del Ángelus, el Papa perdió la paciencia y denunció a...
El Vaticano lleva semanas explorando cómo ayudar a encontrar una salida dialogada a la guerra en Ucrania. Primero lo hizo en silencio, con vanos esfuerzos diplomáticos. También enviando varios representantes cardenalicios a la zona —el jefe de la casa de limosna del Papa, el polaco Konrad Krajewski, y el checo Michael Czerny— y utilizando un lenguaje suave y conciliador que despertó algunas críticas. Pero el domingo pasado, en el rezo del Ángelus, el Papa perdió la paciencia y denunció abiertamente la agresión armada. En la tarde de este miércoles llegó el paso más significativo, gracias al encuentro telemático entre Francisco y el patriarca ortodoxo Kiril. Un primer gesto que, entre otras cosas, muestra cómo el Vaticano insiste en mantener los puentes con la Iglesia ortodoxa, reconstruidos en el histórico encuentro en La Habana de 2016.
La postura del Vaticano había sido algo suave y tendente, a menudo, a los eufemismos para referirse a la invasión rusa de Ucrania. La Santa Sede y el propio Francisco habían evitado usar las palabras “Rusia” o referirse directamente a Vladímir Putin como causante del conflicto, aunque calificase la guerra como “masacre” e “inaceptable agresión armada”. La otra parte, sin embargo, había sido mucho más beligerante y llegó a justificar la invasión por motivos religiosos y morales, algo que incomodó sobremanera en Roma. El miércoles, las posturas se acercaron y se abrió una vía de diálogo importante entre las dos Iglesias, que mantienen una relación complicada. Especialmente desde que Kiril agudizó su tendencia a convertirse en el brazo espiritual de la política expansionista y bélica de Vladímir Putin.
La versión del Vaticano —ampliamente coincidente con la del patriarcado ruso— es que la conversación se centró en “el papel de los cristianos y de sus pastores, para hacer lo que haga falta para que prevalezca la paz”. “El Papa ha agradecido al patriarca el encuentro, motivado por la voluntad de indicar, como pastores de su pueblo, un camino para la paz, para que cese el fuego”, reza el comunicado del Vaticano. El Papa, según el mismo documento, ha dicho que “la Iglesia no tiene que usar el lenguaje de la política, sino el de Jesús”. Ambos mandatarios han subrayado “la excepcional importancia del proceso de negociación en curso”. Según dijo el Papa, “quien paga la factura de la guerra es la gente, son los soldados rusos y es la gente a la que se bombardea”. A la conversación se unieron el metropolitano Hilarión, presidente del Departamento de las Relaciones Eclesiásticas Externas del Patriarcado de Moscú, y el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.
Justificación rusa de la guerra
La reunión estaba marcada por las palabras de Kiril de hace algunos días. El patriarca ruso había justificado esta guerra por motivos morales, políticos y hasta metafísicos. El jefe de la Iglesia ortodoxa rusa llegó a decir que en el campo de batalla se combatía contra “el lobby gay”. Y también aseguró en una carta que la “rusofobia se extiende en el mundo occidental a un ritmo sin precedentes”, y que el conflicto no había empezado “ahora, sino que sus orígenes se hallan en las relaciones entre Rusia y Occidente”. Por eso, es interesante lo que ha respondido el Papa. “Hubo un tiempo en el que se hablaba de guerra santa o de guerra justa. Hoy no se puede hablar así […]. Las guerras son siempre injustas”, ha señalado Bergoglio, corrigiendo, de algún modo, las palabras del ruso.
El Papa se empeñó a su llegada en 2013 en tender puentes con la Iglesia ortodoxa rusa y con el Kremlin. Los equilibrismos entre ambas Iglesias han sido permanentes en los últimos años. Pero la cercanía de Kiril a Putin —que ha utilizado la retórica religiosa para sustentar su filosofía política— ha complicado a menudo que las relaciones avanzasen a mayor velocidad. “El patriarcado tiene presiones muy fuertes del Kremlin. Y el Papa sabe que si se pone en contra de todo, luego no podrá ni hablar con el patriarca. Por eso, se emplea este lenguaje diplomático, enfocado al posibilismo. Este año ambos líderes debían encontrarse en territorio neutro, quizá en Canadá. Pero ya no hay nada claro”, señala el sacerdote Stefano Caprio, misionero en Rusia desde 1989 hasta el año 2002 —cuando fue expulsado— y experto en las relaciones entre ambas Iglesias.
Mediación del Vaticano
El secretario de Estado, Pietro Parolin, propuso al principio del conflicto la mediación del Vaticano para poner fin a la invasión. Se lo ofreció al ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, pero no recibió respuesta. Las relaciones han sido malas desde hace mucho tiempo y se agravaron durante la era de la Unión Soviética. Moscú ha rivalizado siempre con el patriarcado de Constantinopla, una situación que empeoró con la llegada de Putin.
Un cierto complejo de inferioridad (la Iglesia ortodoxa rusa es conocida como “la tercera Roma” desde la segunda mitad del siglo XVI) es uno de los elementos psicológicos que empujan al patriarcado ruso a determinadas posiciones de fuerza. También su total subordinación al Estado. Pero la ortodoxia rusa nace en Kiev. En la mitad oriental de Ucrania, desde Kiev hasta Donetsk, la población creyente es en su gran mayoría ortodoxa. Y dicha población se divide entre la Iglesia ortodoxa de Ucrania y la dependiente del patriarcado de Moscú. La Iglesia de Ucrania llegó a independizarse oficialmente de Moscú en 2019, después de que así la reconociera el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, el líder ecuménico de todas las Iglesias ortodoxas. La Iglesia rusa rompió con Constantinopla, la casa universal de los ortodoxos.
“Con la postura que ha tomado el patriarca ruso, bendiciendo la guerra, se agrava la relación. La política del patriarcado en los últimos años ha sido muy hostil a la Iglesia más importante en la ortodoxia, la de Constantinopla, que lidera Bartolomé, y con la que Roma tiene muy buenas relaciones”, opina Giovanni Maria Vian, historiador de la Iglesia y exdirector de L’ Osservatore Romano, el periódico de la Santa Sede.
Los gestos de Kiril, como señala Vian, han empeorado en las últimas horas el difícil equilibrio. El pasado fin de semana entregó al líder de la Guardia Nacional rusa, Viktor Zolotov una imagen de la Virgen María con la confianza de obtener una “rápida” victoria sobre los ucranios. Además, denunció que Ucrania había llevado a cabo un “exterminio” de quienes permanecían leales a Rusia. Sus palabras causaron una ola de indignación entre los representantes de las Iglesias ortodoxas.
Además, el patriarca ruso no dudó en subrayar que es “patriarca de todas las Rusias”, incluyendo a Rusia, Bielorrusia y Ucrania. Un dato que indicaría que sus palabras muchas veces están motivadas por los intereses de Putin y no por su propia convicción e interés. “El patriarca no querría la guerra con Ucrania. Ahí hay muchos fieles de su Iglesia. Y si pierde Ucrania, se queda en minoría en el mundo ortodoxo”, señala Caprio, en referencia a la guerra que mantiene Kiril con Bartolomé I, el patriarca de Constantinopla.
El papa y Kiril se reunieron en La Habana en 2016, en el primer encuentro entre un patriarca ortodoxo ruso y un Papa católico desde el cisma de 1054. La cita, sin embargo, fue utilizada por los rusos para justificar su entrada en la guerra de Siria, recuerda Caprio. Por eso ahora, se insiste desde el Vaticano, las cosas tienen que hacerse sin ninguna presión.
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