Luis Alberto Moreno: “Latinoamérica necesita líderes predecibles”

El expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo acaba de presentar ‘¡Vamos! Siete ideas audaces para una América Latina más próspera, justa y feliz’ en la feria del libro de Bogotá

Luis Alberto Moreno, en el hotel Hilton de Bogotá, el 24 de abril de 2022.Camilo Rozo

Luis Alberto Moreno (Filadelfia, 68 años) es un gran conocedor de América Latina. En septiembre de 2020, el político, economista y diplomático colombiano abandonó después de 15 años la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Antes, como embajador en Washington entre 1998 y 2005, fue uno de los artífices del Plan Colombia para combatir a las guerrillas y el narcotráfico. También impulsó el Tratado de Libre Comercio entre los dos países. Afincado en la capital estadounidense, el fin de semana regresó...

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Luis Alberto Moreno (Filadelfia, 68 años) es un gran conocedor de América Latina. En septiembre de 2020, el político, economista y diplomático colombiano abandonó después de 15 años la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Antes, como embajador en Washington entre 1998 y 2005, fue uno de los artífices del Plan Colombia para combatir a las guerrillas y el narcotráfico. También impulsó el Tratado de Libre Comercio entre los dos países. Afincado en la capital estadounidense, el fin de semana regresó fugazmente al país para presentar en la Feria del Libro de Bogotá su libro ¡Vamos! Siete ideas audaces para una América Latina más próspera, justa y feliz (Debate).

Pregunta. ¿Cuál es el principal problema de América Latina?

Respuesta. La desigualdad. Si uno se remonta en el tiempo ha sido algo permanente, es nuestra maldición. Siempre hemos tenido los niveles más altos en el mundo, y eso obviamente genera unas tensiones muy profundas en las sociedades entre quienes tienen más y los que tienen menos. En un país como Colombia, una persona en la pobreza se demora 11 generaciones para salir, para ser parte de la clase media, según un estudio de la OCDE. En países del norte de Europa es una tercera parte del tiempo.

P. En el libro cuenta la historia de un joven de unos 12 años, un caddie, que se ahoga cuando usted era niño porque lo obligan a recoger una pelota de golf en un lago en un club de Bogotá, y que lo ocurrido entonces le parece la quintaesencia de la historia latinoamericana.

R. Quise escribir este libro pensando en las enormes oportunidades que he tenido en la vida, el privilegio de servir a mi país durante muchísimos años, en la Embajada de Colombia, como Ministro de Desarrollo Económico y, más tarde, 15 años en el BID. Quería escribir algo que pudiera contrastar con esa teoría del fracaso que tenemos en Latinoamérica, sin ser inocente en cuanto a las realidades. Y cuando estaba en ese proceso, hablé con mi mamá y contó esa historia, yo nunca la supe hasta hace tres años.

P. También recuerda a las personas que murieron en las calles de Guayaquil en el comienzo de la pandemia, sin ser atendidos. Y esas dos historias ilustran sus planteamientos

R. El otro contraste era ver lo que pasó en Ecuador cuando explotó la pandemia. Fue uno de los primeros países en los que coincidía que venía una cantidad de estudiantes de estudiar en Europa, fueron en Guayaquil a un matrimonio, y eso explotó el covid y desbordó los sistemas de salud. Es tomar consciencia, tener en cuenta que esos temas importan, y que tenemos que comportarnos como mejores ciudadanos. Y en este sentido, el que más tiene es el que más tiene que dar. Es casi un principio católico, que viene de la Biblia.

P. ¿Qué se necesita para “una América más próspera, justa y feliz”?

R. Es una combinación de cosas. La prosperidad se deriva claramente del crecimiento económico. Lo que vimos en los últimos 12 años fue que en su momento pudimos salir muy rápidamente del shock de la crisis financiera internacional, pero con el tiempo eso trajo consigo una de las décadas de menor crecimiento en la región. Después vino el covid, y ahora la guerra. Todo eso tiene efectos sobre la pobreza. El mundo vivió un bono de paz durante los últimos 30 años que coincide con la caída del Muro de Berlín, que aceleró la globalización, trajo consigo crecimiento y baja inflación. Hoy todo eso se está replanteando, entre la guerra fría que hay entre Estados Unidos y China y toda está situación con Rusia y Ucrania, que saca prácticamente del mercado el 15% de la producción de granos del mundo. Vamos a tener riesgos de hambrunas en algunos países que no son productores de alimentos. Todo ese conjunto de cosas es el reto que tenemos, pero también se abren oportunidades.

P. Los bloques geopolíticos se están acentuando con la guerra en Ucrania. ¿Eso dificulta la integración y el comercio que usted promueve?

R. No vamos a tener ese sentido de globalización que tuvimos anteriormente. Estamos en el amanecer de lo que va a ser ese nuevo mundo, que va a tener seguramente nuevos arreglos institucionales, va a ser más regional, probablemente, pero desde ya tenemos que ir pensando cómo conquistar esas oportunidades.

P. ¿Cómo superar el complejo de perro callejero?

P. Es un dicho que hay en Brasil. Cuando perdieron la final del Mundial de fútbol en el Maracaná contra Uruguay, el famoso Maracanazo, eso generó una sensación que era casi como un complejo de inferioridad. Tenemos ese complejo dentro de nuestras sociedades de pensar que hay algo que nos limita, y muchas veces somos nosotros mismos. Hay una enorme cantidad de ejemplos de latinoamericanos en las artes, los deportes, que no tienen ese complejo y, por el contrario, logran construir cosas realmente admirables.

P. ¿Por qué se necesitan “líderes predecibles”?

R. Yo tuve el privilegio de conocer muchísimos presidentes. Latinoamérica siempre ha tenido estas tensiones populistas, muchas veces el populismo lleva a que las sociedades se enfrasquen en discusiones y no miren hacia adelante. Es la gran diferencia que observaba cuando iba al Asia; la gran discusión allá siempre es a dónde vamos, aquí es donde estuvimos. Me puse a pensar en presidentes que ya no estaban activos, pero tuvieron unos retos enormes y lo hicieron con enorme éxito. Es el caso del presidente [brasileño Fernando Henrique] Cardoso en Brasil, que tuvo que hacer un nuevo plan económico. O el presidente [mexicano Ernesto] Zedillo, que vivió toda la crisis del tequila. O el presidente [chileno Ricardo] Lagos, que venía después del Gobierno Pinochet. Finalmente, ese tipo de líderes lograron converger en unir a sus sociedades alrededor de propósitos comunes, independientemente de que era con enormes debates. Como siempre, cuando uno logra procesos de consenso, no consigue todo lo que quiere. Pero la sociedad, como un todo, avanza.

P. ¿Cuál es la cuenta de cobro de la polarización, que ha caracterizado a la política colombiana en los últimos años?

R. Tiene varios elementos. Eso aleja a la gente de la política, la hace escéptica de los planteamientos de la política y de sus líderes. Tiene, por supuesto, consecuencias sobre la economía, porque no produce el nivel de confianza que se requiere para crecer. Pero, sobre todo, le quita la atención al país de los temas fundamentales y de futuro.

P. Cerca del final de su mandato, ¿qué balance hace del Gobierno de Iván Duque, quien trabajó con usted en el BID?

R. Él ya está en una fase en que es la historia la que tendrá que definir lo que es su Gobierno. Pero a juzgar por las encuestas, claramente la gente esperaba más de él. Esperemos a ver cómo se escribe la historia.

P. Usted es un diplomático, y conoce mejor que nadie la política en Washington. La relación de Bogotá con la Casa Blanca de Joe Biden ha sufrido turbulencias por el respaldo a la relección de Trump de sectores del partido de Gobierno en Colombia. ¿Esas heridas están cerradas o se mantienen abiertas?

R. Vivo en Washington, pero estoy en un mundo totalmente distinto. Hoy en día trabajo en una banca de inversión. En fin, no estoy en el día a día. Puedo decir una cosa que me parece más importante que cualquier otra. Yo tuve el privilegio de conocer a Biden desde que llegué a la embajada en Washington y a través de los años conversé mucho con él, trabajé muy de cerca. A través de los años, él siguió muy de cerca los temas de Colombia, y realmente la tiene en su corazón.

P. ¿Cómo debe lidiar América Latina con la Venezuela de Nicolás Maduro?

R. Claramente hay un Gobierno en Venezuela que no es una democracia, que no está haciendo lo mejor por sus ciudadanos, que les ha quitado los sueños a tantos millones de venezolanos que han tenido que salir de su país. Pero creo que también hay que tener en cuenta esa frase que tenía Lord Palmerston, que decía que los países no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes.

P. ¿Colombia, en particular, debe restablecer algún tipo de relación con Venezuela?

R. Si hay la oportunidad de una relación comercial, la oportunidad de mejorar las relaciones en la frontera, eso es bueno para ambos países.

P. ¿Cómo califica la gestión de Mauricio Claver-Carone, su sucesor al frente del BID?

R. En eso siempre he tenido la teoría de que uno se va de los puestos y, como hacen los artistas, está en el escenario, apaga la luz, deja el micrófono y se va.

P. ¿Se debe recuperar la tradición de un latinoamericano al frente del BID?

R. Sí.

P. ¿Cuáles son las razones que lo llevan a mantener el optimismo con respecto a América Latina?

R. Cuando uno mira los recursos naturales que tenemos, sobre todo el mayor recurso, que es nuestra gente, esta es una región que tiene un enorme potencial. Cómo sacar lo mejor de ese potencial nos ha sido esquivo, pero sigo creyendo que no nos podemos ir de aquí, es nuestro barrio, tenemos que hacerlo mejor todos los días.

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