La OTAN lanzará el mayor refuerzo militar en el este de Europa frente a la amenaza rusa
Jens Stoltenberg afirma que la fuerza de respuesta rápida de la Alianza en caso de conflictos aumentará en “más de 300.000” soldados
La OTAN no está en guerra, pero se está preparando con rapidez para ella. Desde que Rusia invadió Ucrania, la alianza militar ha multiplicado sus recursos en los países miembros que tienen frontera con el agresor o están muy cerca. Y no se va a detener. “Vamos a elevar del nivel de batallón al de brigada nuestras fuerzas en el este”, ha anunciado el secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, en la rueda de prensa previa a la cu...
La OTAN no está en guerra, pero se está preparando con rapidez para ella. Desde que Rusia invadió Ucrania, la alianza militar ha multiplicado sus recursos en los países miembros que tienen frontera con el agresor o están muy cerca. Y no se va a detener. “Vamos a elevar del nivel de batallón al de brigada nuestras fuerzas en el este”, ha anunciado el secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, en la rueda de prensa previa a la cumbre de Madrid, que se celebra entre el martes y el jueves. Ese salto supone abrir la puerta a duplicar los despliegues. Los actuales grupos de combate están formados por entre 1.000 y 1.600 soldados. Una brigada puede suponer, como mínimo, dos veces esa cifra. El noruego ha añadido, además, que los jefes de Estado y Gobierno acordarán aumentar hasta “más de 300.000″ soldados la fuerza de respuesta rápida de la OTAN en caso de conflictos, es decir, se multiplicará por más de ocho su cifra actual, de 40.000.
“El objetivo es lanzar el mensaje de que estamos listos para proteger y defender cada pulgada de territorio aliado”, ha advertido el también ex primer ministro noruego a modo de resumen. De esta forma, el secretario general de la mayor alianza militar del mundo ha compuesto a su manera la famosa y sombría frase latina Si vis pacem, para bellum (si quieres paz, prepárate para la guerra).
Hay pocas pruebas más palpables de lo que ha supuesto la invasión de Ucrania en el ámbito geoestratégico ―y su prolegómeno de la anexión de Crimea en 2014― que el cambio previsto en el Concepto Estratégico de la OTAN, el documento que recoge la estrategia de la alianza para la siguiente década. En el que se aprobó hace 12 años, Rusia aparecía como un “socio” de la Alianza. En el que se va a aprobar en Madrid, el agresivo vecino del extremo oriental de Europa se definirá como “la amenaza más significativa y directa para la seguridad”, según ha explicado Stoltenberg al presentar el evento, al que acudirán, además de los máximos mandatarios de los 30 aliados, los de Suecia y Finlandia, que han solicitado la adhesión, más los de Australia, Japón, Nueva Zelanda, Corea del Sur y Georgia.
El dibujo que saldrá de este documento pretende responder al nuevo orden mundial que parece estar configurándose, otra vez ―como durante la Guerra Fría― en torno a dos polos: el occidental, de nuevo liderado por Estados Unidos, y el que compondría China con la ayuda de Moscú, ambos regímenes autocráticos. Esto lleva a que por primera vez el gran gigante asiático aparezca mencionado en un Concepto Estratégico (los hay desde 1949). “Representa desafíos para nuestra seguridad, intereses y valores”, ha apuntado el secretario general, en una frase que contiene los tres elementos en torno a los que se aglutina ese nuevo mundo bipolar: la seguridad/defensa, los intereses/economía y los valores (democracia/autocracias).
Pero la OTAN tiene claro que “la amenaza más significativa y directa” está ahora en su flanco este y llega de Rusia. Para afrontarla, la organización, bajo el fuerte liderazgo estadounidense, está dispuesta a dar pasos impensables el pasado enero, apenas unas semanas antes de que comenzara la guerra de Putin en Ucrania. Ahora la organización tiene desplegados en los países del este (Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria) la mayor parte de los 40.000 militares que tiene bajo su mando, unos 25.000 soldados, según sus propias cifras. Y Stoltenberg ha anunciado que este despliegue irá a más al anunciar ese paso de batallones a brigadas.
A esto hay que añadir la enorme ampliación de tropas para la fuerza de respuesta rápida, que pasarán de 40.000 a “más de 300.000″. “Esto constituye la mayor revisión de nuestra fuerza de disuasión y defensa colectiva desde la Guerra Fría”, ha proclamado el líder civil de la Alianza Atlántica. Fuentes de la OTAN afirman que estas unidades tienen la capacidad de responder en 15 días, estarán listas para actuar en 2023 y podrán responder en “todos los ámbitos: terrestre, marítimo, aéreo y cibernético. Mejorarán la capacidad de la OTAN para responder con muy poco tiempo a cualquier contingencia”.
“El aumento de la presencia pasando de batallones a brigadas se hará en algunos países. Esto no vale para todos. Hay diferentes necesidades para cada país”, ha matizado el secretario general. Desde que empezaron a sonar los cañones en Ucrania, la OTAN ya ha duplicado por dos sus unidades operativas sobre el terreno en los países del este, al pasar de cuatro batallones a ocho. Este refuerzo se ha notado mucho en países como Lituania, donde en febrero había 1.100 soldados de la Alianza y ahora hay 4.000; en Estonia, que ha pasado de 1.150 a 2.000; y, sobre todo, en Polonia, con un salto de 1.058 a unos 10.500.
La mayor parte de la comparecencia de Stoltenberg ha estado destinada a poner sobre la mesa el esfuerzo que está dispuesta a hacer la OTAN para protegerse del antiguo socio convertido ahora en enemigo. Y ese esfuerzo pasa por poner más dinero sobre la mesa. Mucho. La guerra y sus preparativos, aunque sea para ahuyentarla, requieren muchísimos millones de dólares y de euros. Aquí ha advertido de que el compromiso de elevar al 2% del PIB el gasto de los Estados aliados sigue vigente e, incluso, ha aclarado cómo tiene que interpretarse: “Es un suelo, no un techo”. Es decir, es el gasto mínimo que se requiere en la organización.
Este compromiso se alcanzó en la cumbre de Gales, en 2014. Al año siguiente, bajó algo el gasto total. Pero desde entonces no ha dejado de subir. Según los números que da la propia OTAN, en 2022 la previsión es que el gasto total se acerque a 1,2 billones de dólares (1,13 billones de euros), casi 300.000 millones de dólares más que hace siete años.
Abunda en esa polarización creciente la solicitud de adhesión de Suecia y Finlandia para convertirse en los aliados 31 y 32. Dos países tradicionalmente neutrales, militar y estratégicamente, aunque inequívocamente occidentales, han dado un paso histórico tras la invasión de Ucrania. Ya hace tiempo que Helsinki y Estocolmo se han convertido en los “socios más cercanos”, como subrayan cada vez que tienen ocasión los responsables de la OTAN o los ministros de Exteriores de los países que la componen. Y esto hacía pensar en un proceso de entrada rápido y fácil, pero Turquía ha levantado obstáculos inesperados por la postura tradicional que ha mantenido Suecia hacia las organizaciones kurdas, que Ankara considera terroristas.
La Alianza tiene muchas ganas de que los dos países nórdicos entren cuanto antes. “Las altas credenciales democráticas de Suecia y Finlandia son muy atractivas en esta casa”, apuntaban hace unas semanas fuentes diplomáticas, Las mismas que subrayaban que sería una noticia que estos candidatos pudieran iniciar en Madrid el proceso de adhesión. Y para lograrlo, este mismo lunes, a un día del comienzo de la cumbre, Stoltenberg ha convocado a los tres países implicados para avanzar y deshacer los obstáculos.
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