El Gobierno de Ecuador y las organizaciones indígenas firman la paz tras 18 días de caóticas protestas
Los líderes del paro nacional suspenden las manifestaciones y el boicot a la economía a cambio del compromiso oficial de subvencionar el precio de los combustibles
Un solo día transcurrió desde la marcha de indígenas empuñando lanzas por el centro de Quito del miércoles hasta que enterraron simbólicamente las armas con un acta de paz. El Gobierno y los líderes de las organizaciones sellaron un acuerdo televisado este jueves, que puso fin a 18 días de protestas y que implica la cesión de parte y parte, principalmente, en el tema de los combustibles. Lo que finalmente ha traído la paz a Ecuador es el...
Un solo día transcurrió desde la marcha de indígenas empuñando lanzas por el centro de Quito del miércoles hasta que enterraron simbólicamente las armas con un acta de paz. El Gobierno y los líderes de las organizaciones sellaron un acuerdo televisado este jueves, que puso fin a 18 días de protestas y que implica la cesión de parte y parte, principalmente, en el tema de los combustibles. Lo que finalmente ha traído la paz a Ecuador es el compromiso oficial de que las arcas públicas asumirán el coste de 15 centavos de dólar por galón de las tres gasolinas de mayor consumo.
El fin de las manifestaciones se concretó a media tarde, después de media mañana de indecisión interna entre los representantes de las comunidades por los puntos del acuerdo. El nuevo acercamiento se había fraguado desde la noche anterior, cuando el ministro de Gobierno, Francisco Jiménez, y el presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas, Leonidas Iza, publicaron sendos vídeos confirmando su voluntad de volver a negociar ante la mediación de la Iglesia Católica de Ecuador.
El consenso fija un plazo de 90 días para corroborar si los puntos de acuerdo se van cumpliendo o no. El Gobierno se comprometió a cambiar leyes, como la derogación del decreto 95 que permitía recibir inversión privada en las actividades petroleras del Estado y a reformar el decreto 151 sobre la minería. En ese aspecto, atendió la demanda de que se haga siempre una consulta popular antes de comenzar actividad minera en las poblaciones aledañas y restringir este tipo de explotación de recursos en zonas protegidas, territorios ancestrales y en espacios considerados como fuentes de agua. Además, aceptó desactivar el último estado de excepción declarado en cuatro provincias vecinas a Quito un día antes de la paz, precisamente por la falta de expectativa que había hace pocas horas de llegar a un acuerdo.
El conflicto social estaba estancado después de un primer intento de diálogo y Ecuador seguía paralizado, tenso y con una división social cada vez más evidente después de casi tres semanas de marchas, bloqueos de carreteras y enfrentamientos con la fuerza pública. El Gobierno había cedido en uno de los puntos más conflictivos, el de la gasolina, pero no lo suficiente comparado con lo que pedían las organizaciones indígenas. La protesta estaba encaminada a que se subvencionara 40 centavos de dólar de cada galón de diésel, extra y ecopaís -las gasolinas de uso popular y de transporte- de venta al consumidor. El presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, solo había accedido por decreto a que el Estado asumiera 10 centavos de lo que paga el consumidor, destinando 266 millones de dólares al año al subsidio.
Pero aquella conversación del pasado lunes en la que se intentó consensuar por primera vez la paz se truncó esa misma noche por la muerte de un militar en un enfrentamiento con comuneros en medio de la Amazonía. El Gobierno rompió el diálogo al día siguiente, dejando vacías las sillas en la mesa de negociación, y deslegitimó a Leonidas Iza como interlocutor. El rostro más reconocido de las protestas pudo estar finalmente en la firma del acta de paz de este jueves y terminó siendo determinante cuando uno de los otros dos representantes indígenas que debían rubricar el acuerdo se echó para atrás y exigía detalles adicionales. El ruido no dejaba escuchar qué era lo que faltaba exactamente pero Iza tomó el micrófono y, aludiendo al peso de su organización, advirtió que el pacto podía seguir sin él.
“Aquí las tres organizaciones nos hemos mantenido y no hemos mirado quién tiene más gente o menos gente”, proclamó ante el desconcierto en el lado oficialista y en la mediación eclesiástica de que Gary Espinoza, de la Fenocin (otra organización que representa a comunidades campesinas, indígenas y negras), se negara a firmar el papel que daba por liquidado el conflicto. “Estamos haciendo grandes esfuerzos para mantener la unidad, pero que quede claro, compañeros, si la Fenocin no quiere reconocer este triunfo que lo deje vacío”. Instantes después, todos estaban aplaudiendo, de pie ante el público y con la atención de Ecuador entero, con las manos alzadas como victoria. Las protestas se dieron por suspendidas y se hizo un llamado a los manifestantes a volver paulatinamente a sus comunidades.
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