La derecha italiana corona a Meloni como su nueva reina
Salvini y Berlusconi consagran en un mitin conjunto en Roma a la líder de Hermanos de Italia, que aspira a convertirse en la primera mujer en alcanzar la presidencia del Consejo de Ministros
La derecha ha vivido fragmentada y a la espera del advenimiento de un nuevo líder desde que Silvio Berlusconi fue desalojado del poder en 2011. Desde entonces, cuando su Italia se asomó a la quiebra y una prima de riesgo desbocada tocaba a rebato, la historia se repitió de distintos modos, convirtiendo en una farsa su proceso de remplazo. El jueves, en la romana piazza del Popolo, la derecha coronó al fin a su nueva gran líder. Berlusconi y el propio Matteo Salvini, que por un tiempo aspiró a ese...
La derecha ha vivido fragmentada y a la espera del advenimiento de un nuevo líder desde que Silvio Berlusconi fue desalojado del poder en 2011. Desde entonces, cuando su Italia se asomó a la quiebra y una prima de riesgo desbocada tocaba a rebato, la historia se repitió de distintos modos, convirtiendo en una farsa su proceso de remplazo. El jueves, en la romana piazza del Popolo, la derecha coronó al fin a su nueva gran líder. Berlusconi y el propio Matteo Salvini, que por un tiempo aspiró a ese trono, tuvieron que aceptar que ese espacio pertenece hoy a la primera mujer de la historia de la República con posibilidades de alcanzar la presidencia del Consejo de Ministros.
Meloni cerró el acto, como corresponde a las estrellas. Acaparó los mayores aplausos y disparó el discurso más duro e ideológico. “¡Ha terminado la hegemonía cultural de la izquierda!”, proclamó ante el éxtasis de la militancia de los tres partidos. Nadie en la coalición discute ya quién marcará el camino en los próximos años.
La puesta en escena era la que ella deseaba. “Llegará el día de la derrota, pero ese día no es hoy. ¡Combatamos!”, lanzó el presentador del acto citando una frase del Señor de los anillos de Tolkien, la obra que apasiona a Meloni y a toda una generación de jóvenes herederos del posfascista Movimiento Social Italiano (MSI). Con ese aroma épico salió la líder de Hermanos de Italia, arrancando la ovación de militantes de los tres partidos de la coalición, incapaces de disimular la excitación que provoca su nueva mujer fuerte. Meloni, como ha hecho toda la campaña, combinó su línea más dura contra la Unión Europea, contra los supuestos lobbies de las finanzas y contra la izquierda, con su versión más responsable. “Dicen que generamos miedo. ¿A vosotros os doy miedo?”, lanzó ante un público congregado alrededor del gran obelisco de la piazza del Popolo.
Las plazas solían funcionar como unidad de medida para calibrar la fuerza de los partidos. La piazza del Popolo, donde en los mejores momentos del Partido Comunista se daban cita unas 70.000 personas, representaba un cierto poderío. El jueves, la coalición de derechas no logró completar su aforo. La pelea se libra hoy en las redes y en los platós. Pero la puesta en escena sirvió también para calibrar la finezza del engranaje electoral al que todos los sondeos otorgan una abrumadora victoria el próximo domingo.
“Juntos por Italia”, rezaba la gran pancarta del escenario. Y esa, la unión que sean capaces de exhibir los tres partidos de la coalición después del 25 de septiembre, es ahora una de las pocas incógnitas por resolver después de la coronación pública de Meloni. Y para ello, después de días de disputas internas, encontraron a un estupendo maestro de ceremonias.
La vuelta de Berlusconi
Silvio Berlusconi, a una semana de cumplir 86 años y aquejado en los últimos tiempos de todo tipo de males, aceptó ejercer de telonero del acto. Il Cavaliere no se subía al escenario de un mitin desde 2020, en las regionales de Emilia Romaña. Y esta vez, el dueño de Mediaset, siempre protagonista, transigió salir primero (probablemente también por cuestiones de fatiga). Le tocó presentar a sus socios, glosar su obra y lanzar un claro apoyo a Meloni. Y el truco funcionó. Berlusconi es el padre de este conglomerado de partidos que echó a andar hace ahora 28 años, como él mismo recordó. Fue el hombre que abrió las puertas de los palacios a la vieja y ruda Liga Norte y blanqueó a los posfascistas de Alianza Nacional, entonces liderados por Gianfranco Fini. Fue también el primer ministro que le dio la alternativa a una joven Meloni como titular de Juventud en su último Gobierno. Y sigue siendo, en suma, el padre de casi todo lo que se vio este jueves en el escenario. El problema es que, cuando podía hacerlo, Berlusconi fue incapaz de nombrar a un sucesor. Y hoy, Hermanos de Italia, un partido residual hace solo cuatro años, ocupa el espacio que le correspondió a él durante años.
Berlusconi, cuyo partido se presenta como garante del cuestionado europeísmo de la coalición, es consciente de que su hora ha pasado. Agarrado con las dos manos al atril y agarrado al llegar y marcharse del brazo de Antonio Tajani, expresidente del Parlamento Europeo, repasó los mismos temas que le obsesionaban hace 20 años y que leía en un pequeño teleprompter. Pidió menos impuestos, menos poder para los jueces que le martirizaron, más empleo y más libertad (no por casualidad fue quien inventó el eslogan de “comunismo o libertad”).
Pero, sobre todo, Berlusconi hizo malabarismos retóricos para unir las distintas ideas de los tres partidos de la coalición sin mostrar lo evidente: piensan distinto en muchos de los grandes temas que deberán afrontar durante la legislatura. “Debemos acabar con el voto unánime para tomar las decisiones en Europa”, lanzó Il Cavaliere. Justo lo contrario, por ejemplo, de lo que opina Meloni, partidaria del derecho a veto.
Los tres partidos de la coalición llegan a esta cita desde tradiciones políticas y geográficas diametralmente opuestas. Su relación hoy es meramente de conveniencia. La ley electoral italiana, un sistema mixto entre el método proporcional y el mayoritario, favorece las coaliciones formadas a priori. Una condición casi indispensable para ganar y que la izquierda ha desaprovechado por sus habituales guerras de clanes. Pero hay grandes cuestiones en las que no han logrado ponerse de acuerdo en la campaña. Las sanciones a Rusia —Salvini quiere eliminarlas—; el sistema impositivo, la necesidad de reformar el plan de recuperación europeo o la exigencia de incurrir en déficit para paliar los efectos de la subida del precio de la energía son solo algunos de ellos.
El día después de las elecciones se abrirá también una disputa pública hasta ahora soterrada: la lista de ministros. Salvini y Meloni no están de acuerdo en prácticamente nada en este sentido. Mientras el líder de la Liga ha empezado a lanzar nombres para distintas carteras, la candidata de Hermanos de Italia mantiene silencio y se mueve para convencer a pesos pesados del establishment para las carteras más importantes. “Los ministros los decidiremos juntos”, le advirtió Salvini por la mañana. El propio líder de la Liga aspira a repetir como titular de Interior, donde logró un gran apoyo electoral con sus políticas antimigratorias. Pero Meloni preferiría evitarlo. Ni siquiera en el acercamiento a determinados derechos, como el aborto, los tres partidos piensan del mismo modo. El tamaño de la pancarta que hablaba de la unión durante el mitin, en suma, es inversamente proporcional a los temas que comparten. Pero todo eso tocará dilucidarlo después del 25 de septiembre.
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