Los talibanes acosan a universitarias afganas en sus casas para forzarlas al matrimonio: “Tiraron a mi padre como a un animal”

Fawzia, una estudiante de Medicina de 17 años, lleva un mes escondida en Kabul y cree que los fundamentalistas utilizaron sus datos como alumna para localizarla. Otras pupilas “están desaparecidas”, asegura la joven

Un grupo de afganas protesta contra la prohibición de la educación universitaria para las mujeres, el pasado diciembre en Kabul. Foto: AFP | Vídeo: Reuters

Fawzia tiene 17 años y desde hace casi un mes vive semioculta en un cuchitril de su barrio de Kabul. La vida de esta adolescente, que se esconde también bajo un nombre falso, se torció el 20 de diciembre, cuando los talibanes prohibieron a las afganas estudiar en la universidad. Ese día, explica en una videollamada desde la capital afgana, la facultad en la que cursaba el primer año —Medicina—, la convocó para un examen sorpresa. La cita p...

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Fawzia tiene 17 años y desde hace casi un mes vive semioculta en un cuchitril de su barrio de Kabul. La vida de esta adolescente, que se esconde también bajo un nombre falso, se torció el 20 de diciembre, cuando los talibanes prohibieron a las afganas estudiar en la universidad. Ese día, explica en una videollamada desde la capital afgana, la facultad en la que cursaba el primer año —Medicina—, la convocó para un examen sorpresa. La cita pronto se reveló una encerrona cuando la joven se percató de que en la clase “solo había chicas”. Chicas y talibanes. Después de notificar a las alumnas que se les prohibía seguir estudiando, los fundamentalistas “empezaron a elegir a las estudiantes que les gustaban, entre ellas yo, y nos dijeron que teníamos que casarnos con ellos”, rememora la universitaria. La adolescente logró escabullirse y volver a casa, pero, horas después, el talibán que se había encaprichado de ella irrumpió con otros hombres en la vivienda y les exigió a sus padres que “sacrificaran a su hija”.

La joven cree que ese talibán sabía su dirección por la información que ella misma dio al inscribirse en la universidad. Luego cuenta que otras universitarias de su clase han huido o “están desaparecidas”. Khadija Amin, una periodista afgana exiliada en España, que también participa en la videollamada, lo corrobora y afirma que “los talibanes están utilizando las listas de universitarias, que incluyen sus datos personales, para ir a buscarlas a sus casas”. Amin apoya su afirmación en los relatos de otras afganas, que describe como similares al de Fawzia.

Varias mujeres reciben formación en un aula de un cuartel policial, en noviembre en Kabul.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

“Los talibanes incluso han dado a las familias afganas un formulario en el que deben precisar cuántas hijas tienen y de qué edades, pero es que los registros de las universidades les proporcionan los nombres, las edades y la dirección de muchas jóvenes, sin necesidad de preguntar nada”, explica esta periodista, antes una conocida presentadora de la televisión afgana. Amin tuvo que huir de su país en 2021, dejando a sus tres hijos atrás, pues su exesposo le impidió llevárselos con ella en el último momento.

Aquella primera vez que los talibanes trataron de sacar a Fawzia a rastras de su casa, no lo lograron. Su padre se interpuso y evitó que se la llevaran, a costa de recibir una paliza. En el forcejeo, a la chica le lesionaron una pierna. A los pocos días, los milicianos volvieron. Al verlos llegar, su progenitor logró sacarla a toda prisa de la casa y esconderla antes de que los hombres consiguieran entrar. Después, los talibanes le interrogaron y cuando se negó a revelar el paradero de su hija, se lo llevaron con ellos. Una semana después, tiraron su cuerpo roto, en coma, junto a la puerta trasera de la propiedad. “Como a un animal”, describe la adolescente.

La estudiante envía por WhatsApp una foto de su padre, un maestro de 37 años. En la imagen se ve a un hombre joven en una habitación de hospital, conectado a un respirador artificial que le proporciona oxígeno a través de una traqueotomía. La parte superior del tórax y el esternón parecen estar hundidos y tiene el cráneo vendado. Los médicos han dicho a la familia que probablemente no sobrevivirá. Tampoco ha vivido para contarlo el hijo que esperaba la madre de la adolescente, embarazada de ocho meses. La mujer también recibió una paliza de los talibanes.

La familia de Fawzia ha grabado en vídeo desde una ventana a los milicianos que rodean la casa y que apalearon a su madre. En las imágenes, hombres barbudos y desgreñados, con el aspecto y el atavío corriente de los talibanes, aparecen apostados frente a la vivienda junto a un todoterreno blanco. Hace unos días, esos hombres forzaron de nuevo la entrada de la casa e interrogaron a la familia, explica la madre de la adolescente, en la misma videollamada. Esta afgana relata que les reiteró que su hija no estaba en la casa y que entonces los talibanes la golpearon en el vientre provocándole una hemorragia que mató al feto, explica sin parar de llorar. Al estar tan avanzada la gestación, tuvo que dar a luz a su hijo muerto. Este diario ha accedido a una fotografía de su cadáver, que aparece amortajado sobre una alfombra roja, la misma que cubre el suelo de una de las estancias de la casa de la familia de Fawzia.

La joven, su madre y sus tres hermanos varones, de 16, 11 y 6 años, ya se han resignado a huir dejando al padre en coma atrás, pero lo tienen muy difícil. Los talibanes rodean su casa, pero, incluso si logran zafarse de su vigilancia, para viajar necesitan la compañía de un guardián masculino, el mahram, que debe ser un pariente varón adulto muy cercano. Además, la madre aún no se tiene en pie.

Huida

Escapar parece, sin embargo, su única opción para salvar a Fawzia, no solo de los talibanes, sino también del frío. El escondrijo donde se refugia la adolescente está parcialmente a la intemperie, en Kabul está nevando y las temperaturas de estos días han caído hasta los -20 grados. La estudiante tiene además ideas suicidas porque se culpa por el destino que han corrido su padre y su hermano nonato. Esta adolescente de rasgos infantiles suplica que “alguien” ayude a su familia.

En agosto, una joven afgana que se identificaba como Elaha Dilwaziri denunció en varios vídeos en Twitter haber sido violada y obligada a casarse con Qari Saeed Khosty, exportavoz del Ministerio de Interior de los talibanes, cuyo titular es Sirajuddin Haqqani, líder de la Red Haqqani, una milicia que goza de autonomía en el seno de los talibanes y a la que Estados Unidos ha designado como organización terrorista.

Tres alumnas afganas caminan cerca de la Universidad de Kabul, el 21 de diciembre.ALI KHARA (REUTERS)

Unas semanas después de que el 15 de agosto de 2021 los talibanes recuperaran el poder en Afganistán, los fundamentalistas difundieron una directriz en la que ordenaban a las mujeres mayores de 20 años y las viudas menores de 35 años que contrajeran matrimonio con sus milicianos “para fortalecer la moral islámica”. En esa carta, se instaba a los afganos a casarse con las estudiantes mayores de 18 años “antes del comienzo de las universidades y escuelas” para así garantizar ese supuesto decoro islámico.

Según Khadija Amin, los talibanes no se limitan a las mujeres mayores de 18 años. “Están obligando a casarse con ellos a niñas de 15, 14 y hasta 12 años”, sostiene. A partir precisamente de esa edad, 12 años, las afganas tienen cerradas las puertas de los centros educativos. Nada más llegar al poder, los fundamentalistas habían cerrado los institutos de secundaria para niñas, muchos meses antes de vetar la universidad para las estudiantes, el 20 de diciembre, y de prohibir a todas las mujeres que trabajen en las ONG, cuatro días después.

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