Netanyahu aplaza su polémica reforma judicial ante la presión de las protestas y la crisis política
El primer ministro israelí anuncia una pausa hasta finales de abril para dar tiempo a un “diálogo auténtico” por “responsabilidad nacional” y para evitar una “guerra civil”. La central sindical pone fin a la huelga general y la oposición tiende la mano
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha anunciado este lunes el aplazamiento hasta finales de abril de su controvertida reforma judicial, que ha sumido al país en una de las mayores crisis políticas y sociales de su historia. Netanyahu ha optado por retrasar la votación parlamentaria ante la amenaza de deterioro de la situación en las últimas 48 horas, con la ...
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha anunciado este lunes el aplazamiento hasta finales de abril de su controvertida reforma judicial, que ha sumido al país en una de las mayores crisis políticas y sociales de su historia. Netanyahu ha optado por retrasar la votación parlamentaria ante la amenaza de deterioro de la situación en las últimas 48 horas, con la destitución del ministro de Defensa, Yoav Gallant, nuevas manifestaciones multitudinarias y una huelga que mantenía paralizados los puertos y parte de los despegues desde el principal aeropuerto. Lo ha presentado en un discurso televisado desde Jerusalén como una “pausa para el diálogo auténtico” por “responsabilidad nacional” y para evitar una “guerra civil”, con el símil bíblico de la “decisión salomónica”. Ha dejado claro, no obstante, que no se trata de una anulación del proyecto. Inmediatamente después del discurso, la central sindical ha anunciado el fin de la huelga.
Los líderes de los principales partidos de la oposición han manifestado su disposición al diálogo. El anterior primer ministro y líder de Yesh Atid, Yair Lapid, ha recalcado que debe liderarlo el presidente, Isaac Herzog, y desembocar en la redacción de una Constitución, de la que carece Israel, que se guía por una serie de leyes básicas. “Israel está herida y no podemos ponerle una tirita”, ha dicho.
En un tono menos desconfiado que Lapid sobre las intenciones de Netanyahu, Benny Gantz (Unidad Nacional) ha declarado que se sentará en la mesa de negociaciones “con el corazón abierto” y con el objetivo de que acabe en un acuerdo sin perdedores, no de “convencer” a los promotores de la reforma. “No estoy contento, no deberíamos haber llegado a este punto. Estoy en contra de este Gobierno y sigo haciéndolo”, ha matizado.
Los gobiernos suelen contar con 100 días de gracia, pero la coalición de Netanyahu con ultraderechistas y ultraortodoxos ha tardado solo 88 en despertar el fantasma de una guerra civil para acabar reculando a medias y a regañadientes, ya con el país profundamente dividido. Buena parte de los cientos de miles de personas que han salido a las calles sábado tras sábado pertenecen a la mitad de Israel que perdió en noviembre las elecciones, pero también se han acabado uniendo otros que votaron por partidos de la coalición.
Por la tarde, poco antes del discurso del primer ministro, el titular de Seguridad Nacional y líder del partido ultraderechista Poder Judío, Itamar Ben Gvir, ha anunciado un acuerdo con Netanyahu para paralizarla temporalmente, a cambio de impulsarla “a través del diálogo” más adelante. “He dado mi acuerdo a retirar el veto al rechazo a la legislación a cambio de un compromiso del primer ministro, Benjamín Netanyahu, de que será presentada a la Kneset para su aprobación en la próxima temporada parlamentaria”, que comienza a finales de abril, ha dicho Ben Gvir, uno de sus principales partidarios. A cambio, ha asegurado, se creará una Guardia Nacional que quedará a su cargo.
El anuncio supone un paso atrás de Netanyahu ante la persistencia de manifestantes y oposición y el contagio de las crisis a las Fuerzas Armadas. El primer ministro, que lidera el partido derechista Likud, ha arriado las velas tan solo 24 horas después de destituir a Gallant por lo mismo que ha acabado anunciando y tras semanas de tildar a los manifestantes de anarquistas, insinuar que recibían financiación del extranjero y rechazar la propuesta alternativa de consenso que presentó el presidente. Solo recientemente cambió el tono, aceptó retrasar la tramitación de parte de las leyes y suavizó una de las más espinosas, mientras otras seguían su curso parlamentario.
Un sondeo difundido por el canal 11 de la televisión nacional tras el discurso de Netanyahu muestra el desgaste electoral que están sufriendo el Likud y los partidos de extrema derecha respecto a los resultados electorales de hace apenas cuatro meses. La formación de Netanyahu caería de 32 a 25 escaños y la lista Sionismo Religioso de 14 a 11. El gran beneficiado sería Gantz, al saltar de 12 a 21. La hoy oposición podría formar Gobierno sin problema, según esos datos.
Netanyahu ha hablado mientras unas 100.000 personas se manifiestan en distintos puntos del país, sobre todo frente al Parlamento, en Jerusalén, donde la coalición de gobierno superó horas antes una moción de censura, por 60 síes y 51 noes en la segunda votación. Miles han acudido a una contramanifestación que ha despertado el miedo a enfrentamientos entre partidarios y detractores de la reforma, aunque los choques han sido puntuales.
Diputados de la coalición, entre ellos Ben Gvir y el también ultraderechista Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, han llamado durante la jornada a unirse a la contramanifestación en Jerusalén, convocada bajo el lema “no nos robarán las elecciones”. Uno de los motivos de preocupación ha sido el historial de violencia de La Familia, como se llaman los ultras del equipo de fútbol Beitar de Jerusalén. De hecho, Netanyahu solo se había pronunciado antes este lunes para llamar en Twitter “a todos los manifestantes en Jerusalén, de derecha e izquierda, a comportarse con responsabilidad y no actuar con violencia”. “Somos hermanos”, escribió. La policía reforzó su despliegue.
Demostración de fuerza sindical
La gran central sindical de Israel, la Histadrut (Organización General de Trabajadores de Israel), entró esta mañana de lleno en la pugna por la reforma, con una huelga general que mantuvo paralizados durante la jornada parte de los despegues desde el principal aeropuerto (Ben Gurión, cerca de Tel Aviv) y los puertos estratégicos de Haifa y Ashdod. El personal de las embajadas en el exterior, los principales bancos, la eléctrica nacional, grandes cadenas de hostelería, moda y alimentación, y el Ayuntamiento de Tel Aviv (cuyo alcalde, Ron Huldai, pertenece al opositor Partido Laborista) también se unieron al parón. La Histadrut ―que por cuestiones históricas mantiene un notable poder en el país― anunció que solo detendría el paro general si Netanyahu anunciaba durante la jornada el freno a la reforma, como al final ha sucedido.
Presentada a principios de enero, la reforma legal busca debilitar al Supremo, cambiar el método de elección de sus jueces y permitir que el Parlamento reapruebe leyes previamente tumbadas por el tribunal. El Gobierno defiende su necesidad para reequilibrar los poderes ante un Supremo que, a su juicio, cuenta con demasiado poder y al que acusa de guiarse por motivos ideológicos a la hora de dictar sentencias. Para sus detractores, es un ataque a la división de poderes que pone en peligro la democracia israelí.
Netanyahu se ha reunido esta tarde con Ben Gvir, cuyo anuncio parece garantizar la estabilidad de la coalición con los partidos ultranacionalistas y ultraortodoxos, la más derechista de las siete décadas de historia del país. Otro de los principales promotores de la reforma, el ministro de Justicia, Yariv Levin, ya había aclarado que, como miembro del Likud, respetaría toda decisión que tomase Netanyahu. “Todos debemos esforzarnos por estabilizar al Gobierno y la coalición” en “una situación en la que cada uno hace lo que cree que pueda provocar la caída inmediata al Gobierno y el derrumbe del Likud”, declaró.
Por la mañana, Herzog volvió a pedir la detención “inmediata” de la reforma, que se estaba debatiendo en el Parlamento. “La nación entera está absorbida por el miedo. Nuestra seguridad, economía, sociedad... todas están amenazadas”, señaló en un comunicado que transmitía su alarma ante el deterioro de la convivencia. “Llamo a los líderes de la todas las facciones de la Kneset (Parlamento israelí), tanto de la coalición como de la oposición, a poner a los ciudadanos del país por encima de todo y actuar con valentía y responsabilidad sin más demora. Este no es un momento político, es un momento para el liderazgo y la responsabilidad”, recalcó.
En la misma línea se pronunció la pasada semana Aryeh Deri, el líder del partido ultraortodoxo sefardí Shas, también parte del Ejecutivo. Tras consultar con los líderes espirituales de la formación, señaló que apoyará “toda decisión” que tomen Netanyahu y el Likud, pese a ser uno de los principales interesados en que salga adelante la reforma. El Supremo anuló en enero su nombramiento como ministro de Interior y Sanidad al considerarlo “irrazonable en extremo”, por haber sido condenado por un delito fiscal y por el cambio exprés en la legislación que lo permitió. Una de las leyes de la reforma, aprobada en primera lectura y bautizada por los medios como “Deri 2″ por su carácter de traje a medida del exministro, impediría al Supremo intervenir en “cualquier asunto relacionado con el nombramiento de un ministro o su destitución”.
La destitución el sábado de Gallant sacó a las calles a decenas de miles de personas en todo el país, con Tel Aviv de nuevo como epicentro. La convocatoria fue espontánea, a través de grupos de WhatsApp, y se extendió a las ciudades de Jerusalén, Haifa, Beer Sheva y Petaj Tikva. Los manifestantes en Tel Aviv cortaron durante cinco horas la importante autopista Ayalón, que la policía solo evacuó a las 03.00 de la madrugada (02.00, en la España peninsular), cuando apenas quedaba un millar de personas.
El sábado, mientras cientos de miles de israelíes (en un país de menos de 10 millones) participaban en la que probablemente fue la mayor manifestación contra la reforma, Gallant pidió públicamente la paralización de la reforma por las consecuencias para la seguridad del cisma político y social generado por la iniciativa, como el número de reservistas del ejército que se niegan a asumir determinadas tareas. “El creciente cisma en nuestra sociedad está penetrando en las Fuerzas Armadas y los cuerpos de seguridad, lo que supone una amenaza clara, inmediata y tangible a la seguridad del Estado. No lo permitiré”, dijo.
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