El humor se convierte en un arma de resistencia en Irán
Las imágenes de mujeres sin velo y de hombres disfrazados con él, la sátira y la ironía en la red evidencian la pérdida del miedo y la brecha entre el régimen y la sociedad
El hombre que desde el pasado mes de enero dirige la policía iraní es un halcón, un miembro del ala dura del régimen. Estados Unidos, que lo sancionó en 2010, lo describe como a un torturador. Con sus propias manos. El general Ahmad Reza Radan no solo fue “responsable de palizas, asesinatos y detenciones y encarcelamientos arbitrarios de manifestantes cometidos por las fuerzas policiales”, cuando era número dos de ese cuerpo de seguridad, según el Departamento del Tesoro. ...
El hombre que desde el pasado mes de enero dirige la policía iraní es un halcón, un miembro del ala dura del régimen. Estados Unidos, que lo sancionó en 2010, lo describe como a un torturador. Con sus propias manos. El general Ahmad Reza Radan no solo fue “responsable de palizas, asesinatos y detenciones y encarcelamientos arbitrarios de manifestantes cometidos por las fuerzas policiales”, cuando era número dos de ese cuerpo de seguridad, según el Departamento del Tesoro. También apaleó personalmente a los detenidos, sostienen Washington y la Unión Europea. Radan fue quien anunció el 8 de abril que, a partir del siguiente sábado, el día 15, las mujeres que prescindieran del velo obligatorio en Irán serían identificadas con cámaras, advertidas y conducidas ante un juez si reincidían. La respuesta de algunas iraníes en redes sociales fue comparar esa amenaza con la promesa siempre postergada e incumplida de ponerse a dieta. Varias mujeres difundieron después en redes sociales fotos sonrientes y sin velo con el hashtag: “¿Dónde estás, Radan?”.
Este jefe policial ha demostrado una fijación con la vestimenta y la apariencia. De los hombres y, sobre todo, de las mujeres. Es un firme defensor del hiyab obligatorio y de la policía de la moralidad, el cuerpo de seguridad que detuvo por no llevar bien puesto el velo a Mahsa Amini, la joven cuya muerte desató en septiembre la última oleada de protestas en Irán. En 2007, Radan ordenó arrestar a los hombres que lucieran “un peinado pervertido” —pelo largo o un corte “occidental”— y, en 2011, prohibió a los sanitarios de hospitales privados que llevaran corbata. El 8 de abril, el general advirtió de que las cámaras para identificar a las mujeres sin velo “no cometerían errores”. El pasado fin de semana, cuando empezó oficialmente esa vigilancia, numerosos hombres iraníes se mofaron también del régimen al revelar que habían recibido en sus móviles un mensaje instándoles a ponerse el hiyab femenino, entre ellos el exvicepresidente Ali Abtahi.
Otros hombres iraníes llevan semanas difundiendo fotos tocados con el velo, en solidaridad con las mujeres de su país, o bien imágenes en las que hacen una interpretación irónica del código de vestimenta del régimen, en las que lucen el pañuelo islámico pero lo combinan con una prenda prohibida: los pantalones cortos.
Estos humorísticos desafíos en un contexto “dramático”, explica el experto en Irán Daniel Bashandeh, demuestran, por un lado, “la desconexión total entre el régimen y la población”, pero también que la sociedad “ha entrado “en una fase de desobediencia civil”. Su epítome son las mujeres que desobedecen la ley del velo obligatorio pero otra de sus manifestaciones es un humor que pone de relieve “lo ridículas que son las medidas del régimen iraní” y la “pérdida del miedo”, asevera Bashandeh. Las bromas cuentan, además, con una “baza clave: la difusión en redes sociales”.
El terrible contexto al que alude Bashandeh es el de la represión de las manifestaciones que denuncian organizaciones de derechos humanos iraníes en el exilio y Naciones Unidas. De acuerdo con sus datos, entre septiembre y febrero, unas 500 personas murieron a manos de fuerzas paramilitares y de seguridad mientras al menos 22.000 eran detenidas. Cuatro hombres jóvenes han sido ahorcados en relación con las protestas. Los chistes, los memes, las imágenes hilarantes no restan “peso” a esos acontecimientos “terribles”, añade la intelectual iraní exiliada en España Ryma Sheermohammadi, pero, sin el humor que han desplegado los iraníes desde el inicio de las manifestaciones, recalca Sheermohammadi, “habría sido muy difícil mantener a la gente [manifestándose] en la calle”.
En un editorial del pasado mes de noviembre, el medio especializado en política POLITICO alertaba de que, durante las protestas contra el régimen en Irán, “los teócratas de Teherán” afrontaron “dos de las mayores amenazas a las que pueden enfrentarse los regímenes autoritarios: una revuelta liderada por mujeres y el ridículo público”. La publicación citaba una investigación de la Harvard Kennedy School que apuntaba a que “los movimientos en los que las mujeres participan en gran número”, como el de Irán, “tienen más probabilidades de éxito y de marcar el comienzo de periodos de democratización sostenida”. El artículo mencionaba a su vez un estudio del Instituto de Política Mundial de Washington en el que se afirma: “Los dictadores, los tiranos y quienes aspiran a hacerse con el poder y mantenerlo mediante la intimidación y la fuerza no pueden tolerar el escarnio público”.
Erosionar la autoridad
Saeid Golkar es un profesor iraní de Ciencias Políticas en la Universidad de Tennessee (Estados Unidos). Experto en política comparada de regímenes autoritarios, una de sus clases se centra, explica por WhatsApp, en el papel de las bromas y la vida cotidiana en las dictaduras. “En los regímenes autoritarios, las bromas y la sátira política sirven para erosionar la autoridad y unificar y crear una identidad entre los disidentes que normalmente es el nosotros contra ellos”.
Este experto ve una evolución en la forma en la que los iraníes utilizan la ironía y la sátira, que ha pasado gradualmente de tener como blanco a políticos individuales “a dirigirse contra el régimen en sí”. Esos iraníes que cuelgan su foto con el velo islámico en las redes sociales “están ridiculizando uno de los pilares” del régimen iraní, asegura Golkar en alusión al hiyab. El velo es el símbolo de la moral islámica, por lo que los chistes sobre esa prenda atacan “al corazón del sistema”. Otro aspecto de este uso del humor es “que cuando uno se burla de algo, disminuye el miedo”. Los chistes que proliferan en Irán sobre la impopular milicia Basij, a quien se atribuyen buena parte de los muertos en la represión de las protestas, son paradigmáticos.
Estos paramilitares son descritos como seres mezquinos, simplones y de escasa higiene personal. El profesor cuenta uno de estos chistes: “Un basiyí encuentra una lámpara mágica, la frota y surge un genio que le concede un deseo. El basiyí le dice: libera la ciudad santa de Jerusalén de las manos de Israel. El genio responde: eso es muy difícil, además, ¿a ti qué te importa Jerusalén? Esa es una historia entre palestinos e israelíes. Venga, pídeme algo más fácil. El basiyí le dice: entonces, haz que los iraníes dejen de pensar que los basiyíes somos todos unos necios. El genio responde: venga, libero Jerusalén”.
Bromas como esta y las que corren incluso sobre el fundador de la República Islámica, el ayatolá Ruholá Jomeini, “deslegitiman al sistema, ridiculizan a su líder [el actual es el ayatolá Ali Jamenei], desafían la propaganda política y son una muestra de resistencia”.
Si hay una figura que encarne al régimen islámico iraní es la de los mulás, los doctos en la ley y la jurisprudencia islámica. Desde el inicio de las protestas, numerosos usuarios de redes sociales han colgado vídeos que muestran lo que algunos periodistas occidentales o iraníes de la diáspora han bautizado como el “juego del mulá”: un hombre o una mujer iraní, normalmente muy jóvenes, tiran al suelo de un manotazo uno de los símbolos de la autoridad religiosa de esos clérigos, el turbante, antes de escapar corriendo.
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