El Algarve, la ultraderecha conquista en Portugal la primera línea de playa
La falta de inversiones públicas, los bajos salarios, el coste de la vivienda y el aumento de inmigrantes han propiciado el triunfo de Chega en la región más turística del país
Los profesores del liceo de Faro, en el Algarve, atisbaron antes que nadie el crecimiento que iba a tener la ultraderecha en las elecciones del pasado domingo en Portugal. El viernes anterior simularon los comicios entre alumnos de 15 a 18 años. Participaron 378 estudiantes, que dieron la victoria al ultraderechista Chega, seguido de la coalición conservadora Alianza Democrática. El Partido Socialista retenía a duras penas un diputado, ...
Los profesores del liceo de Faro, en el Algarve, atisbaron antes que nadie el crecimiento que iba a tener la ultraderecha en las elecciones del pasado domingo en Portugal. El viernes anterior simularon los comicios entre alumnos de 15 a 18 años. Participaron 378 estudiantes, que dieron la victoria al ultraderechista Chega, seguido de la coalición conservadora Alianza Democrática. El Partido Socialista retenía a duras penas un diputado, salvado gracias al voto de las alumnas. Aprovechando que era el Día de la Mujer, los profesores separaron en dos urnas el voto femenino del resto (chicos y no binarios) y el resultado constató el abismo entre sus preferencias. Chega obtuvo el 17% de los sufragios de las estudiantes y el 42,5% entre los demás. “Las mujeres perciben claramente su discurso machista”, subraya Ricardo Oliveira, profesor de Geografía en el instituto.
El experimento escolar anticipó el vuelco en el Algarve. La extrema derecha ganó en la región con 64.228 votos, 4.000 más que el PS, que había encadenado tres victorias desde 2015. El terremoto político causado por una formación con un lustro de vida fue generalizado: más de un millón de personas votaron a Chega en el país y lo convirtieron en la pieza central para la estabilidad política.
Durante esta semana se han sucedido los análisis para entender por qué el Algarve, la región asociada a la felicidad del veraneo, abrazó el discurso populista de André Ventura, un antiguo militante del centro derecha entrenado en la respuesta ágil y provocadora en sus días de comentador televisivo del Benfica. Pero no hay que reducir a Ventura a este trazo grueso. Se licenció en Derecho, publicó algunos libros jurídicos, fue inspector tributario y ambiciona con ser alguien en algún campo desde hace tiempo. Más que en una carrera política se siente en una cruzada contra la izquierda. “Yo creo que Dios me colocó en este lugar, en este momento”, ha comentado alguna vez.
¿Qué ha ocurrido para que su mensaje radical conquiste la tierra de la luz? “La falta de inversión facilita la entrada del discurso populista, está en la cartilla de todos sus líderes, de Abascal a Trump, que también exploran el miedo. Este ha sido un voto de protesta y miedo”, señala Oliveira. El Algarve tiene unos pocos miedos (problemas de integración con inmigrantes y gitanos) y muchos asuntos pendientes en infraestructuras para garantizar el agua, la sanidad y la movilidad, que los sucesivos Gobiernos de PSD y PS no han resuelto y que empeoran la vida de las personas. “Es una de las regiones más olvidadas del país, los políticos solo se acuerdan de ella cuando quieren ir a la playa, probablemente a una casa alquilada a precios exorbitantes o para una casa propia que solo se abre cuando el sol trae el calor, agudizando el problema de la vivienda en la región, una de las más caras de Portugal”, escribía João Vieira Pereira, director de Expresso y oriundo de la zona.
Una sociedad desigual
El Algarve que votó Chega nada tiene que ver con el paraíso publicitario para turistas, que animaron el año pasado a casi 10 millones de extranjeros a volar hasta el aeropuerto de Faro. Detrás de la primera línea de playa vive una sociedad desigual. La cuarta parte de la población está en riesgo de pobreza y exclusión social, por encima de la media estatal del 20%. La especialización turística del sur, que alberga el 33% de las camas hoteleras, ha generado mucha riqueza que no ha permeado a quienes trabajan en el sector. Los salarios son más bajos y la tasa de abandono escolar, más alta que en el resto del país. La región ha captado extranjeros ricos que se instalan en villas que se abren unas semanas al año y extranjeros paupérrimos que llegan desde Nepal para trabajar en la recogida de naranjas y aguacates. Unos y otros inciden sobre el mercado inmobiliario y encarecen el precio de la vivienda. Unos y otros hacen que los locales se sientan cada vez más relegados en sus pueblos.
El Algarve puede ser un paraíso para un visitante ocasional, pero no es lugar para vivir con un salario medio portugués (1.505 euros en 2023). Un profesor de secundaria como Ricardo Oliveira, que cobra 1.300 euros desde enero (y antes 1.120), tiene que resignarse a vivir en un cuarto por el que paga 400 euros. Un apartamento, que ronda los 800 euros, está fuera de su alcance. “Pertenecemos a la Unión Europea, pero no lo parece en términos salariales”, reprocha.
El profesor es también socorrista de Cruz Roja y observa a menudo las carencias del hospital de Faro, el más importante de la región. La tasa de médicos, enfermeros y camas por habitante es inferior a la media portuguesa. “Es una vergüenza la falta de recursos que tiene. No hay médicos ni enfermeros suficientes. O esperamos allí horas a que nos atiendan o vamos al privado y pagamos un dineral, esto enfada mucho a la gente”, lamenta.
En el exterior del hospital, está sentado José Maria Silva Gomes Nené. Tiene 76 años y vive en Vila Real de Santo Antonio, junto a la desembocadura del Guadiana. Aguarda fuera a que su esposa concluya el tratamiento de quimioterapia. Es un votante socialista que ha continuado fiel al partido a pesar de su decepción: “Les he apoyado pero no estoy contento. La vida ha ido cada vez a peor. Mi hija tendrá que vender su casa para poder pagar lo que le queda de hipoteca y ahora hay colas para todo. Antes tenía médico de familia y ahora ya no tengo”. Es uno de los 120.000 usuarios de la sanidad pública del Algarve que carece de un profesional de cabecera en su centro de salud, un fenómeno que afecta a 1,7 millones de portugueses.
André Ventura causó un escándalo cuando todavía militaba en el PSD por unas declaraciones contra los gitanos. Después de fundar Chega en 2019, centró al principio el foco racista de su discurso en ellos. En Portugal viven unas 30.000 personas de etnia gitana. Faro y Portimão, en el sur, están entre los 10 municipios del país con mayor número de ciganos. La familia que el miércoles aguardaba fuera del hospital por la operación de un niño confía que han votado al PS. “Hablamos a través de Facebook para que todos los gitanos fuésemos a votar a los socialistas”, indica José João, de 31 años. “En nuestra tierra hay mucho racismo. Si dependemos de los subsidios es porque no encontramos trabajo. Yo viví cuatro años en Inglaterra, donde también hay racismo, pero nadie te pregunta si eres gitano para darte un trabajo, te lo dan igual”, asegura Julia Fonseca, que se mudó de Faro a Portimão después de casarse. Rehúsan las fotos.
En una charcutería del mercado de Faro, Sandra Sousa despacha tocino salado y linguiça (embutido) a una clienta. No le sorprendió el resultado de la ultraderecha en el Algarve. “Aquí hay muchos gitanos. Nosotros trabajamos, pagamos impuestos, tenemos hijos y no tenemos derecho a nada, mientras que ellos tienen derecho a los subsidios y no trabajan. Todo está mal y como Chega ofrece ilusión y esperanza, la gente les votó. Yo no lo hice, no comparto su homofobia ni su racismo”.
Ella tachó su papeleta. El suyo fue uno de los 369 votos nulos contabilizados en Faro, donde Chega creció notablemente aunque sin sobrepasar a la Alianza Democrática ni al Partido Socialista, que ganó con el 27,37%. Esta vez Sousa no les apoyó. “Siempre voté socialista, pero no hacen nada por el comercio mediano. Estoy enfadada con todos los partidos, no solo con los socialistas. Trabajo de la mañana a la noche, pago un montón de impuestos y no hacen nada por ayudarnos”, asegura.
Si el nuevo hospital de Faro es una promesa pendiente desde 2008, las infraestructuras para resolver el abastecimiento de agua también se arrastran desde hace años. “El PS abandonó el Algarve. Yo ya he estado en dos ceremonias de colocación de la primera piedra del hospital y ahí sigue el viejo rompiéndose por las costuras. En 15 años tampoco se ha tomado ninguna decisión para aumentar el almacenamiento de agua”, critica Macario Correia, que presidió los ayuntamientos de Tavira y Faro por el PSD.
Correia es agricultor y preside una de las tres asociaciones de regantes. A pesar de la especialización turística, la pesca y el campo todavía son actividades significativas. El Algarve cuenta con 40.000 hectáreas de regadíos, la mitad dedicados al cultivo de naranjos. El aguacate, que se ha introducido con fuerza en los últimos años, ocupa unas 2.000 hectáreas.
La sequía que vive la región, con los embalses al 25% de su capacidad, conduce a restricciones de agua drásticas. Se prevé que la agricultura tenga que rebajar el consumo en un 50% y el abastecimiento urbano, un 15%. Correia sostiene que disminuir el riego a la mitad “significa no producir fruta”. En las últimas semanas cayó cierto alivio del cielo. Las lluvias han mejorado el nivel de los pantanos y se va a revisar el plan de restricciones. Pero el Algarve lleva mirando al cielo demasiados años. Incluso una socialista como la exeurodiputada Ana Gomes recriminó la inacción de su partido. “En muchas acciones y omisiones, el PS acabó por dar munición a Chega. Por ejemplo, tenemos la victoria apabullante de Chega en el Algarve. Me pregunto cómo se admite que una cuestión básica como el agua no haya sido asegurada en la región durante el Gobierno socialista de estos años”.
Macario Correia insiste en la idea. “En ocho años de gobierno, el PS no ha resuelto ninguno de los grandes problemas del Algarve. Habló, habló y habló sin arreglar nada. El resultado es este gran descontento y la revuelta de la población que ha apoyado a un partido extremista, que hace campaña a la contra y no propone nada. Los votos que pierde el PS son los votos que gana Chega”. El tirón de la ultraderecha fue mayor que el retroceso socialista. El partido de Ventura ganó 30.000 votos respecto a 2022, casi el doble de los que perdió el PS (17.600). Al igual que en el resto del país, se registró una participación masiva: el 61,74%, 10 puntos más que dos años atrás.
El exalcalde de Faro repite un mensaje común entre los políticos después de la sorpresa del domingo. “No son personas que están contra la democracia ni a favor del fascismo; ejercen un voto de protesta, pero no están apoyando un programa económico, sino dando un voto mesiánico y populista a alguien que dice aquello que la gente piensa de forma superficial”, argumenta.
El trasvase de votos del PS a Chega es real. Monica Candeias y Pedro Sousa, que gestionan un bar al pie de la carretera nacional que atraviesa Luz de Tavira, son dos ejemplos. En el pasado Pedro votó a los socialistas y Monica, a veces al PS, a veces al Bloco de Esquerda. Durante la breve tertulia que se organiza alrededor de la barra con los clientes la tarde del miércoles se escuchan unos a otros con respeto. Larero Martins tiene 68 años y la memoria fresca de los días de la policía política de la dictadura de Portugal, que asentó su poder sobre la represión, la censura y el adoctrinamiento. “Soy de izquierdas, igual que toda mi familia y lucharé siempre por un partido de izquierdas, nunca votaré a un partido de estos”, afirma. Ventura le parece “un segundo Salazar”.
El propietario del café no comparte todo lo que dice el líder de Chega, pero estaba “harto” de los dos grandes partidos portugueses. “Nunca hacen lo que dicen”. En Luz de Tavira vive una colonia importante de extranjeros que trabajan en el campo. El bar está entre dos casas donde residen inmigrantes y cerca de negocios de productos asiáticos. “Yo no creo que Ventura sea racista. Lo que dice es que necesitamos tener aquellos inmigrantes que hacen falta, pero no que vengan de cualquier manera sin saber quiénes son y explotados por sus redes, gente pobre que viene a un país pobre”, afirma Sousa. “La población local deja de tener casas para alquilar porque las vacías se alquilan a inmigrantes. Al lado deben vivir 20, si pagan 50 euros cada uno, el propietario ya le están sacando mil euros al mes”, recrimina su pareja.
También el pescador Paulo Almeida Encarnacão ha cambiado al PS por Chega. Mientras preparaba el puesto en el mercado de Olhão, donde el partido de Ventura fue el más votado y donde Santiago Abascal, líder de Vox, participó en un acto, critica la carga fiscal y el estado de la sanidad. “Votamos tanto en Chega porque estamos desencantados con quienes nos han gobernado los últimos 50 años en Portugal”, afirma.
La ultraderecha venció, asimismo, en Boliqueime, donde nació el antiguo presidente conservador Aníbal Cavaco Silva. Un hecho que regocijó especialmente a Ventura la noche electoral. Es una de las parroquias que atiende el sacerdote Pedro Manuel junto a las de Paderne y Ferreiras, que también dieron el triunfo a Chega. “La culpa no es del padre”, bromea.
Después de nueve años en la comarca, tras sustituir a un párroco africano muy apreciado, un hecho que en su opinión indica la falta de racismo, percibe “un cansancio generalizado ante la falta de respuesta política, no sé decir cuáles son las razones del descontento, algunas son transversales al país como el precio de las casas”. Y remacha: “No creo que el resultado revele una mudanza cultural profunda en la gente, que se hayan despertado el domingo 10 de marzo y hayan alterado su ideología y su forma de ser. No quiero demonizarles porque considero que hay gente que está lanzando un grito de protesta”.
Sigue toda la información internacional en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.