La larga noche de la ley marcial en Corea del Sur: “Sentí que debía parar a los soldados”
Mientras el país recupera la calma y la oposición reclama la destitución del presidente, un grupo de ciudadanos cuenta cómo reaccionaron ante la medida
Las acciones de cada individuo forman un tejido vivo, una red de infinitas causas y consecuencias que determinan el curso de la historia. Hay quienes se ponen delante de los fusiles cuando cae la noche e impiden que la oscuridad lo envuelva todo. Poco después de las 22.30 del martes, cuando el anuncio de la declaración de la ley marcial de emergencia la sorprendió en un restaurante próximo a la Asamblea Nacional, Ahn Gwi-ryung, una política surcoreana de 35 años, menuda, con media melena y vestida con chaqueta de cuero, se subió corriendo a un taxi y se dirigió a la sede del Parlamento. “Sentí que la democracia estaba en peligro; sentí miedo del Gobierno”, recuerda un día después, a los pies del edificio que alberga el Poder Legislativo de Corea del Sur.
La medida extrema fue tomada por el presidente surcoreano, el conservador Yoon Suk-yeol, sin previo aviso y en una alocución televisada. En su discurso acusó a la oposición de controlar el Parlamento, ejercer actividades antiestatales y de simpatizar con Corea del Norte. Muy pocos en el país entendieron nada. Nadie esperaba este giro de guion. El decreto militar fue publicado de inmediato, estipulando la prohibición, entre otras, de las actividades políticas, incluidas las de la Asamblea Nacional, y desatando los peores demonios desde la transición democrática del país asiático en los años ochenta.
Cuando Ahn, que trabaja como portavoz de la principal fuerza de oposición, el Partido Democrático, con mayoría en la Asamblea, llegó al edificio parlamentario, los militares y la policía ya estaban allí. Armados. Dispuestos a entrar e impedir cualquier votación que pusiera en peligro la ley marcial. En esos instantes confusos y tensos se producen choques entre ciudadanos, políticos y militares; en medio del barullo, las imágenes grabadas por los medios recogen cómo Ahn se encara con las fuerzas especiales, uno de los soldados la apunta con el fusil, ella agarra el cañón y lo empuja, mientras le grita al militar: “¿No te da vergüenza tu comportamiento?”. Los vídeos se han convertido en un fenómeno viral. Lo han visto miles de personas. Y generado titulares del estilo: “Conoce a la tipa dura que se enfrentó a un militar coreano armado”.
Era la primera vez en su vida que la encañonaban. “Sentí que debía pararlos pasara lo que pasara porque no podía concebir la presencia de soldados armados dentro del Parlamento”, cuenta Ahn. Dentro, en el hemiciclo, algunos diputados que habían logrado zafarse del ejército y entrar a tiempo preparaban una sesión de emergencia para revertir una medida que no se había impuesto en el país desde 1980. Con 190 de sus 300 miembros presentes, se aprobó ya en las primeras horas de la madrugada de este miércoles una moción que exigía el levantamiento de la ley marcial. Seis horas después de declararla, el presidente daba marcha atrás: “Tras la petición de la Asamblea Nacional de levantar la ley marcial, las tropas han sido retiradas. Aceptaré la demanda de la Asamblea Nacional y levantaré la ley marcial mediante una reunión del gabinete”.
Ahn no ha dormido en toda la noche. Ni ha regresado a casa. Sigue con la misma chupa de cuero, que cubre ahora bajo un abrigo porque el frío golpea sin tregua en la capital surcoreana. A su alrededor, hay cientos de personas que se han acercado a una concentración convocada por el Partido Democrático, de centroizquierda. Es una reunión pacífica y de ambiente festivo. Ahn ha ejercido de presentadora, y ahora se le acercan numerosas personas para hacerse una foto: se ha convertido en uno de los rostros de la resistencia.
Durante el mitin, los ciudadanos se han sentado en las escalinatas a la entrada de la Asamblea. Con velas encendidas entre las manos, agitan letreros que reclaman al presidente que abandone el cargo, y corean: “¡Echad a Yoon!”. El ministro de Defensa, Kim Yong-hyun, primera víctima del caos político, acaba de presentar su dimisión. En el Parlamento, seis formaciones, entre las que se encuentra el Partido Democrático, han registrado una moción ante la Asamblea para la destitución de Yoon. La petición ha sido firmada por 190 diputados de la oposición y uno independiente, pero sin el apoyo de ningún miembro del partido gobernante. Ante los micrófonos, la diputada demócrata Nam Younghee lee uno a uno los 110 nombres de los parlamentarios que no votaron para revocar la ley marcial y les reclama apoyo. “¡Yoon dimisión!”, corean de nuevo cientos de personas.
Sentados en las escalinatas, mientras ahora una banda de música toca una vieja canción del movimiento prodemocrático de los ochenta, se puede sentir cómo esta vez la sociedad civil y la política tomaron la delantera, por muy poco, al tintineo metálico de los militares. “Solo lo habíamos visto en los libros de texto y en las películas”, dice Kim Seo-yeon, de 37 años, una profesora de Ética de instituto. Con la vela en la mano, cuenta que su madre no ha podido dormir en toda la noche. En parte, ha venido por ella. Y en parte, por los niños que estudian en el colegio. “Debería enseñar esto”, dice.
Muchos de los presentes son personas con memoria de aquella época, como este señor de 60 años, tocado con un sombrero, que responde al nombre de J. S. Freeman K. (prefiere no dar más que estas señas). Recuerda que ha vivido en dos ocasiones bajo la ley marcial, entre los setenta y principios de los ochenta. “Tengo mala experiencia”, dice. “Si [el presidente] Yoon hubiera tenido éxito, nuestra vida habría sido destruida por el Gobierno. No estaríamos aquí, no estaríamos hablando. Por eso luchamos de manera tan dura”.
Lo que todos se preguntan es qué hay detrás de la abrupta declaración marcial. Qué pretendía Yoon con la medida fallida que la oposición calificó de ilegal desde el principio. De momento, hay pocas respuestas. Kang Dan Hun, un licenciado de Ciencia Política de 31 años que se ha quedado hace poco en paro, no daba crédito cuando vio las noticias. Y menos aún cuando escuchó el “sinsentido” de las explicaciones que tachaban a la oposición de simpatizar con Corea del Norte. Lo califica de “autogolpe” sin base legal.
Medios de todo el espectro político se han mantenido unidos en todo momento para criticar la ley marcial. Un editorial del Chosun Ilbo, uno de los principales diarios surcoreanos, de corte conservador, describió las acciones del presidente como una “vergüenza internacional” y ha exigido a Yoon que asuma “responsabilidades”.
Kang, el politólogo en paro, explica que la vida política del país atraviesa una fase “agitada”. Aunque el gobernante PPP (Partido del Poder Popular) no cuenta con mayoría parlamentaria, conserva escaños suficientes para imponer vetos presidenciales, lo que ha bloqueado numerosos proyectos de ley. La economía tampoco va como se esperaba, a lo que se añade un contexto internacional turbulento. “El Gobierno actual no está tomando ninguna medida válida para arreglar la situación”, dice. “Hay mucha gente insatisfecha”. El presidente alcanzó el 11 de noviembre el ecuador de su mandato de cinco años, con un raquítico 17% de aprobación, el nivel más bajo desde que asumió el cargo. “Creo que esto tuvo un impacto en su absurda decisión de anoche”, concluye Kang. Él, tras la conmoción, sintió que debía venir. “Era mi obligación civil”, dice ante la sede parlamentaria.
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