Tania García, educadora social: “Cuanta más visibilidad y sensibilización social del abuso sexual infantil y adolescente, más vidas salvadas”
La fundadora de Edurespeta incide en que el primer paso para poder prevenir el maltrato físico y psicológico es no invisibilizarlo y ayudar a los menores a saber distinguir entre su libertad y la coacción externa
Uno de cada cinco menores es abusado sexualmente antes de los 17 años en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una cifra que para Tania García (Madrid, 1983), fundadora de Edurespeta —Escuela Internacional para madres, padres y profesionales que transforma la vida de las familias y escuelas—, es “espantosa, silenciada y que solo demuestra el gran problema social y de salud al que nos enfrentamos con este tipo ...
Uno de cada cinco menores es abusado sexualmente antes de los 17 años en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una cifra que para Tania García (Madrid, 1983), fundadora de Edurespeta —Escuela Internacional para madres, padres y profesionales que transforma la vida de las familias y escuelas—, es “espantosa, silenciada y que solo demuestra el gran problema social y de salud al que nos enfrentamos con este tipo de maltrato y con el que solemos mirar hacia otro lado”. Para la también educadora social e investigadora socioeducativa y pedagógica, enfrentarse a este tipo de vejaciones cara a cara suele generar rechazo, miedo, dolor… “No obstante, cuanto más se rechace, más aumentará el número de casos y menos se hará para prevenir, atender correctamente y trabajar conjuntamente familias y profesionales para la erradicación de esta lacra”.
PREGUNTA. ¿Cómo ha influenciado el adultocentrismo a que se mire hacia otro lado cuando salen a la luz casos de maltrato infantil?
RESPUESTA. Lo cierto es que todo tipo de violencia para con la infancia y adolescencia conlleva la influencia del adultocentrismo porque, a grandes rasgos, es un abuso de poder del adulto hacia los niños, generando por ende una relación asimétrica, en la que los menores son minimizados y deben seguir lo que el mayor indique, quien tiene la potestad de decidir sobre sus vidas y sobre sus cuerpos. Cuando los pequeños normalizan el adultocentrismo dan por hecho que tienen que hacer y decir lo que el adulto quiere, no lo ponen en duda, es algo de lo que no pueden huir, está integrado en el sistema en el que viven. El primer paso para poder prevenir el abuso sexual infantil es comenzar a ser consciente de esta violencia social integrada y trabajar por erradicarla en nuestro día a día, ayudando a nuestros hijos a saber distinguir entre su libertad y la coacción externa: guiándoles desde el respeto, logrando que integren cuáles son sus derechos y pudiendo defenderlos y sabiendo pedir ayuda.
P. ¿A qué edad padecen los niños abusos?
R. Los abusos sexuales infantiles y adolescentes pueden sufrirlos a cualquier edad, es decir, los victimarios no tienen una edad o sexo preferida o concreta, atacan solo teniendo en cuenta el fácil acceso que tengan a la víctima. Además, estos abusos suelen mantenerse en el tiempo una media de cuatro años, indicándonos la gravedad de este gran problema social.
P. Cuándo un niño sufre abusos, ¿es capaz de expresarlo?
R. Aproximadamente, solo el 30% de las personas abusadas sexualmente en la infancia y adolescencia lo cuenta alguna vez en su vida, es decir, el 70% muere sin decirle a nadie lo que sufrió. Tal es el tabú social y el rechazo que las personas víctimas no son capaces de poner palabras a los hechos que impactaron traumáticamente en su vida para siempre y, cuando las encuentran, sienten vergüenza y culpa por lo sucedido, además de miedo por el impacto familiar que su revelación pueda generar. Tan solo un 2% de las personas lo revela cuando les está pasando, por tanto, cuando se sabe casi siempre es cuando ya ocurrió o está ocurriendo hace ya un tiempo. El mayor porcentaje de las revelaciones son accidentales, es decir, algún comentario que se les escapa, algún detalle que observan en la escuela, etcétera.
P. ¿A qué se debe esta incapacidad de contarlo?
R. Esta incapacidad viene dada por el mismo adultocentrismo, para empezar, porque el abusador es consciente de la sumisión y el control que tiene sobre el niño. Mediante este poder, comienza con un acercamiento amable y aportando atenciones y cariño a la víctima, y cuando ya ha ejercido el abuso utiliza la coacción, el miedo, las amenazas y el sometimiento, entre otras cuestiones, para lograr que no lo revele. Los abusadores saben que, en su mayoría, los niños no lo dirán, puesto que, por un lado, son considerados inferiores socialmente, piensan que para que alguien les crea y todo salga a la luz tienen que pasar muchas cosas improbables. Además, los menores se encuentran en un bucle primero de coacción y miedo, y, después, de culpa, puesto que piensan que son igual de culpables que sus abusadores y que decepcionarán tanto a su figura de referencia que mejor que no se sepa, así como también de indefensión aprendida, pensando, por tanto, que no hay ninguna salida.
P. ¿Quién es más probable que sea el abusador? ¿Alguien de confianza?
R. Entre el 70 y 80% de los casos ocurre dentro de la familia (padres, abuelos, tíos, padrastros...). Es decir, el abuso sexual infantil y adolescente es intrafamiliar, solo el 10% lo realiza alguien totalmente desconocido y el porcentaje restante es el correspondiente a personas cercanas en las que confían (amigos de sus padres, entrenadores, docentes...).
P. ¿Síntomas físicos y mentales? ¿Cuáles son los más comunes?
R. Se suele pensar que solo hay síntomas físicos, y, por ende, las familias están tranquilas si no los perciben (tales como infecciones vaginales, fisuras anales, manchas de semen...). Pero lo cierto es que estos solo se notan en un porcentaje mínimo de las personas. En su mayoría no son físicos como tal, sino más bien psicológicos y fisiológicos, tales como cambios en su relación con la comida, pesadillas, fobias, irritabilidad constante, enuresis nocturna, dolores de estómago o de cabeza recurrentes, etcétera. Estos síntomas pueden coexistir conjuntamente o de manera aislada. La mayoría de los protocolos actuales (sanitarios, psicológicos, judiciales...) para con el abuso sexual infantil y adolescente dan prioridad a la sintomatología física, una incongruencia en sí misma, puesto que se da en muy pocos casos.
P. ¿Cómo son estos abusos?
R. Pueden ser de múltiples formas. Pensar únicamente en la violación es un grave error, que, por supuesto, invisibiliza y estigmatiza el problema. Claro que se da la violación, pero no es la única manera de sufrirlos. Los abusos a las víctimas son, entre otros, comentarios con connotación sexual, exhibición de genitales, tocamientos por encima o por debajo de la ropa, masturbación ante la víctima, etcétera.
P. ¿El abuso a un niño puede conllevar un silencio familiar?
R. Sí, muchas veces. De hecho, cientos de víctimas han corroborado como, incluso en su vida adulta, al revelar lo que llevaban dentro han dejado de hablarles familiares, se ha hecho un pacto de silencio familiar al respecto y se han posicionado en el bando del victimario.
P. ¿Cuál es la importancia de visibilizar el abuso sexual infantil y adolescente?
R. Es imprescindible. Cuanta más visibilidad y sensibilización social, más vidas salvadas. Cuando prevenimos el abuso sexual infantil y adolescente salvamos, literalmente, la vida de una persona, ya que es la experiencia de la infancia y adolescencia más traumática para un ser humano y, como todo trauma, causa una herida que deja marca para siempre.
P. ¿Qué recomendaría a unos padres con un hijo que sufre abusos?
R. Lo primero de todo es aceptar esta realidad y alejarse del rechazo. A veces, creemos que el no pensar ni hablar de ello nos llevará a evitarlo, y nada más lejos de la realidad. Después deberíamos aprender a educar a nuestros hijos mediante la Educación Real —educación basada en el respeto, la empatía, el acompañamiento emocional y el amor—, libre de adultocentrismo, para que la infancia desnaturalice la dominación, conociendo en integridad lo que es óptimo para ellos y lo que va contra sus derechos humanos. También, trabajar en la confianza mutua y en la protección. Para ello, se torna necesaria, por un lado, una educación sexual óptima y temprana, adaptada a su edad, pero siempre conociendo lo que sí es normal y lo que no es, conociendo el cuerpo humano en su totalidad, alejando el tabú. Y por otro, enseñarles a decir no y a pedir ayuda. Cuestiones que, por supuesto, también se deberían fomentar desde las escuelas. Ante esta problemática tabú, lo importante es poder formarse logrando desaprender todas las creencias erróneas adquiridas, y pudiendo aprender de nuevo las que corrobora al respecto la ciencia y las investigaciones sociales.
P. ¿A quién acudir?
R. Cuando los niños lo revelan, ya sea accidental o no accidentalmente, el primer paso siempre es creerles y aportarles protección. También hay que integrar que siempre hay que denunciar, aunque este paso cueste. Además, hay que contactar con los servicios sociales de nuestra localidad para que nos ayuden y coordinen a los demás profesionales que deben atender la situación. Y ponernos en contacto con organizaciones de referencia en el ámbito para que nos aporten acompañamiento. No obstante, queda mucho por hacer y la única manera de poder avanzar es formarse, visibilizar la problemática y, por supuesto, trabajar por desbancar el adultocentrismo social, ese que nos lleva a generar leyes para que se proteja a la infancia pero que, sin embargo, sigan siendo las personas más desprotegidas y vulneradas de nuestra sociedad.
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