Por qué los niños tienen miedo a dormir y cómo prevenirlo
El temor a la oscuridad o a estar solos son las causas más habituales por las que los menores pueden ser reticentes a ir a la cama por las noches. Pero también influyen los genes, sus vivencias diurnas, el mal uso de las pantallas o una inadecuada rutina del sueño
La vívida imaginación de los niños es una peculiaridad mágica, pero a la hora de ir a dormir puede jugar malas pasadas y provocar que no quieran ir a la cama por la noche. No obstante, el temor al momento del descanso nocturno forma parte del desarrollo normal del menor. “Se suele deber al miedo a estar solos y a la oscuridad. Es importante que los padres comprendan por ejemplo que para sus hijos el peluche que de día es adorable por la noche se puede convertir en un monstruo”, explica Gonzalo Pin, coordinador del Comité de Sueño y Cronobiología de la Asociación Española de Pediatría (AEP).
El recelo y resistencia de los pequeños para ir a dormir es habitual. “Alrededor de un 73% de los niños de entre 3 y 6 años tienen miedos ocasionales a la hora de ir a la cama por la noche, y un 20% tiene alguna dificultad del sueño, como la apnea o los terrores nocturnos”, destaca Pin. “En el caso del 60% de los menores con más de un año de edad, es debido a factores externos, como las rutinas inadecuadas previas al sueño, por ejemplo usar pantallas previamente a ir a la cama”, aclara. Pero los factores genéticos también influyen: “Un 40% es heredado de padres que en su infancia han tenido problemas para dormir”, añade el especialista.
Cuando los miedos previos al descanso nocturno persisten en el tiempo conviene consultar con el pediatra. “En estos casos, puede tratarse de un trastorno de sueño, como el insomnio o la apnea, por lo que se necesitará orientación y tratamiento médico”, advierte Ana Pérez, miembro del Grupo del Sueño y Cronobiología de la AEP. “Los niños con enfermedades neurológicas suelen tener más trastornos del sueño. En concreto, un 60 o 70% de la población infantil, y también están más presentes en los que tienen enfermedades crónicas, como el asma, la dermatitis o la obesidad”, detalla Pérez. Esta experta hace hincapié en la importancia de la comunicación con los menores respecto a sus inquietudes nocturnas: “Hay que hablar de los miedos con los niños para que estén más calmados y, si son pequeños, apoyarse en herramientas como los cuentos”.
Influencias externas
Hay ciertos factores que fomentan que los menores no quieran ir a la cama. “La sobreexposición a las pantallas, las vivencias del día o las experiencias extraordinarias, como una mudanza o un cambio de escuela, alteran el sueño del niño”, retoma Gonzalo Pin. Según el experto, la luz es también otro factor que afecta a la conducta del descanso nocturno infantil: “La contaminación lumínica también influye, porque los niños, ahora, pasan muy poco tiempo en la oscuridad. Antiguamente, estaban más tiempo a oscuras, sin luz artificial. Por eso ahora, en el momento de ir a dormir sin luz, tienen miedo”.
Los hábitos de vida de la sociedad actual van en detrimento de un descanso nocturno sano y equilibrado. “En las sociedades tribales que viven en la naturaleza no existe la palabra insomnio en su vocabulario y, entre otras causas, es debido a que duermen en grupo y no se separa al niño de la familia para descansar”, explica Pin. “Como nuestro ADN sigue siendo el mismo, pero la forma de hacer las cosas es antinatural, surgen problemas a la hora de que los niños se vayan a dormir”, matiza.
Los niños que no quieren ir a dormir suelen postergar el momento de hacerlo y poner excusas. Si se consigue convertir el descanso nocturno en algo placentero y agradable, el menor entrará con gusto y facilidad en la dinámica. “Conviene tener una rutina previa relajante en la que se evite, por ejemplo, la actividad física o el uso de pantallas”, recomienda Pin. Los juegos específicos previos al sueño con los niños más pequeños también ayudan: “El de la tortuga consiste en decir saca la cabeza del caparazón y luego métela para relajarte. De esta forma, el niño se va calmando y lo asocia a una rutina previa para dormir”, explica este especialista en sueño. Y añade: “Dormimos según vivimos, así que si durante el día el niño ha tenido estrés o experiencias que le inquietan esto repercutirá en su descanso nocturno”.
Detalles de dormitorio
El ambiente que se crea en la habitación del menor también influye para que la hora de ir a dormir no se convierta en una pelea. “Se puede conseguir que el niño vaya tranquilo a descansar con detalles como una luz agradable y cálida o una temperatura adecuada, de entre 19 y 22 grados”, continúa Pin. “Pero lo que más ayuda a que un niño duerma bien es la presencia y protección de sus padres para no sentirse abandonado frente a una situación que le inquieta y le crea inseguridad”, aclara el especialista.
Pasar tiempo en el exterior durante el día, aunque la climatología sea adversa, es clave para garantizar un buen descanso. “El sueño está influido por los ciclos biológicos circadianos, regidos por la exposición a la luz natural, que regulan la segregación de la melatonina. Por ello, cuanto más sale el niño al exterior, mejor duerme”, asegura el especialista. “Una buena calidad del sueño se consigue gracias a crear un gran contraste entre la actividad y rutina diaria durante el día y la noche, en que llega el momento del descenso de la actividad, el recogimiento y la escasez de luz”.
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