Comprar un árbol de Navidad natural: contra el cambio climático y a favor de los agricultores
La compra de árboles naturales nacionales fortalece la economía local, genera empleos, permite que los mantos acuíferos se recarguen y previene la erosión de suelos
En las esquinas de las calles de Amecameca se observan, bien alineados, los pinos y árboles de la temporada. Los más comunes son los abetos, pinos, oyameles, falsos abetos y cedros blancos, mismos que verdes y grandes, esperan a ser llevados a los hogares para pasar estas fiestas con su olor y mística característicos.
Cada año los mexicanos consumen un millón de árboles naturales durante la temporada, 45% de los cuales son nacionales según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Esta Secretaría ha impulsado diversos apoyos, económicos y técnicos, para f...
En las esquinas de las calles de Amecameca se observan, bien alineados, los pinos y árboles de la temporada. Los más comunes son los abetos, pinos, oyameles, falsos abetos y cedros blancos, mismos que verdes y grandes, esperan a ser llevados a los hogares para pasar estas fiestas con su olor y mística característicos.
Cada año los mexicanos consumen un millón de árboles naturales durante la temporada, 45% de los cuales son nacionales según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Esta Secretaría ha impulsado diversos apoyos, económicos y técnicos, para fomentar la plantación de árboles, lo que permitirá dar empleo a los locales y conservar las áreas forestales del país. Las plantaciones forestales comerciales de árboles de navidad son sustentables, según las autoridades, porque convierte un suelo que solía estar abandonado en productivo.
En México, destacan los Estados de Guanajuato, Veracruz, Estado de México, Ciudad de México, Michoacán y Puebla como los principales productores de árboles de Navidad. Amecameca, en el Estado de México, es una de las principales zonas de venta. Su clima frío y boscoso, a las faldas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, hacen que el lugar sea idóneo para la siembra y crecimiento de pinos y oyameles en su mayoría.
La zona de los bosques de los árboles de Navidad comienza a recibir turistas desde finales de noviembre, cuando empieza la temporada alta. La venta termina hasta el 24 de diciembre; sin embargo, durante los primeros días la gente escoge los árboles más frondosos, los más verdes y geométricos, que son los primeros en desaparecer de los viveros y plantaciones.
Entre los ejidos y viveros que se dedican a la venta de árboles en Amecameca se encuentran el Bosque de los árboles de Navidad y Bosque Esmeralda en el ejido Emiliano Zapata. Ambos dispuestos a abastecer a locales y visitantes con el árbol que más les gusta.
Los árboles se cortan cuando tienen entre cinco y 10 años de edad, cuando alcanzan la altura que el cliente busca. Carlos Maurer, director del Bosque de los árboles de Navidad menciona, “las personas se pueden llevar el árbol que quieran a condición de que lo midan bien y tengan la certeza de que cabrá. Aquí los árboles se ven chiquitos pero resulta que llegando a su casa el árbol es demasiado grande”.
La altura es crucial. Si no se miden bien, tendrán que cortar una porción extra para que quepa y el árbol no lucirá como se esperaba. También podría ser de suma importancia si los consumidores optan por árboles en maceta.
En el Bosque Esmeralda, a cargo de Rafael Parrilla, Natividad Naty Flores tiene una iniciativa que busca reforestar la zona y dejar que los arbolitos vivan durante muchos años más. La edad de los árboles que son trasplantados a las macetas es vital para que tengan mayores posibilidades de sobrevivir a la temporada navideña, “los árboles más altos tienen menos probabilidades de vivir y los árboles más pequeños tienen más posibilidades. Con muchos cuidados los dos pueden vivir pero hay que ayudarlos. Les echamos enraizante y fertilizante y los emplayamos”, menciona en entrevista con EL PAÍS.
Naty Flores lleva cinco años con su proyecto y empresa Viveros Amecameca. Se encarga de buscar dentro del Bosque Esmeralda el árbol más bonito y simétrico para “llevarlo de vacaciones a Ciudad de México”. La empresa de Naty escoge los árboles del Bosque Esmeralda (tienen un convenio y son los segundos que pueden hacerlo), lleva los árboles a su destino, queda con el cliente para recogerlo después de las fiestas y lo recolectan para reforestar el vivero.
En una buena temporada, la empresa de Naty vende hasta 300 árboles y se ha convertido en una de las principales del país. Entrega a tiendas como Zara, Zara Home, Martí, grupos de venta de gasolina, de tecnología, cerveceras. Este año, por ejemplo, le vendió 27 árboles a una única empresa de tecnología para adornar sus oficinas, según cuenta.
“En Ameca son muy pocos los que venden árbol de navidad en maceta. No vendemos árbol cortado, proveedores de corte ya existen muchos y sería competir con el mismo bosque. La idea es que sea un árbol sustentable”.
De acuerdo con la Comisión Nacional Forestal (Conafor), toda la venta de árboles de Navidad en plantaciones forestales comerciales es sustentable. Contrario a la creencia de que la venta de los árboles de Navidad deforesta el suelo y contribuye a la tala clandestina, los pinos y árboles que se talan en esta época del año están destinados a ello, por lo que, igual que las flores naturales que se regalan en festividades o las frutas y verduras que se consumen, el ciclo de vida de estos árboles también termina ya sea en el hogar de quienes adornan su casa o de regreso como parte del bosque.
Los árboles navideños “forman parte de una plantación forestal comercial. Devuelven la vida a un terreno agropecuario en desuso o que era poco productivo. El árbol no habría existido de no ser porque una persona productora decidió volver su terreno a uso forestal plantando árboles para venderlos”, apunta Conafor.
Entre muchas otras ventajas, la compra de árboles naturales nacionales fortalece la economía local, genera empleos, permite que los mantos acuíferos se recarguen y previene la erosión de suelos, de acuerdo con información del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias.
El Bosque de los árboles de Navidad lleva con este negocio más de 60 años. “Mi papá llegó de Suiza y extrañaba los volcanes nevados. Buscó en México dónde tener una cosa semejante y encontró este lugar con los dos volcanes aquí en frente. Todo el mundo le dijo que no era la zona adecuada para plantar árboles de Navidad y nadie se imagina que el vivero más grande del mundo está en México”, asegura Carlos Maurer, director del patronato.
Según indica, el vivero Bosque de los árboles de Navidad es 10 veces más grande que el siguiente competidor que está en Estados Unidos. Durante esta época venden más de 50.000 árboles. Las familias acuden a escogerlo, cortarlo y se lo llevan para comenzar la temporada navideña.
La tarea de los viveros es constante durante todo el año. Cuidan que los árboles no tengan plaga, que no haya incendios cercanos, los fertilizan y se aseguran que no les falten agua.
Con diferentes visiones y puntos de vista, los productores de árboles de Navidad buscan que el mundo cambie. El patronato del Bosque de los árboles de Navidad tiene como misión demostrar que el ser humano es lo mejor de la naturaleza y que las personas sepan, con evidencias, que cortar árboles es bueno.
Para Naty la misión es que al final el árbol sea reforestado, que no se muera. Tratar de salvarlo y que crezca libremente. Que esos árboles sean los semilleros de las futuras generaciones en la plantación, pues la semilla es difícil de conseguir y es muy costosa.
“Al final hay para todos los gustos. Hay a quien le gusta venir y cortar su árbol. Y es más económico. El árbol de corte te cuesta 1.000 pesos y en este año subieron bastante. El mío es mucho más práctico, un árbol como este se eleva por el flete. Pagamos como 800 por entrega y recolección. Cuando vienen a plantación es más económico pero debe traerse camioneta y llevar el árbol en vertical con todos los cuidados posibles”.
Cualquier árbol natural que se elija es mejor que uno artificial, que según datos de la Conafor, tarda 500 años en desintegrarse y genera una huella de carbono importante por su traslado.
Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país