Édgar Veytia asegura que Calderón y García Luna ordenaron proteger a El Chapo frente al resto de narcos
El expresidente niega los señalamientos y afirma que “nunca negoció ni pactó” con el crimen organizado
Édgar Veytia, alias El Diablo, era uno de los testigos más esperados en el juicio por narcotráfico contra Genaro García Luna. El exfiscal de Nayarit se sentó este martes en el estrado, siguió la línea que le marcó la Fiscalía durante su testimonio y soltó la declaración bomba de que la instrucción del Gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) y la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de García Luna era proteger a Joaquín El Chapo Guzmán y al Cartel de Sinaloa. “La línea era [proteger a] El Chapo”, declaró Veytia. El testimonio del exfuncionario es el primero en señalar directamente al expresidente de México en el proceso judicial en Nueva York. Calderón negó que tales ordenes existieran durante su mandato. “Nunca negocié ni pacté con criminales”, escribió el exmandatario en sus redes sociales.
“Debíamos proteger a los Chapos y no a los Beltrán Leyva”, aseguró Veytia sobre la guerra de carteles que hundió en una ola de violencia al país. El testigo afirmó que Luis Cárdenas Palomino, mano derecha del exsecretario y principal coacusado en el caso en Estados Unidos, le dijo en otra ocasión en una reunión en el llamado búnker de la SSP que “estaba del lado equivocado” en la disputa entre ambas organizaciones, al privilegiar a la facción de Arturo Beltrán Leyva. “Nos dijo que era a El Chapo a quien debíamos apoyar”, sostuvo en la corte de Brooklyn sin aportar mayor prueba.
El Diablo contó que escuchó por primera vez la orden de proteger a El Chapo en una reunión informal con el entonces gobernador de Nayarit, Ney González (2005-2011). El testigo narró que la instrucción se dio después de que dos agentes fueran secuestrados, lo que desató un escándalo en el Estado. “Fui convocado por su escolta a abordar su vehículo, una Tahoe blanca”, relató. “Ahí fue cuando me dice que si sabía por qué me estaba pasando esto y con quién tenía que hablar”, siguió.
“Acabo de llegar de una reunión muy importante en Ciudad de México con Felipe Calderón y con Genaro García Luna donde nos dijeron que la línea era El Chapo”, zanjó el convicto, recordando las palabras del exgobernador González, vestido con un uniforme café del Centro de Detención Metropolitano de Brooklyn, la misma cárcel donde está ingresado García Luna. “¿Y qué le dijo usted?”, le preguntó la fiscal adjunta Saritha Komatireddy. “Nada, al gobernador no se le piden explicaciones”, contestó Veytia, condenado en 2019 a más de 20 años de cárcel en Estados Unidos por narcotráfico. Calderón respondió que las declaraciones de Veytia son “absurdas” y “una absoluta mentira”. El expresidente agregó que se reservará su opinión sobre el juicio a García Luna hasta que termine el proceso.
Nacido en México y criado en California, Veytia contó que inició su carrera como funcionario público en Nayarit, donde tenía familia y negocios, en 2007. Empezó en el orden municipal, en el escalón más bajo del poder en el país. Un amigo en común lo presentó con Roberto Sandoval Castañeda, el candidato que compitió por el Partido Revolucionario Institucional y ganó la elección para presidente municipal de Tepic, la capital del Estado, en 2008. Desde la campaña ofreció dinero y vehículos para apoyar a Sandoval. Él le devolvió el favor y lo nombró encargado de la Policía de Tránsito cuando asumió el cargo, en septiembre de ese año.
El jefe de Veytia, entonces un funcionario de segunda línea de Tepic, era el comandante Ángel Violante, el secretario de Seguridad del municipio, que venía de la Policía Federal de García Luna. “Me dijo que había recibido instrucciones de Genaro García Luna que teníamos que tomar el lado de El Chapo”, relató sobre una reunión. En 2008 había estallado una guerra intestina entre el Cartel de Sinaloa de Guzmán y la facción de los hermanos Beltrán Leyva, sus viejos aliados. “A los comandantes de turno se les hizo saber que no debíamos arrestarlos ni reportarlos”, describió el testigo, también conocido como La Bestia. Violante renunció en agosto de ese año por cuestiones públicas, según lo que se dijo públicamente. Veytia aseguró que en privado se sabía que el motivo había sido “la presión de tomar un lado entre El Chapo y los Beltrán Leyva”. El comandante murió en 2016.
El fiscal fiel
Poco después de la salida de Violante, tres agentes fueron asesinados a tiros. El sustituto Carlos Patricio Bernal fue acusado de corrupción y destituido. Veytia subió en el escalafón como secretario municipal de Seguridad, primero como interino y después fue ratificado. El alcalde Sandoval le instruyó a que se reuniera con El Chilo, el líder de la gente de Arturo Beltrán Leyva en Nayarit. “Me dijo que sentía mucho haber matado a los tres policías, pero que era necesario, que estaban en guerra”, se disculpó el capo. “Arturo Beltrán Leyva les manda a decir que no se preocupen, que él va a pagar todos los gastos de campaña para el próximo gobernador del Estado”, relató Veytia en paráfrasis de su interlocutor.
“¿Dejó por escrito que tenía un pacto con los Beltrán Leyva?”, le preguntó la fiscal Komatireddy. “No, los acuerdos con el narcotráfico no son por escrito”, comentó Veytia. La Fiscalía hizo esa pregunta para responder a los señalamientos de la defensa de García Luna, que ha reclamado que las acusaciones se sustentan principalmente en declaraciones de testigos y cooperantes. A partir de ahí se selló el pacto entre el grupo de los Beltrán Leyva y el círculo de Sandoval, que en 2011 se convirtió en gobernador de Nayarit, según el testigo. Se postuló por el PRI y ganó con comodidad.
Arturo Beltrán Leyva fue abatido en diciembre de 2009 por la Marina, pero la guerra no terminó. Se recrudeció. “Teníamos colgados en los puentes, desollados y se dio la particularidad de los pozoles”, reseñó El Diablo. La Fiscalía le pidió que explicara que eran los pozoles. “Eran unas cubetas que ponían con miembros desmembrados, como piernas o cabezas, y le ponían granos de maíz, como el pozole”, dijo pacientemente.
Héctor Beltrán Leyva, alias El H (hermano menor de Arturo), asumió el liderazgo del cartel. Veytia se convirtió prácticamente en empleado del grupo criminal. “Hacíamos todo lo que nos pedían y necesitaban”, señaló La Bestia en una parte de su testimonio. Fue en el nivel municipal cuando el testigo dijo haber oído las órdenes del exgobernador González.
A finales de 2011, después de que Sandoval se convirtió en gobernador, el Cartel de Sinaloa se acercó a Veytia. “Querían comprar el Estado, la plaza de Nayarit”, dijo el exfiscal. El precio de la gente de El Chapo fueron 10 millones de dólares. Veytia los rechazó. “Ya teníamos un compromiso con los Beltrán Leyva”, justificó. El Cartel le respondió con un atentado a tiros en una de sus casas de seguridad, del que salió ileso, en diciembre de ese año. El Diablo dijo que pidió refuerzos, pero que solo llegó el Ejército. Insinuó varias veces durante el interrogatorio que la Policía Federal de García Luna había hecho un pacto de impunidad con Sinaloa y que por eso no había acudido a su auxilio.
Fue después del atentado que Sandoval solicitó una reunión con García Luna en Ciudad de México. Veytia fue obligado a esperar afuera, mientras el gobernador y el secretario discutían lo sucedido. El exfiscal tomó un recorrido por el búnker, se separó un momento y ahí fue cuando sucedió la conversación con Cárdenas Palomino, siempre según su versión. “Lo están haciendo mal en Nayarit”, les recriminó la mano derecha de García Luna, supuestamente por no alinearse con El Chapo. El testigo se encontró con Sandoval, decepcionado al término de la reunión. “Efectivamente, estamos solos, este cabrón no nos va a ayudar para nada”, dijo Sandoval, detenido en 2021 en México por vínculos con el narcotráfico. Pese a la explosividad de sus dichos, El Diablo no pudo poner sobre la mesa vínculos directos ni relatos convincentes para respaldarlos.
Todavía por esa época, hubo un segundo intento del Cartel de Sinaloa de “comprar Nayarit”. “Me ofrecieron cinco millones de dólares y traían otro millón para cerrar el trato ahí”, comentó Veytia. Rechazó el trato para honrar su vieja alianza con los Beltrán Leyva. Le pagaban dos millones de pesos al mes a cambio de protección. “No los deteníamos, les dábamos información para que pudieran escapar y evadir la justicia, encubríamos los delitos que cometían”, recitó El Diablo, para este punto, visiblemente humillado. Ese dinero se distribuía entre jefes policiales, jueces y periodistas “para mantener las apariencias y el control del Estado”. El resto iba para su bolsillo. En 2013 se convirtió en fiscal del Estado y cruzaba la frontera una y otra vez sin ningún problema hasta que fue detenido en marzo de 2017. Sandoval se deslindó de su fiscal y el siguiente candidato priista hizo lo mismo con el gobernador saliente en la elección de ese año.
Veytia es vinculado en Estados Unidos con el Cartel del H2, una pequeña escisión de los Beltrán Leyva y de El H original, Héctor Beltrán. El H2 era Juan Francisco Patrón Sánchez, que tuvo durante años en nómina al fiscal hasta que lo traicionó. La Bestia ordenó matarlo y capturarlo, según confesó. Es el mismo grupo con el que se relacionó al general Salvador Cienfuegos, secretario de Defensa de Enrique Peña Nieto (2012-2018). Cienfuegos fue detenido en Los Ángeles en octubre de 2020 y exonerado en México en enero de 2021.
“Soy culpable”, dijo Veytia, que se notaba abatido al final del testimonio. “¿Usted conoce la expresión ‘Plata o plomo’?”, le preguntó Komatireddy. “Sí, significa que si no tomas el dinero, te van a matar”, respondió el convicto. “¿Y no existe una tercera opción?”, le dijo la fiscal. “Sí, es un camino duro, pero es el correcto”, contestó el testigo, obligado a repasar su historial criminal, como si la Fiscalía intentara establecer un paralelismo con su historia y el caso contra García Luna. “¿Usted torturó? ¿Mató? ¿Secuestró? ¿Ocultó evidencias? ¿Provocó incendios? ¿Dijo mentiras? ¿Robó bienes que habían sido incautados? ¿Recibió sobornos?”. La Bestia contestó con un escueto sí en cada oportunidad. Su esperanza es una reducción en su sentencia y quedarse en Estados Unidos, donde también es ciudadano. La decisión sobre la efectividad de su testimonio y sobre el futuro del exsecretario está en manos de 12 jurados.
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