La campaña de Xóchitl Gálvez, bajo la lupa: aciertos, tropiezos y la apuesta por la remontada
La abanderada opositora ensayó diferentes fórmulas para sobreponerse a la imagen desgastada de los partidos que la postularon y a la idea de que competía en una elección definida. Tres analistas desgranan su estrategia
“Esta no sólo es una elección más, esta es la elección más importante de nuestras vidas”. Xóchitl Gálvez levantó los brazos y gritó a todo pulmón frente a miles de simpatizantes en la Arena Ciudad de México el pasado 14 de enero, en el cierre de su precampaña, su primer acto masivo como aspirante a la presidencia. Faltaba todavía un mes y medio para el inicio formal de la campaña, pero la candidata de la coalición Corazón y Fuerza por México ya había sembrado la semilla de lo que vendría después. Gálvez salió en defensa de “la vida, la verdad y la libertad”. Dijo al presidente Andrés Manuel López Obrador que no le tenía miedo. Insistió al público que “México merece más”. Planteó el dilema entre “claudicar o luchar”. Ofreció construir un país de clases medias. Prometió salvaguardar las instituciones. Hizo un guiño a la Marea Rosa. Sin tiempo para más y con las votaciones en puerta, tres especialistas desgranan para EL PAÍS los éxitos y fracasos en el camino de la abanderada opositora.
“Su cierre de precampaña fue un momento importante porque se le ve más ser ella misma y porque los primeros momentos importan mucho, generan improntas entre la gente, pero me parece que al final no le alcanzó”, señala Aline Ross, directora de la consultora Lexia. “Es una candidata que ha ido de menos a más, pero que le ha costado encontrar su mensaje y su público”, afirma Aleix Sanmartin, un experimentado estratega español con amplio recorrido en México. “Era una campaña muy cuesta arriba porque, para empezar, tenía que unir algo que tradicionalmente estaba separado y creo que hasta cierto punto lo logró”, apunta el analista político Carlos Bravo Regidor.
Del Frente Amplio a Fuerza y Corazón por México
Frente Amplio por México. Bloque de contención. Fuerza y Corazón por México. La coalición integrada por el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) dio de qué hablar mucho antes de que Gálvez se hiciera con la candidatura presidencial en septiembre del año pasado. Los viejos rivales unieron fuerzas por primera vez en una campaña por la presidencia con el objetivo de frenar la hegemonía electoral de Morena y la popularidad de López Obrador, pese a sus diferencias ideológicas, la desconfianza mutua y el desgaste que arrastran.
“No es cierto que Gálvez era la candidata de Alito Moreno o de Jesús Zambrano, mucho menos de Marko Cortés, logró imponerse gracias al apoyo de los ciudadanos y ese fue un primer momento realmente sorprendente, en el que sí existió un fenómeno Xóchitl”, reseña Bravo Regidor. “Pareció como si la hubiésemos descubierto por primera vez, aunque llevara más de 20 años en política”.
Las tensiones entre las dirigencias partidistas y la candidata fueron evidentes en diferentes tramos de la campaña, desde diferencias por el presupuesto hasta ausencias notorias en momentos clave. Pero también en el discurso. En un acto de equilibrismo político, Gálvez se presentó como un perfil ciudadano y al mismo tiempo, como la candidata del PAN, el PRI y el PRD. “La gente veía a la coalición como una especie de Frankenstein, viejos opositores que se unieron para salvarse el pellejo”, comenta Ross, especializada en investigación cualitativa y que ve en la propia coalición un “problema de origen”. A las disputas internas se sumó un choque permanente con el propio López Obrador, que fue clave en su irrupción en el escenario político, llegó hasta los tribunales y marcó el tono de la contienda.
Sanmartin subraya que la aspirante llegó con la legitimidad de superar el proceso interno de una oposición que carecía de opciones atractivas, con “un plus de democracia, de participación”. “Pero da la sensación de que nunca acabó por sentirse cómoda y que su relación con los partidos nunca estuvo clara, cuando pudo haberlo utilizado como una fortaleza de campaña”, dice el estratega, que considera que no se explotó de forma suficiente la narrativa de “la mujer que logró que los partidos se pusieran de acuerdo” o que “se lanzó al ruedo” cuando casi nadie se animaba a dar un paso al frente.
Una campaña, muchos discursos
Un diagnóstico que comparten los especialistas consultados es que Gálvez apostó por un amplio repertorio de estrategias y mensajes que acabó por restar claridad a su plataforma política ante los votantes. Ross achaca esos bandazos a la compleja relación con las dirigencias partidistas. “Había mucha gente diciéndole qué hacer, qué no debía hacer, qué decir, qué no debía decir y yo la noté algo enredada, deambulando de un estilo a otro”, dice la consultora. “En Morena hay alguien que manda y los demás ejecutan, pero en la oposición había demasiadas voces con sesgos y pesos específicos”, agrega. Tras un decepcionante primer debate, en el que se la notó tensa y acartonada, la propia candidata adelantó que iba a “mandar al carajo muchas cosas” y que trataría de ser ella misma.
“Perdió mucho tiempo valioso para encontrar su mensaje”, afirma Bravo Regidor. El analista señala que Gálvez “improvisó demasiado” y ensayó demasiadas estrategias distintas, frente a una rival muy disciplinada. “No tuvo la claridad y la consistencia de Claudia Sheinbaum, que planteó desde un inicio la continuidad”, asegura. “Desde el primer minuto del debate, el minuto de oro, Claudia tenía claro cuál era su frame, cómo iba a enmarcar esta elección, quiénes son ellos y quiénes nosotros, el dilema de esta elección: el segundo piso de la 4T o el regreso del PRIAN”, añade Sanmartin, que alude a la distancia entre “Por un México sin Miedo” y “Fuerza y Corazón por México” como lemas de campaña para enfatizar su punto. “Humildemente, todavía me cuesta saber cuál es el dilema central de la campaña de Xóchitl: ¿Por qué tienen que votar por ella y no por la otra opción?”.
“Empezó hablando de las gelatinas que vendía cuando era niña y acabó con esto de la ingeniera contra la científica, creo que se perdió y que muchas ideas no acabaron de cuajar”, comenta Ross. “Tuvo subidas y bajadas, pero le faltó consistencia y esa falta de claridad genera incertidumbre”, agrega. La especialista considera que esa confusión impidió que brillaran algunas fortalezas de la candidata. “No puedes forzar a tu candidato a que haga algo que no tiene o que no es, hacer campaña es ver cómo tomas algo positivo de tu candidato y lo transformas en una estrategia a tu favor”.
La retadora
En el segundo debate, Gálvez pasó a la ofensiva y se vio mucho más cómoda en el contraste frente a sus rivales. Esta campaña, como otras, dejó en el imaginario colectivo muchos ataques entre los contendientes. “Eso lo hizo correctamente, atacó porque ese era su rol, ser la candidata retadora”, afirma Sanmartin. “La función de la oposición es arrojar luz sobre las oportunidades de mejora o los errores del Gobierno, pero no puede quedarse sólo en los ataques”, agrega. Hay, sin embargo, lapsos de la estrategia que le provocaron dudas. “No entiendo por qué le pegó a Máynez, por ejemplo, lo metes en agenda, evidencias que tienes fugas de votos y pierdes de vista con quien en realidad rivalizas, no lo acabo de ver”.
La efectividad de las campañas de contraste “puro y duro” ha sido cuestionada en México. Ross plantea que un discurso agresivo sobre las falencias del Gobierno refuerza y mantiene los apoyos que ya se consiguieron entre votantes desencantados y hartos, pero batalla para abrirse camino entre quienes se asumen como moderados. “En un escenario muy polarizado hay gente que le encanta la pelea, pero no es un discurso tan cohesivo, que apele a un ‘todos’, a un conjunto”, señala.
“Tienes que ecualizar tu discurso dependiendo el foro en que te encuentres y creo que esos ajustes faltaron en el tercer debate, hablar más de propuestas para apelar a más gente”, sostiene Ross. La consultora, en cambio, reconoce que esa conexión se produjo con grupos empresariales y la Marea Rosa, así como con los sectores que logró atraer desde su irrupción en el proceso interno. Sanmartin, en contrastre, considera que se pudo haber puesto mayor énfasis en regiones del país donde la oposición es históricamente fuerte, como el norte o el Bajío, o en Estados bisagra y donde se concentra la mayor cantidad de votantes.
Bravo Regidor concede “chispazos” y “buenos momentos”, sobre todo si se considera un punto de partida de bajas expectativas y en el que hace un año no estaba en la baraja de presidenciables. “A pesar de los errores que cometió, en un escenario muy complicado y con visos de deterioro democrático, demuestra que la oposición no está derrotada”, argumenta. El analista pone en la mira los márgenes del próximo 2 de junio como la clave para evaluar el desempeño de los contendientes y para iniciar una larga carrera de resistencia después del sprint de los comicios. “Para la oposición es importante mandar el mensaje de que puede dar la batalla, de que no hay nada definido”.
“Para ganar en una situación adversa, tienes que hacer una campaña prácticamente perfecta. Tienes que anotar todos los goles y que el adversario no te anote ninguno, eso es complicado en meses de campaña”, comenta Sanmartin. “Al mismo tiempo, quien parte con ventaja puede jugar de forma muy conservadora y a no cometer fallos”. La metáfora deportiva viene con una moraleja: en una campaña, ganar siempre es más importante que jugar bonito. Tras cerrar en la Arena Monterrey este miércoles, Gálvez probará su suerte después de 88 días de campaña frente a Sheinbaum y Máynez. La ciudadanía tendrá la última palabra.
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