Cosas de las que no habla Sheinbaum
Morena empaqueta un largo spot publicitario sobre su candidata en los nobles tiestos del cine documental. Los silencios de la cinta revelan las incomodidades de la aspirante
La idea de convertir la vida en una eterna campaña electoral parece el objetivo principal de Morena, que el martes presentó en un teatro de Ciudad de México, Claudia: el documental, un largo spot publicitario sobre su candidata a la presidencia, Claudia Sheinbaum. Aún quedan siete meses para las elecciones, mucho tiempo que ocupar, demasiado. El partido guinda lo entiende y asume la lógica de las redes ...
La idea de convertir la vida en una eterna campaña electoral parece el objetivo principal de Morena, que el martes presentó en un teatro de Ciudad de México, Claudia: el documental, un largo spot publicitario sobre su candidata a la presidencia, Claudia Sheinbaum. Aún quedan siete meses para las elecciones, mucho tiempo que ocupar, demasiado. El partido guinda lo entiende y asume la lógica de las redes sociales: quiere que pasemos la mayor cantidad de tiempo posible interactuando con sus cuadros. En sus términos, claro.
Aunque el título puede resultar engañoso, el último artefacto propagandístico de la formación dista de ser un documental. Morena lo sabe y, para evitarse problemas con las autoridades electorales, recomienda el visionado únicamente a sus seguidores. Pero no es solo eso. La cinta, que dura poco menos de 40 minutos, proyecta una estrecha visión del mundo Sheinbaum, basada en vídeos antiguos y algunas de sus ideas, ajena a la realidad, menos a una verdad, aunque sea subjetiva.
El cine documental no aspira a la reconstrucción exhaustiva de los hechos. Para eso está la academia o el periodismo. Su arte consiste en idear técnicas de acercamiento a lo profundo, lo nuclear. Por más abstracto que sea, un documental permanece si enlaza con las entrañas de lo que retrata, un personaje, un conflicto, una época. ¿Con qué enlaza Claudia: el documental? Con lo que la candidata quiere que se sepa, como que de niña tocaba la jarana, o que de mayor ha logrado aplacar la violencia homicida en la capital.
Esa mezcla entre lo personal y lo profesional no acaba de cuajar, precisamente por la falta de contrastes. Las omisiones en uno y otro lado debilitan el esfuerzo. El resultado es un retrato escuálido, que impide saber cómo lidia la candidata con la frustración o la dificultad. No es una demanda caprichosa. Sheinbaum camina para ser la primera mujer que presida el Gobierno de México. A día de hoy, persisten las dudas sobre su personalidad, más allá de su admiración al presidente, Andrés Manuel López Obrador.
Los silencios salpican el metraje. La cinta ignora la relación de Sheinbaum con su primer esposo, Carlos Imaz, padre de su hija Mariana y de su hijastro Rodrigo. Ni lo nombran. Tampoco trata una de las grandes tragedias de sus años al frente del Gobierno de la capital, el accidente de la línea 12 del metro, que dejó 26 muertos, o las afectaciones del terremoto de 2017, cuando era jefa de la delegación Tlalpan. No habla de religión, ni de alegría. No sabemos qué le gusta ni en qué cree, más allá del presidente, principio y fin de su escala de valores.
Lo incómodo es una ausencia en la vida de la candidata, como si la realidad fuera plegándose a sus intereses, siempre en la esfera del bien común. Así, menciona “la angustia permanente de recoger a tiempo a los hijos de la escuela”, imagen que usa para ilustrar su carácter juvenil, esforzado y resuelto. Después de compaginar estudio, trabajo y cuidados, no existía otro camino que el triunfo. Los titubeos son cosa de otros. Las dudas, una traición a la Cuarta Transformación.
¿De qué habla entonces Sheinbaum? De su compromiso político, de la moral, de la suerte. Ahí cuenta, por ejemplo, cómo participó en la confección del capítulo de un libro que elaboró el Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático, que le valió el premio Nobel de la paz en 2007. “Pues una sorpresa… Qué bueno que no lo dejé”, dice. Es la inercia del trabajo bien hecho. Luego añade: “Uno no llega al poder por el poder. Esto no es un asunto personal. Y en eso uno también debe de entender… Seguir siendo una persona sencilla. Gobernar es servir a la gente”.
El inicio del vídeo es amable. Son tiernos los retales de vida antigua, incorporados a la cinta por obra y gracia de su hijastro, Rodrigo Imaz. La candidata aparece cuidando, abrazando, luchando. En uno, una jovencísima Sheinbaum protagoniza una arenga dirigida a compañeros en una asamblea universitaria, a finales de los 80. Impresiona el ímpetu de su discurso, la pasión, la sensación de que todo depende de lo que ocurra justo después. La verdad tejida en el tono usado.
Pero se queda en un destello, un granito de anarquía en un mar controlado. La candidata vincula su estrategia de seguridad en la capital con los males del neoliberalismo. Práctica y teoría de su postulado. “El gran problema del neoliberalismo es que convirtió derechos en mercancías, derechos en privilegios”, critica. Por momentos recuerda al discurso del último subcomandante Marcos, transfigurado ahora en El Capitán, que esta semana escribía: “La lógica del capital es la de la ganancia mayor a la máxima velocidad. Esto hace que el sistema se convierta en una gigantesca máquina de desechos, incluyendo seres humanos”.
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